El decir adiós.

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EL DECIR ADIÓS

Todavía no era ni media noche y los cristales, tras las delgadas cortinas oscuras, ya se encontraban completamente empañados. El vestido de Hinata, que había estado enredado en su cintura, ahora se encontraba en el alfombrado suelo, junto a sus mallas y la camisa de ese pelinegro. La piel blanca de todo su cuerpo parecía brillar por el sudor que desde minutos atrás había comenzado a humedecerla.

Las fuertes manos masculinas pasaron bajo los delgados brazos de la Hyuuga y se aferraron a sus hombros, para hundirse todavía más hondo en ella. Hinata apretó sus ojos y volvió a gemir por millonésima vez, al seguir sintiéndolo en su interior, sus manos se sujetaron al cuello del Uchiha mientras aprendía a disfrutar del pequeño dolor que le causaba tenerlo tan dentro.

Sasuke buscó sus labios y Hinata le acarició el rostro al dejar escapar su aliento mientras lo veía a los ojos. Un relámpago iluminó la ventana justo cuando ambos se besaban; cuando el beso cobró profundidad, fue Hinata quien movió sus caderas disfrutando de la sensación de liberarlo y volver a ser llenada por él.

El Uchiha contuvo un gemido cuando ella se abrazó a su cuello, pegando todo su cuerpo a él, y continuó moviéndose. Las manos fuertes del pelinegro acariciaron cadera, cintura y espalda, resbalando también entre el largo, azulino y mojado cabello de la Hyuuga sobre él; cuando sus labios se dejaron necesitados por respirar, los labios de Sasuke cayeron al cuello y hombros de la joven que sólo pudo temblar y seguir moviéndose.

—Hinata— la nombró en un jadeo al sentir necesitar todavía más de ella.

A pesar del deseo que le quemaba cada centímetro de piel, Sasuke la apartó ligeramente para poder besarle el cuello y el mentón, mordió el mismo cuando la sintió bajar con tortuosa calma sobre su miembro. Sus manos siguieron moviéndose, pasando por su cuello, para deslizarse después a hacer contacto con la gruesa piel de sus manos, en la delicada piel de los redondos y tersos senos de la peliazul. Ella se mordió el labio y esa forma lenta de hacerlo la hacía vibrar más de ansias. El Uchiha aprendió a tocarla con delicadeza, a rozar sus dedos por su piel, erizándola; a besarle el cuello y nombrarla mientras hacían el amor... a contenerse hasta doler, no quería asustarla por la forma como estaba deseando hacérselo y hacerla gritar. Hinata no lo merecía, ella era especial y él la había ensuciado.

Entrelazó sus dedos con los de ella al tiempo de resbalar en la cama. Sus ojos negros prestaron atención al bonito y sonrojado rostro de la joven, Hinata parecía cohibida por seguir montada sobre él.

—Muévete, mi amor— suplicó con voz ronca y ella aceptó al sólo asentir.

Apoyada en sus rodillas en el mullido colchón, Hinata se dedicó a complacerlo y complacerse al mismo tiempo. Sasuke gruñó al sentirla y su sangre se calentó todavía más, haciéndolo sudar, al ver el curvilíneo cuerpo de esa joven peliazul lucir todavía más perfecto bajo los destellos de esa noche de tormenta.

Los senos de la de ojos violáceos se endurecieron cuando luego de tanta fricción, sintió ese cúmulo de tensión en su vientre querer deshacerse. El moreno tuvo que ayudarla a seguir moviéndose al sujetarla de su cadera, para largos segundos después, sentirla temblar, contraerse en su interior y mojarlo todavía más.

—Joder, Hinata— gruñó cuando los espasmos en su interior se volvieron asfixiantes. La tomó de cadera y cuello, y así, aturdida como ella estaba, la colocó de espaldas sobre el colchón y ahora ser él el que la penetrara. Hinata todavía estaba temblando por su reciente orgasmo y aun así, llevó sus manos a sujetarse a la espalda masculina, cuando él comenzó a volverse a enterrar en su interior —. Mierda— volvió a gruñir el moreno al tiempo que una fina línea de sudor resbalaba por su mejilla.

ConsecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora