El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️

Capítulo 5

Cuando termino de arreglar las cosas de la casa, después de haber puesto a mamá en su cama con sus cosas en orden, por fin me puedo permitir sentarme al borde de mi cama, totalmente abatida. Y eso que hoy es mi día libre.

Cada día es más difícil mantenerse a flote.

Es difícil cuando cada mañana en la que te levantas, en lugar de que tengas una preocupación menos, mil más surgen reemplazando a la anterior.

El dinero me está rindiendo cada vez menos. La factura que vi aparecer hace apenas unos días es del hospital. Al parecer, los de la hipoteca no están haciendo girar el cheque a tiempo.

Desde que le diagnosticaron una extraña enfermedad hace ya tres años y medio, mamá ha resentido todo el daño que la enfermedad le está causando. Su rostro, una vez jovial y alegre se encuentra sufriendo por todos esos días llenos de insomnio y pastillas de control.  Prácticamente toda su vitalidad quedó hecha polvo. Y a pesar de todos los diagnósticos fatalistas que nos han ido dando desde entonces, Grace Moneereh ha logrado sobreponerse al tiempo que inicialmente le habían dado.

Y en verdad estamos agradecidos con ello.

Mi familia es uno de los pilares más importantes en mi vida, y es uno de los muchos motivos por el cuál no me he salido del museo.

Y con el mal augurio que parece tener el trabajo de papá... no sé que pensar y en qué creer en estos momentos.

Flore es un gran apoyo en nuestra vida a estas alturas. Prácticamente es como de la familia. Ella me ayuda con mamá cuando no estoy cerca, y una parte de mi, una parte realmente egoísta en verdad se encuentra agradecida porque la mujer no haya podido engendrar un hijo.
Pero desde el momento en que comenzó a trabajar con nosotros, me convertí como en una hija para ella.

Y en verdad espero que ella llegue a ser mi balsa en mitad de la tempestad. Pero inclusive hay días en los que la frágil y gentil figura que es Flore se ve rebasada.

Y al parecer, hoy es un día de esos.

A pesar de saber que tengo gente que me ama, no lo sé, hay un vacío en mi pecho. Creí que al tener nuevos amigos, llenarme de gente nueva ayudaría a amortiguar esa falta, pero al final del día, me doy cuenta que todo mundo es reemplazable en algún momento de la vida de alguien más.

Aquellos que fueron amigos de la infancia y de la escuela, comienzan a desaparecer llevándose un pedazo de ti. De tu alma. Porque eso es lo que ellos llegaron a ser de uno. Llegan a convertirse en una parte importante de ti. De tu persona.

Por eso me he negado a dejar entrar a más personas. Necesito mantenerme lo más completa posible para poder luchar yo también contra la enfermedad de mamá.

Y sé que no debo pensar de este modo. Pero en días oscuros, en días como estos en los que mamá parece estar más enferma que nunca e imposible de sobrevivir, de luchar; siento que todo se me viene encima.
Y son esos momentos donde sientes que no tienes un apoyo. Alguien con quién hablar de mil cosas y tener la certeza de que esa persona te escuchará de verdad y no te ignorará como siempre suelen hacer. Una persona que sabrás que te entenderá, y no simplemente lo tome como algo sin importancia.

Decido tomar una ducha rápida, y mientras me seco el cabello, veo sobre mi escritorio, bajo una pila de facturas, el sobre de aquel día.

Lo tomo entre mis dedos y al examinarlo rompo otro poco más el sello y por fin, saco las hojas que trae dentro.

Nunca creí ver papel elegante en mi vida, pero sin duda alguna esto se le acerca con creces a uno. La palabra CONTRATO está coronando en todo su esplendor y es casa apabullante el verlo.

Nunca había tenido algo tan... formal entre mis manos.
No desde que abandoné Londres hace ya, varios años.

Las letras en plata causan en mi corazón un sentimiento que hace años no experimentaba, pero que de alguna manera sigue vigente en mi interior: excitación.

Mis ojos se arrastran por las letras lentamente, absorbiendo cada palabra que me ofrecen con esa caligrafía casi gloriosa y con tan solo ir a la mitad, estoy completamente segura que están ofreciendo un programa de estudios... alucinante.

Se centran en todo tipo de historia. Es... es como esos arqueólogos que salen en el National Geographic en las excavaciones de todo el Viejo Mundo.

Solo que ellos parecen estar centrados en su teología.

Al parecer es un pequeño proyecto en el que tanto aprendes como investigas y haces tú el trabajo. Y por lo que tengo entendido, proporcionan una remuneración. ¡Y vaya remuneración! Es admirable, pero, no. Debe de haber algo en esto que no puede estar bien.
Debe de... ¡Ah! Aquí está.

—¿Mudarme a Rodas? ¿Están locos? —bufo dejando caer el contrato con fuerza sobre mi viejo escritorio—. No podría simplemente agarrar mis cosas e irme. No podría dejar a mamá. No cuando no sé cuánto tiempo me queda con ella y está demasiado frágil para siquiera considerarlo.  No puedo...

Tras pensarlo mejor, tomo las hojas y las tiro en mi cesto de la basura. Cuando llega el momento de deshacerme de la pequeña tarjeta con el número de contacto, dudo.
La miro detenidamente un poco más, y cuando por fin estoy por tirarla, escucho un ataque de tos que proviene de la habitación contigua a la mía.

Saliendo como una exhalación, me apresuro a entrar al cuarto de mamá justo cuando la tos se detiene y veo ligeras manchas de sangre en la comisura de sus labios.

—¿Mamá? —susurro, acercándome con cuidado y el miedo se aferra a mi corazón como una vieja amiga mientras la miro.

Cuando sus ojos cansados me enfocan y una pequeña sonrisa se esboza, se la devuelvo mientras me siento a su lado limpiando el ligero rastro de sangre.

—Layla —susurra y tose nuevamente—. ¿Te quedarías conmigo? ¿Por favor?

—Siempre —susurro y me acomodo lo mejor que puedo sin volverme una molestia mientras la ayudo a acomodarse entre sus colchas.

Una de sus manos busca la mía y cuando su piel toca la mía, mi pecho duele al sentir lo fría que se siente contra la mía. Su otra mano logra colocarla sobre mi espalda y cuando empieza a moverla sobre esta acariciando también mi cabello como cuando era niña y las dos nos acostábamos a ver una película, siento como mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas así que los cierro y trato de disfrutar esos viejos recuerdos a pesar de los temblores que sacuden ahora a la misma mano que una vez estuvo fuerte y me sostuvo cuando me tambaleaba cuando recién comenzaba a caminar y que creí que nunca nada malo le llegaría a pasar.