Capítulo 61

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Mi cuerpo impacta con varias ramas mientras hago el descenso de manera desenfrenada, mi cuerpo siendo arrastrado sin control alguno por la gravedad.
Lo que me parecieron horas mi cuerpo impacta sobre tierra, no me detengo como creí que sucedería al encontrar tierra. Caigo rodando por lo que parece ser una pendiente y mientas lo hago, logro moverme en una posición de protección mientras continúa cayendo.

Mi corazón no ha dejado de tronar con fuerza desde que comencé a caer, y cuando las hojas de los árboles y arbustos qué hay a lo largo del camino dejan de obstruir la luz de lo que distingo es una luna, veo que nada viene detrás de mi.

Ni Tamara ni las cosas horribles que vi en el bosque, y no sé si eso es un alivio o el augurio de algo realmente malo.

La caída se siente interminable, pero sé que no es una distancia demasiado grande, porque de ser ese el caso, supongo que este es mi final.

Siento las ramas ceder bajo mi peso una a una y con el vértigo oprimiendo mis sentidos, lo único que puedo hacer es protegerme la cabeza y el rostro lo mejor que puedo.

El impacto llega antes de los esperado y el sonido que hace mi cuerpo contra el suelo puede no haber sonado algo mal, pero ni cuerpo dice lo contrario cuando hago el primer movimiento tras recuperarme un poco. Mi brazo ha amortiguado en su mayoría la caída y cuando abro mis ojos lentamente todo da vueltas a mi alrededor pero al menos sé que no me voy a desmayar. O eso es lo que espero.

Me muevo lentamente y en algún momento entre la primera pendiente y el impacto, algo hizo que la correa de la pantufla se rompiera y mi brazo quedara libre. Supongo que es una ventaja de prácticamente caer por un precipicio.

Siento algo gotear de la comisura de mi boca, y al pasar una mano por el lugar, veo que se trata de sangre. La limpio con cuidado y cuando trago saliva en mi maltrecha garganta, veo que no es el único lugar que tiene sangre. El interior tiene un gusto metálico pero no puedo distinguir en estos momentos qué exactamente ha salido dañado.
La adrenalina sigue bombeando con fuerza por mi cuerpo y debo empezar a moverme antes de que el dolor aparezca y me impida hacerlo. Con el dorso de mi mano termino de limpiar el resto de la sangre, pero dejo la tarea a medio camino cuando siento el pinchazo de dolor atravesarme tanto el brazo como el rostro.

«Dioses sagrados.»

Consigo levantarme con esfuerzos y lo que parece ser mi hombro derecho dislocado por el dolor que me recorre, miro a mi alrededor y veo que estoy en una clase de... valle.

No, un valle no, sino un campo.

Una forma llama mi atención a unos metros y ahí, cerrado y clavado en la tierra, encuentro el cofre.

Miro hacia arriba por toda la extensión de tierra y aire por la que he caído pero a parte del cofre no hay más.

Tamara no ha llegado. Ella no ha caído conmigo y esto sólo hace que me preocupe pero no tengo tiempo que perder.
Demonios, en verdad me encantaría hacerlo, pero el tiempo corre y no espera por nadie.
Me acerco con paso tambaleante hasta el cofre y a medio camino encuentro el pequeño librito.

Extiendo con una mueca mi brazo sano, y al levantarlo veo que algunas hojas se han doblado, otras manchado pero la portada está intacta. Mis dedos dejan un pequeño rastro de sangre a su paso por la cubierta de esta, y cuando vuelvo a leer las letras doradas, ningún recuerdo surge.

Ni siquiera la caída sirvió para acomodarme las ideas.

Continuo mi camino hasta el cofre y cuando mis dedos escarban en la tierra, me doy cuenta que esta se encuentra blanda a diferencia de las otra.

Y eso sólo significa una cosa, hay agua cerca.

Miro a mi alrededor una vez más y algo del paisaje llama mi atención. Algo me grita familiaridad, pero me sucede lo mismo que con el librillo: no recuerdo qué es por mucho que me esfuerce.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora