Capítulo 30

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Me quedo con Morgan por lo que parecen ser horas mientras este me explica en qué consiste su trabajo.

En cuanto Perséfone decide el destino de un alma, Morgan tiene que encontrarla y ayudarle a tomar el camino correcto.

—¿Qué pasaría si no llegases a encontrar a esa alma?

—Bueno, pues a parte de no conseguir el eterno descanso, nada en especial —se burla y pongo los ojos en blanco poniéndome a su par—. No entiendo. ¿Hades te dejó venir a verme sin antes explicarte las cosas? ¿Por qué?

—Te vi por uno de los ventanales y en verdad estaba sintiendo que me ahogaba.

—¿Se lo dijiste con esas palabras?

—Eh. No. Le pregunté si podía hablar contigo antes —le explico y frunzo el ceño al ver su expresión—. ¿Por qué? ¿No debí hacerlo? ¿Te metí en problemas?

—Probablemente —murmura indeciso y no sé si lo está diciendo a modo de broma o no.

—¿Por qué? Eso tampoco entiendo de ustedes, se supone que son..., una clase de amigos inmortales o alguna cosas así; pero hay veces en las que parece que se quieren matar. Mutuamente.

—Lo éramos..., lo somos. Es extraño —dice y se detiene a lo alto de una colina—. Probablemente me odiarás.

—¿Por qué? —pregunto frunciendo el ceño y la desconfianza no tarda en aparecer—. ¿Qué fue lo que sucedió?

—En verdad me gustaría decírtelo, pero es algo que Henry debe de... estar presente o el decírtelo antes. Él no confía del todo en mi —trato de pensar que fue lo que pudo haber echo Morgan para generar esta disputa entre ellos, pero no encuentro nada.

No sé su historia. La de nadie ahora que lo pienso, pero la expresión de Henry cuando le pedí ver a Morgan...

—Será mejor que regrese —miro a mi alrededor tratando de orientarme, pero no sé en dónde estoy—. ¿Cómo...?

—Lo sentirás.

—¿Lo voy a sentir?

—Estás... conectada a la casa —me explica y no creí que las cosas podrían ser más raras—. Así que, no te perderás. Será algo sencillo, y sino, no dudes en gritar.

Me da un guiño rápido antes de darse la vuelta y comenzar a descender, dejándome sola.
No es una opción el que me quede aquí, así que simplemente espero a que la cosa mágica que dijo Morgan que al parecer tengo sé active y me guíe.

Me muevo con pasos vacilantes pero cuando escucho el sonido de voces bajas e infantiles decido ir a echar un vistazo.

Debajo de un árbol, con lo que parece ser un ejército de muñecas y peluches, se encuentra la misma niña de la casa. Lily.

—¿Gusta más té, señorita Ness? Oh, no se preocupe por María Antonieta, ella no puede discutir nada cuando se ha comido ya dieciocho galletas. ¡Ya veremos el día en que se pese! Pegará tal grito en el cielo que... —suelta un jadeo cuando alza la vista y me ve, y no puedo evitar sonreírle.

—Hola —la saludo acercándome más a la sombra que ofrece el enorme árbol—. No sé si me recuerdas, yo soy...

—Eres la invitada de mi señor. La nueva —asiente y veo como esconde tras su espalda su pequeño juego de té—. Lamentamos lo de tu ventana. En cuanto podamos le diremos al señor que...

—No hay nada que decir —me apresuro a aclarar—. No dije nada. Bueno, creo que nadie se ha dado cuenta.

—Oh, yo creo que sí —me asegura soltando una pequeña sonrisa pero la borra en cuanto me ve mirándola—. ¿Puede ayudarte?

—Bueno, pensaba regresar a la casa —le explico haciendo un gesto vago a donde sea que esté la casa—. Pero si no te importaría, me encantaría tomar el té con..., estas increíbles damas.

—Señoritas —me corrige y le tapa los oídos a la más próxima—. Si escuchan la palabra D-A-M-A o S-E-Ñ-O-R-A enloquecerán. Son algo delicadas con la edad.

—Ni que me lo digas —asiento y tomo lugar en la hierba y acepto la tasa que me ofrece—. Gracias, señorita...

—Lily —se presenta ofreciéndome su pequeña mano.

—Hola, Lily, soy Layla —asiento sonriendo y cuando mi mano deja la suya, tomo el trago más largo de té imaginario que haya dado en mi vida—. Hmmm, esto está exquisito. Mis felicitaciones al chef.

—¿Una galleta? —me ofrece y en verdad veo aparecer una.

—¿Cómo...? —murmuro consternada y se ríe al ver mi expresión.

—Aquí puedo pensar en lo que yo quiera y traerlo —me explica—. Mi Señora..., ella me lo permite.

—¿Conoces a Perséfone?

—Sí, ella fue quien me recibió cuando recién llegue aquí. Ella y mi amo estaban... juntos. Eso fue antes de la tragedia.

—¿Qué fue lo qué pasó? —le pregunto y noto como sus hombros adquieren una rigidez repentina.

—No..., no está bien que se lo diga —niega, agachando la mirada—. Mi señora no lo vería con buenos ojos. Y no quiero...

—Oh, no te preocupes —le tranquilizo posando mi mano sobre su brazo encontrándolo cálido—. Así que María Antonieta se ha comido dieciocho galletas.

—Y quiere quitarle su casa a la señorita Ness —susurra y cuando vuelve a iluminarse su rostro con diversión, parte de mi tensión se elimina—. Y Ana Karina..., ¡está enamorada en secreto de su jardinero! ¡Eso sería un escándalo!

—¿Un amor prohibido? —digo aparentando confidencialidad y Lily se ríe—. Eso suena emocionante.

Continuamos bromeando con sus muñecas y sus posibles amoríos con otros caballeros –como le gusta decirle a los soldados de su hermano– y el tiempo se me pasa volando.
Este lugar no ha menguado en cuanto a la luz, pero por el cansancio que al parecer se ha adueñado de mi cuerpo, ya debe de ser tarde.

—Eres una increíble compañera de juego —dice Lily mirándome detenidamente y mis mejillas se colorean—. Eres buena. No te pareces a la última chica.

—¿La última? —repito frunciendo el ceño pero antes de que pueda insistir, un estallido de negrura surge a unos metros de nosotras y de la masa de humo veo surgir una figura.

Cuando queda fuera, Henry se encuentra observándonos.

—Hola, Lily. Veo que te quedaste entreteniendo a Layla —comenta dándole una sonrisa genuina a la niña quien se pone colorada—. Lamento interrumpir su tarde de té hermosas señoritas, pero debo llevarme a la invitada.

—Me gustó jugar contigo —le aseguro dejando el juego en la hierba para después levantarme para ir al lado de Henry.

—Es hora de ir a casa —dice para nadie en particular y antes de que pueda decir algo más en dirección de Lily, nos desvanecemos.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora