Con el alma en vilo.

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CON EL ALMA EN VILO

Las tonalidades rosadas y anaranjadas del atardecer se marcaban en la blanca pared de la habitación de Neji. Eran las seis de la tarde y ni el dolor de cabeza que desde temprano lo hastiaba, al punto de hacerlo salir temprano de la oficina, podía borrar su semblante serio y pensativo.

Había dejado trabajo pendiente ese casi fin de semana y ni ello estaba preocupándolo. Los ojos violáceos y astutos parecieron desenfocarse.

Así que los planes siguen— recordó lo primero que Naori mencionó durante la gala. Casi una semana atrás, cuando lo hizo salir y hablar a solas —. No puedo decir que me sorprende porque te conozco. Pero en el fondo, esperaba que hicieras lo correcto.

Lo que hago es lo correcto.

Ella había sonreído, inquietándole el estómago.

¿Para ti o para Hinata?— peguntó con astucia — Porque no me lo parece para ninguno de los dos.

Para ambos— respondió seco, distante, a pesar que la chica se acercó a él y, suavemente, rozó las yemas de sus dedos con las de él. La mirada del varón cayó a ella y la chica sonrió ante esa casi frialdad que le resultaba familiar viniendo de él.

¿Cuándo se te acabaron tus dudas?— preguntó sin borrar su sonrisa. Ella todavía esperaba que hiciera lo que lo hiciera sentir bien. Ser libre.

Él resopló y se alejó unos pasos de ella, viendo desde una terraza, la planicie de la ciudad. Guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón.

Esas dudas no debieron existir— aclaró sin quitar su vista de la ciudad —. Fueron débiles, de una necia etapa de rebeldía.

Estabas muy convencido de tomar tu propio camino.

Él negó.

Mi camino es el que sigo, Naori.

Ella sonrió con nostalgia al acercarse al borde de la terraza y apoyarse en ella, dándole la espalda a la ciudad y viendo el rostro imperturbable de Neji. Su bonito y largo vestido se ondeó con el poco aire nocturno.

Me apena ver que te lo creas.

Él casi gruñe molesto al dejar de verla. Esa mujer era necia y él se sentía influenciable por ella al estar ahí.

Piensa lo que quieras— dijo dándose media vuelta, dispuesto a irse.

¡Quiero saber qué piensas tú, con un demonio!— alzó la voz pero no se movió de su lugar — Pero quiero saberlo de verdad. ¿Qué piensas tú? ¿Qué quieres? Porque te desconozco, Neji— moderó su volumen, pero no su tono firme.

Él negó y volvió tras sus pasos, para ponerse frente a ella.

Adiós, Naori— dijo luego de ver en silencio a sus negros y seguros ojos, por unos segundos.

Ella desencajó su rostro y se sintió perder. Neji era un cabezota.

¿Qué te cambió, Neji?— volvió a hablar, menos firme, pero con más ansias de respuesta — ¿Hinata? ¿No la amas, o sí?

Él tragó ligeramente.

¿Quieres cuidarla y acompañarla en el absurdo destino que tu familia les impone? ¡¿Qué?!

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