Capítulo 63

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En varias ocasiones la pena y el dolor estuvieron a punto de nublar mi juicio, pero con cada paso que daba, con cada rayo de luz que sentía contra la piel de mi rostro, me negaba a rendirme y entregarme a ella como tanto deseaba.

«Tú puedes.» me repito una y otra vez, siendo este mi mantra mientras veo la estructura de la casa comenzar a tomar forma a lo lejos.

Tú puedes.
Tú puedes.
Tú puedes.

La actividad en la casa parece haber despertado con los primeros rayos, porque a diferencia de cuando me fui por las mismas puertas que pienso atravesar, estas se encuentran llenas de actividad y sé que los pasillos se encontrarán repletos de varias almas.
No sé qué diferencia hay entre estas y las del muelle, pero es algo curioso ver a algunas cargando cosas y haciendo cosas que uno haría estando vivo. Supongo que podría preguntar después.
A lo mejor mi madre podría estar en algún...

—¡Huy! Cuidado, chica —al sentir el impacto de algo, o más bien alguien, contra mi cuerpo, no puedo evitar apretar con fuerza las cosas que están a mi alcance, pero lamentablemente las cosas que ella lleva caen al suelo.

La mujer que me mira con unos ojos desprovistos de color, su rostro prácticamente me grita familiaridad, pero se me es imposible ubicarla.

—Lo siento —logro decir cuando mi lengua parece volver a conectarse y al agacharme a recoger algunas de las hojas que están a mi alcance.

Cuando mis dedos rozan el papel, no puedo evitar mirar con curiosidad la caligrafía que se encuentra plasmada en las hojas de un tono sepia donde se lee: «Y su joven corazón no puede ayudar; en sus venas la sangre se detiene y se congela, y el ánimo perdido abraza la fe. Cae sintiendo el beso de la muerte. Fuerte como el león, suave como el cordero. Uno de los secretos más oscuros de los dioses

Las palabras me provocan un pequeño escalofrío en cuanto las termino de leer y al alzar la vista hacia la mujer, veo que está me sonríe.

—Será mejor que recoja todo este desastre y tú te apresures —me dice tranquilamente mientras termina de recoger lo que queda de las hojas y cuando toma las que le ofrezco, le veo guiñarme un ojo.

Todo es tan extraño que mi cerebro tarda en registrar el momento en el que ella decide comenzar a alejarse de mi y cuando me giro en su dirección no sé qué fue lo que me motivó, pero me encontré deteniéndola.

—Espera —le pido y le veo detenerse unos pasos con el rostro ligeramente girado en mi dirección, esperando a que continúe—. Esa hoja, lo que llevas ahí escrito, ¿dónde lo encontraste? 

—¿Esto? —me pregunta alzando la hoja que leí y cuando asiento, se gira completamente en mi dirección—. Es simplemente... un viejo pedazo de página de un viejo libro. «Profecías» creo que se llamaba. 

¿Profecías?

—¿Cómo...? —intento formular mi pregunta, tratar de poner orden en mi cabeza, pero esas palabras, esas líneas... están causándome un terrible problema de concentración—. ¿Te he visto antes? Tu rostro se me hace conocido. ¿Cómo te llamas?

—Tal vez si, tal vez no —dice como si lo meditara, pero todo eso me ha sonado totalmente falso—. En verdad me tengo que ir, pero me ha encantado charlar contigo. Que tengas buena día, Layla.

¡¿Charlar?! ¿Ha esto le llama "charlar"? Oh, santos dioses benditos...

—¡Espera! No puedes irte, por favor, no te vayas —le vuelvo a pedir, pero esta vez mis palabras son ignoradas y veo cómo se aleja sin mirar atrás.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora