Capítulo 52

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—¿Le dijiste a Henry? —le pregunto a Mason mientras navegamos recordando sus palabras y la verdad estoy sorprendida de que le haya dicho.

—Me agradas, Layla, y no quería que sucediera esto. Por qué, dime, ¿cuáles son tus tareas?

—No pienso...

—Desde este momento sólo seremos tú y yo en esta búsqueda, así que, será mejor que me digas y así tal vez pueda encontrar un modo en el que no termines muerta.

—Dices que eso es imposible, si voy a ir al inframundo y ningún alma puede volver...

—Lo sé, sé lo que dije, pero necesito escuchar de las demás tareas, por favor, debes confiar en mi.

Le doy una mirada estilo: "¿Es en serio?" Y cuando la ve, primero le da un empujón con su vara a la barca antes de mirarme nuevamente.

—Lo siento por eso, en verdad. Pero como te dije ese día: vi como se perdía un alma por mi culpa, y no pienso volver a repetirlo.

—Bien, te lo diré. Pero aún así no debiste decirlo —le digo aparentando estar indignada pero sé que Mason lo hizo con una buena intención y no puedo enojarme por ello. Al parecer él es lo más cercano y seguro que tengo aquí abajo aparte de Henry y Hestia—. Tengo que encontrar una fruta rara que al parecer Perséfone desea. Debo beber del lethe sin olvidar; traer un cántaro de agua de los manantiales sagrados del Estigia y por último, recuperar el cofre de belleza de Perséfone.

Las tareas salen de mis labios como si de la lista de la compra se tratase, y sí, el silencio que le sigue no ayuda mucho a mis nervios recién adquiridos.

—La fruta que ella quiere, nunca he oído hablar de alguna que crezca en el inframundo. Mucho menos en el Páramo. —comienza y veo su expresión tornarse taciturna—. Beber del Río del olvido..., complicado pero no imposible, pero tú eres humana, eres un alma, así que eso en verdad es un problema ahora que lo pienso. Y el Estigia es poderoso, pero hubo una vez alguien que si pudo recoger de esas aguas.

—Psique. —susurro recordando a la amada de Eros.

Otro trágico final a causa de los dioses.

—Así es. —asiente y veo cómo rema con fuerza tres veces antes de volver a hablar—. El cofre de Perséfone no debes abrirlo por ningún motivo.

—¿Por qué iba a abrirlo?

—Muchas personas cometieron el error de abrirlo por accidente. Psique fue una de ellas y creo que ya conoces esa historia. Al parecer el cofre fue encantado por Hypnos, y cualquiera que intente mirarse en él o piense en robar algo de ello, caerá en un sueño profundo parecido a la muerte. ¿Nadie te lo dijo?

—¿Mi cara te dice que alguien me lo dijo? Nadie en este lugar parece mencionar las cosas esenciales. Y claramente nadie me dijo sobre pequeño pero muy significativo detalle. —gruño y suspiro mientras me toco las sienes—. En verdad odio que toda mi carrera no haya raspado ni siquiera la punta del iceberg de lo que en realidad son sus historias. En verdad no super realmente porque le sucedió eso a Psique, pero ahora..., todo parece tener sentido.

—En verdad lo lamento, y probablemente nadie te diga nada ya que ese debe de ser la intención de ello. Hacerte caer en la trampa.

—¿Por qué le dicen el cofre de la belleza?

—Porque en el Perséfone guarda todo lo que ella usa para verse hermosa. Es la única cosa que tiene un significado literal aquí. Tiene joyas, muchos murmuran que también tiene el anillo que Hades le dio el día de su boda y que ella sólo utilizó esa vez. —me explica y por alguna extraña razón, al escuchar sobre el anillo de casamiento de Henry y Perséfone me pone el estómago pesado—. Además, sí que te podría interesar abrir ese cofre. Perséfone tiene..., tiene una clase de collar raro.

—¿Collar raro? ¿Algo así como un collar de dientes? Porque créeme, de esos he visto...

—No, Layla. Al parecer este collar fue el que le dieron cuando venía a visitar a Hades. Este collar evitaba que se marchitara por nombrarlo de un modo y hacía que pudiera pasar de este mundo al mortal sin sufrir cambio alguno. —me explica mientras continuamos moviéndonos—. Como ya te dije, cualquiera que no pertenezca a este lugar, que no sea o un regente o un servidor del inframundo, jamás puede volver. Y aquellos que no tengan un cuerpo terrenal al cual volver, que ya no pertenezcan al mundo de los vivos, es mucho más fácil para el inframundo atraparles y créeme, cuando este se adueña de ellos, jamás los vuelve a liberar. Ese collar dejó de serle útil a Perséfone cuando ésta se convirtió en reina. Ahora, sostente, vamos a cambiar de canal y puedes marearte un poco.

Hago lo que me dice mientras pienso en las pocas posibilidades que tengo de regresar del inframundo, pero debe hacer un modo de hacerlo. No puedo permanecer ahí, no cuando el único que va a saber de mi paradero es Mason y él ni siquiera puede irme a buscar si las cosas se ponen realmente mal.

—¿Mason? —murmuro pasando mi mirada de los terrenos que pasamos con rapidez y cuando comienzan a marearme, bajo mi vista al agua—. La pareja que vimos ese día cuando veníamos de regreso, ¿quienes eran?

—¿Por qué piensas que les conozco? —me responde y no puedo evitar admirar el cambio en la tonalidad del agua cuando estamos a punto de cambiar de canal y el nuevo río resalta cómo si le hubiesen echado brillantina.

—Cuando escuchaste la risa de la chica, te giraste sin dudarlo a verla, y cuando viste a la pareja..., debo admitir que conozco esa mirada. Más de lo que me gustaría, pero lo hago. —susurro mientras miro la superficie del agua y una sonrisa tira de mis labios ya que estos parecen tener miles de cristales sumergidos por el tono y el brillo que desprenden las profundidades—. ¿Ellos son...?

—¿Las almas que condené y perdí? Sí, lo son. —me responde y al escucharlo no puedo evitar voltearlo a ver—. No me mires de ese modo, Layla. No merezco tu compasión.

—¿Qué fue lo que sucedió?

—Es una larga historia, y tal vez no es una historia que sea conveniente que te cuente en este momento. Una vez que termine todo esto, prometo hacerlo. —su promesa es sincera y cuando me sonríe, no puedo evitar devolvérsela.

Regreso mi atención a las aguas, y miro atentamente la superficie mientras mi mente pasa de mis tareas a lo que Mason pudo hacer hecho, pero las aguas se llevan el premio mayor de mi atención.
La superficie se ve lisa y sin ninguna ondulación a pesar del movimiento de la barca, y solo puedo pensar en el cristal.

Me inclino un poco más sobre la orilla de la barca, y extiendo mis dedos hacia el agua. Unas pequeñas gotas chocan contra ellas y cuando lo siento, no puedo evitar soltar un quejido.

¡Dioses! Esta cosa parece estar arder.

—¡No, Layla, aléjate de...! —escucho que comienza a gritar Mason y antes de siquiera poder alejarme, una figura oscura y demasiado velos para ser detectada por mis pobres ojos humanos emerge a la superficie y atrapa mi antebrazo.

Mis ojos se abren como platos cuando veo las escamas como pequeños diamantes relucir a la luz, y esto debió ser lo que estuve viendo todo este tiempo.

No eran las profundidades ni cristales preciosos, eran monstruos.

Mason no tiene tiempo de atraparme y sé que será imposible que él me dé alcance cuando comienzo a sentir como tira de mi arrastrando piel, músculos y hueso bajo su mordida.

Mi cuerpo cae al agua con un sonido amortiguado, y cuando el agua comienza a envolverme y siento como soy jalada hacia el fondo, siento como si fuera un dejavú. Mi cuerpo y mi mente sabe que esto ya sucedió, pero mis recuerdos..., yo no recuerdo haberlo vivido. No...

—¡Layla! —escucho que alguien me llama pero no es la voz de Mason la que escucho, sino la de Henry antes de que las aguas me cubran por completo y mis pulmones comience a llenarse de agua.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora