Prólogo

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Inicios de la humanidad a cómo se conoce hoy en día, año XV, siglo I: En algún lugar del basto Inframundo.

—¿Estás seguro de esto? Cariño, sabes que podemos hablar —mi mente sabe qué hay una voz, pero que sepa lo que está diciendo, es otro asunto.

¿Por qué nadie puede entender que lo único que quiero en estos momentos es estar en paz?

—Hades —vuelve a llamarme esa pequeña y dulce voz y no puedo evitar apretar con fuerza mis dientes casi causando que rechinen—. Por favor. Escúchame.

—Ya he tomado mi decisión —digo mirando a Afrodita por primera vez desde que apareció—. Creo que es lo mejor. Se lo he dicho a todos y el consejo lo aprobó. No más premoniciones para mí. Se acabó. No sé por qué sigues insistiendo en que lo vuelva a intentar.

—Estoy segura que esta vez será diferente. Las estrellas lo dijeron y nosotros creemos en ello —me asegura con esperanza en la voz y no puedo evitar suspirar con pesadez en mi corazón.

¿Cuántos siglos llevo con ella aguardando en mi interior con cada premonición que han traído a mi?

¿Cuánto tiempo llevo esperando que sea la correcta?

Sí, mi vida ha estado enlazada a todas aquellas que lo han intentado y han fracasado en el camino.
Sí, he jugado un papel importante, pero nunca he formado parte de ellas.

Lo que daría por tener la misma cantidad de esperanza en mi como sé que se está viendo reflejado en los ojos de Afrodita.

—Además, te puedo asegurar que nadie quería decir en verdad que cuando tú lo solicitaste, pero estábamos acorralados. Y el que se haya decidido eso..., es un error. Algunos secretos, y más nuestros secretos deben permanecer ocultos. Y por años ha permanecido así, y los humanos nunca deben de saber sobre ellos, y el que ella haya hecho eso..., es algo imperdonable. El que haya sacado esa carta... eso no quiere decir que nosotros no estemos preocupados por tu decisión ahora porque no es tu culpa. Te amamos y queremos ayudarte, no debe haber duda en tu corazón.

Esta vez, al escucharlo no puedo evitar soltar una risa desdeñosa ante sus palabras mientras le doy una mirada de lado.

—¿Quererme? ¿A mí, el dios del inframundo? Todo el mundo me teme, no me aman. Creí que sabías de eso. En especial tú, siendo la diosa del amor. Nadie me venera. Y cuando se atreven a murmurar sus plegarias en mi dirección estas se encuentran llenas de desesperación porque su tiempo se está agotando y su final es inminente.

—Aunque te cueste creerlo, hay errantes, que sí lo hacen. Eres un dios que les da algo en qué creer. Muchos pueden dudar de su existencia, de cómo es que han llegado a lo que son, pero tú... Tú representas algo que con seguridad pasará en su vida. Eres algo que llegara tarde o temprano, pero saben que ahí estás. Eres la muerte. Todos creen en ti porque saben que tarde o temprano les llegará su hora —me asegura y no sé si tomarlo como un cumplido o una maldición.

¿A quién le gustaría ser recordado con miedo?
No acepté esta carga, me fue entregada sin más dejándome sin elección.

Y ahora que por fin he hecho mi elección, ellos no me dejan abrazarme a ella.

—Oh, vamos, Hades. Por favor, no puedes... no puedes hacernos esto. Danos una última oportunidad.

—Lo lamento, pero no condenaré otra alma. Han sido suficientes —niego, y si tan solo mi expresión pudiera ser un poco más suave, todo sería diferente—. Ya he tomado una decisión. No pierdas más tu tiempo, así que vete. Estoy seguro de que Zeus estará contento de escucharlo.

—Hades...

—Adiós —me recargó en la barandilla y desde aquí miro los campos donde las almas vagan sin descanso. Siempre esperando.

O al menos eso es lo que he escuchado.

Cuando la luz desaparece sé qué Afrodita se ha ido.

Y vaya que lo agradezco, me estaba dando dolor de cabeza, pero claro, toda la familia en algún momento puede llegar a hartarte.
A doler a tal grado que quieras morir.

Y en verdad quiero hacerlo, pero no puedo.

¡Malditas sean las parcas!

Pero claro, todo dios tiene su punto de quiebre. Su punto débil.

Y espero poder encontrarlo en el tiempo que me queda y cuando el momento llegue... poder explotarlo.

Una vez creí que era amado sin miramientos.
Creí que ella lo daría todo por mi.

¡Oh, pero qué equivocado y ciego estaba! Y aún así... le sigo amando.

Ojalá algún día estos sentimientos desaparezcan.
Ojalá un día encuentre a la criatura perfecta la cual esté dispuesta a amarme sin importar lo que unas tontas cartas en ayuda de las estrellas puedan decir.
Espero que llegue a existir alguien que pueda amarme como jamás haya amado en su vida. No importa que sea trate de un alma humana. Siempre he creído que ellas son las que con mayor ahínco lo hacen porque son conscientes de su mortalidad.

¿Qué se sentirá el poder amar sabiendo que en cualquier instante puedes dejar de existir?

Afrodita tiene razón.

Algunos secretos deben permanecer ocultos.

¿Y quién mejor guardián para los secretos de los dioses sino el mismísimo dios de la muerte?

Algunas veces simplemente deseo poder morir con facilidad para así poder ahorrarme todo este sufrimiento.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora