Capítulo 40

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Las lágrimas se han convertido en un enorme problema mientras me muevo por los pasillos, pero es como si mi mente estuviera en control remoto mientras avanzo.

Encuentro piedras y tela bajo mi mano y solo rezo por salir de este lugar. Siento que todo se va a derrumbar sobre mi cabeza.

Me siento atrapada, y muy dolida.

Empujo una puertas que ceden bajo mi peso y moviéndome entre las camillas, identifico la correcta.

Cuando las piernas me fallan y me derrumbo sobre ella, siento como se mueve y sé que Morgan se ha despertado, exaltado.

—¿Layla? Hey, ¿qué está..., por qué estás llorando? —me pregunta levantándose y veo que ya ha mejorado bastante en estos días—. Ven aquí.

Dejo que me envuelva entre sus brazos mientras me acuna contra su pecho mientras lloro.

«No sé que tanto de la maldición ya te ha afectado y lo que tú crees que es amor, sólo sea producto de ello.»

Yo si sé lo que es real y lo que no.

Cada vez que estoy con él, ya no me invade ese deseo apabullante y loco como las primeras veces. Con el poco tiempo que he vivido con él, que he pasado tiempo a su lado con sus actos, comencé a verlo como en realidad es. O al menos eso creí hasta que me rompió el corazón.

«Perséfone..., Perséfone puede ofrecer un trato donde anule todo esto. No habría acuerdos, solo un único resultado.»

Solo ella puede darnos una salida.

Después de todo lo que le ha hecho, todo el sufrimiento que le trajo..., ella es la única que puede ayudar.

—¿Layla? —me pregunta Morgan con suavidad y sé que esa palabra está plagada de varias preguntas silenciosas.

—Henry..., él... —trato de decir pero las lágrimas vuelven a mis ojos con demasiada rapidez y facilidad—. ¡Oh, Dioses benditos! Él acaba..., discutimos.

—¿Te hizo daño? ¿Te lastimó? —se apresura a decir y mi garganta se cierra completamente ante esto, así que como única respuesta puedo ofrecerle un gesto negativo con la cabeza—. Layla...

—Él me contó sobre tu historia con Perséfone —susurro y siento como su cuerpo se crispa—. Dijo que tú y ella...

—Eso fue hace mucho tiempo. Yo no...

—¿Así que es cierto? —susurro y me enfrento a su mirada. Ojos azules ahogándome como un mar—. No puedo creerlo. No puedo...

—Creí que la amaba —se apresura a decir y cuando intenta tomar mi mano entre la suya, la muevo lejos.

Creo que no ha sido buena idea venir a este lugar.
Todo en este lugar..., todos aquí parecen tener una enorme etiqueta con las palabras: "Aquí estuvo Perséfone."

—Layla, por favor. Déjame explicarte —vuelve a intentar y sé que si me voy en este instante, me quedaré sola. Y he estado mucho tiempo sola.

—Bien —digo simplemente pero parece ser suficiente para Morgan ya que comienza a hablar.

—A Perséfone la conocí un día que estaba visitando a mi hermana Selene en la larga noche. Ella es...

—La diosa luna, lo sé —susurro y le veo asentir.

—Perséfone estaba jugando con sus hermanas ninfas. Para ser más exactos con Nebula y Nereida. Nos hicimos amigos. Y yo..., me enamoré de ella. O al menos eso creí —suspira mirándome por un instante antes de apartar la vista y continuar—. Cuando su madre le ofreció a Perséfone vivir en los jardines del Olimpo con ella, no lo dudó y dejó de asistir al encuentro con mi hermana. Simplemente desapareció. Me volví más imprudente y arrogante de lo que ya era, y creí que jamás la volvería a ver. Nadie me decía nada de su paradero, ni siquiera mi padre quien se mofa de ser un dios omnipotente. Y cuando Zeus me golpeó con el rayo y mi cuerpo murió..., vine a este lugar. Henry fue muy comprensivo, alguien digno de admiración, y cuando me enteré de a quién estaba cortejando..., debo admitir que me molesté. Y en verdad me dolía verla todos los días en su jardín recogiendo flores, viéndola sonreírle a Hades como una vez lo hizo conmigo, estaba celoso; y cuando ella vino a mí...

—No dudaste en asistir a sus brazos.

—Creí que solo quería volver a retomar nuestra amistad. La extrañaba, Layla. Pero cuando me besó..., mi cuerpo recordó al suyo y no pude resistirlo. Ella dijo que estaba bien. Que a él no le importaba lo que ella hiciera ni con quién. Sí, una parte de mi no le creía pero esa parte egoísta..., estaba contento con sus palabras.

—Eres... —comienzo pero me detiene posando la palma de su mano sobre mi mejilla húmeda y pegajosa por las lágrimas con una suavidad sorprendente.

—Lo sé. Fui alguien tonto —susurra, acercándose—. Creo que no existe palabra que defina o signifique lo que hice. Cuando supe lo que él sentía, me alejé completamente de ella. Corté todo lazo y busqué el perdón de Hades. Un perdón que creó aún no obtengo. Pero estaba equivocado, no sentía amor por ella. Era un sentimiento tan estúpido comparado con esto.

—¿Con esto? —susurro y le miro con el ceño fruncido—. Morgan...

—No, déjame terminar. Sé que pensarás que solo se está repitiendo, pero no. Te he vigilado por seis largos años, Layla. Te conozco mejor que nadie. He visto cosas de ti..., maravillosas. Y sí, al principio creí que llegaría a aborrecerte por tener que cuidarte constantemente, pero viví a través de ti. Nos hicimos amigos mucho antes de que tú lo supieras, y cuando te veía en el museo..., supe que estaba enamorado de ti. No quería entregarte al destino que el consejo tenía destinado para ti. Me opuse cuando ellos me pidieron que te guiara hasta ellos, y Henry solo me aborreció más. No me sorprendería que creyera que algo está sucediendo entre nosotros, pero yo en verdad te quiero, Layla —siento su cálido aliento golpear mi mejilla y un escalofrío me recorre mientras cierro mis ojos y dejo que Morgan recargue su frente sobre la mía—. Es cruel hacerle esto a un alma humana. Un alma como la tuya. Teniendo toda una vida por delante. Un futuro..., quiero eso para ti. Te veo tal y como eres, no veo una adquisición o una salvación. Te veo como una persona, Layla.

—Yo también, pero por favor, detente—susurro y más lágrimas caen—. No quiero..., no quiero escuchar nada más sobre Henry o mi destino. Estoy donde debo estar. Solo sé eso.

—Podemos cambiarlo. Podemos huir.

—No puedo..., no puedo dejarlo morir —niego y su otra mano se posa en mi otra mejilla—. No quiero que él muera. No puedo...

—Pero él solo...

—No me importa —susurro—. No me importa lo que él quiera. Yo también te veo, y creo que te he visto por un largo tiempo.

Mentira. Mentira. Mentira.

Sé que es muy bajo de mi parte hacer esto, pero me siento muy sola aquí. Y mi corazón...., mi corazón necesita un salvavidas.
No puedo seguir amando a Henry.
No puedo permitir que se infiltre en mi piel y sea imposible deshacerme de él después.

Porque sé que él me dejará en la primer oportunidad que tenga cuando no le de las respuestas que quiere.

—Layla, yo podría...

—Morgan, por favor...

—No, déjame hacerlo. No puedo soportarlo más, no quiero que vuelva a repetirse.

—Yo no..., no puedo. Mi corazón...

—No me importa. Aceptaré lo que estés dispuesta a darme. Estoy dispuesto a esperar por ti.

Cuando sus labios se posan sobre los míos, mis ojos se cierran.
Al ver que no me he apartado, Morgan genera más presión y me guía en un suave baile.

Mi corazón duele, pero me obligo a acallarlo.

Logro mover mis brazos a su cuello y cuando profundiza más el beso, cuando aspiro, recuerdo.

—Te quiero, Layla. Haría cualquier cosa por ti —susurra contra mis labios.

—Yo también —susurro pero no es en Morgan en quien estoy pensando cuando lo hago—. Daría mi vida por ti.

Mientras lo beso y acaricio su cabello, solo puedo recordar un beso.

El beso de la muerte.

El beso que compartimos Henry y yo hace algunos meses.
Solo puedo recomendar esos labios gruesos y suaves, solo puedo recordar su sabor y puede que ya sea muy tarde para mi.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora