La habitación donde aparecemos es espaciosa.
El doble que la habitación de la casa de Rodas y bien aquí entrarían unas cuatro de mi habitación en Nueva York.
¿Qué espera que haga con tanto espacio? ¿Acampar? ¿Fiestas de pijamadas con Perséfone, la rubia come almas y la muñequita de porcelana?
—Es demasiado —me encuentro diciendo y cuando su mirada caen en mi, me apresuro a continuar—. Digo, gracias por darme una habitación, pero creo que es demasiado grande.
—Y eso era lo que esperaba de ella —me asegura y veo como se quita una gabardina negra que antes no le había visto—. Digamos que Perséfone no está contenta con que esté aquí. Y como han sucedido las cosas..., no confío mucho en dejarte sola.
«Oh, no. No puede estar...»
—Estás diciendo que...
—Vamos a compartir habitación. Por razones obvias y de seguridad —dice y mis pulmones parecen tener problemas con seguir trabajando y hacer que no entre en un colapso—. Sé que puede ser algo incómodo, pero prometo conseguir una habitación para cada quien. Será cuestión de días que vuelva a poder hacerme con el poder de este lugar, mientras tanto, tendremos que compartir.
—¿Y Morgan?
—Perséfone y él... tienen historia. Una más amigable que la mía, si es que aún se le puede considerar. Él se las apañará solo —se limita a decir y cuando escucho un maullido surgir, veo salir debajo de la cama a una bola pequeña de pelos blanca.
Camina con pasos decididos y majestuosos a pesar de sus 10 cm de altura hasta detenerse a mis pies.
Alza su mirada y sus ojos azules me miran entre la masa blanca.—Hey amiguito —digo agachándome a su altura con una sonrisa estirando mis dedos para acariciarle.
Ni siquiera veo algo moverse pero cuando mis dedos quedaron lo suficientemente cerca del suelo, algo se incrusta en ellos mandando pinchazos de dolor por todo mi cuerpo.
—Pero, ¿qué demonios...? —acuno mis dedos con mi otra mano y al mirar nuevamente el suelo, veo una segunda bola de pelos al lado de la gris—. ¡Hey! Eso no ha sido muy bueno de tu parte.
El nuevo gatito es del color del acero y sus ojos son verdes cuando me mira con el pelaje encrespado.
—Veo que ya conociste a Snow —escucho decir a Henry y al buscarlo lo encuentro cerca de lo que parece ser nuestro armario.
«Nuestro.» pensarlo suena raro. ¿Decirlo? ¡Ja! Solo espero no hacer el ridículo ni morir en el intento.
—¿Snow? ¿Le pusiste "nieve" a esa cosa? —pregunto, incrédula—. ¿Por qué?
—¿Por qué no?
—¿Tal vez porque la nieve es bonita y pacífica y esa cosa no es ni siquiera blanca? ¡Es como si fuera un mini vampiro! Algo así como un conde Gatula.
—¿Conde Gatula? —repite y suelta una carcajada cruda, sorprendiéndome—. Me gusta. Ahora será Conde Gatula. Aunque Snow es un buen nombre. Se llamará: Conde Gatula Snow.
Veo como quita unas prendas del perchero y mi mente se convierte en gelatina al pensar que pronto se va a cambiar.
Frente a mis ojos.
Oh, cielos.—Puedes dormir en la cama —su comentario me toma por sorpresa y regresando de las alcantarillas pongo toda mi atención nuevamente en él.
—¿Cómo? —repito.
—Puedes dormir en la cama. Yo estaré en el estudio —vuelve a repetir pero esta vez señalando una de las tantas puertas qué hay cerca.
«Espera, ¿hay un estudio aquí?»
—¿Vas a dormir ahí? —pregunto y hay una muy buena posibilidad de que sea una pregunta verdaderamente estúpida.
—Tengo un sofá mucho más cómodo de lo que me parece la cama y en verdad no necesito dormir mucho —me asegura pero no le creo mucho eso de dormir poco—. Esta era..., era mi habitación antes. Antes de que conociera a Perséfone y todo esto se diera.
—¿Qué fue lo qué pasó? Todo aquel con el que he hablando hasta este momento han mencionado cosas como "Lo que sucedió", o, "antes de que sucediera"; pero en verdad no sé de lo que están hablando. ¿De eso si podemos hablar o también es parte de todo este misterio?
—No, yo creo que si lo podemos hablar —asiente poniendo con cuidado su ropa sobre su brazo de manera pulcra—. Como te dije esa vez que salimos a cenar, la historia no es como todos la pintan. Y éramos felices. Después de que ella se enamorara de Narciso –a quien ya conociste por lo que me comentó Morgan, solo que con el nombre de Julián– buscó el modo de convertirle. Hacerlo eterno. Pero para eso él necesitaba convertirse en un dios verdadero. Y solo hay dos modos de hacerlo: naciendo siendo uno o tomando el control de un reino y gobernar. Aquí solo hay cuatro reinos importantes: el océano, el inframundo, los campos Elíseos y El Olimpo.
—Dos de ellos gobernados por tus hermanos.
—De hecho somos tres quienes gobernamos —me corrige y mi sorpresa debe de ser grande porque sonríe—. Poseidón se encarga del Océano, obviamente; de los campos se encarga Zeus y del Olimpo mi hermana Hestia.
—¿Zeus no está a cargo del Olimpo?
—Puff, no —niega bufando y le veo temblar como si la simple mención de Zeus a cargo del Olimpo le horrorizara—. Zeus es el menor de nosotros. Hestia es la mayor, después llegó Poseidón, de ahí sigo yo y por último Zeus. Se le atribuye a él lo que hoy en día es el Olimpo por toda su descendencia, pero Hestia es la que en verdad lleva todo el asunto. Y regresando a lo anterior, por eso es que Perséfone quiere adueñarse del inframundo. Está buscando el modo de recuperar su eternidad y obtener una para Julián.
—¿Qué te pasaría si eso llegase a pasar? —pregunto temiendo la respuesta.
—Bueno, no pueden haber dos dioses de un mismo reino, así como el inframundo me sería arrebatado, también lo sería mi eternidad. Moriría —al escucharlo no puedo evitar titiritar—. En estos momentos sigo siendo primordial para Peséfone porque yo soy quien mantiene el equilibrio y el orden en este lugar porque ella no sabe como hacerlo. Que no lo dirija es un pequeño daño colateral de nuestro acuerdo.
—¿Por qué firmaste un acuerdo?
—Eso es algo a lo que tú sabes la respuesta —me responde guiñándome un ojos comenzando a caminar hacia una de las puertas—. Y estoy seguro que lo descubrirás sola. Te sugiero que descanses. No sé qué nos espera mañana, pero es mejor estar preparados.
—Henry —le llamo pero es demasiado tarde. Se ha ido—. ¿Entendieron algo?
Mi pregunta va dirigida a los gatitos infernales y cuando me dejo caer sobre la cama, hundiéndome, veo me siguen hasta la cama.
Escucho como suben por los pies de la cama y al mirar de costado les veo aparecer. Avanzan con las patas hundiéndose en las mantas. Storm se queda en mis pies hecho una bola pero Snow –ahora el Conde Gatula Snow, si es que Henry estaba hablando en serio– me observa como si yo fuera una mariposa colorida pero estúpida atrapada entre una telaraña esperando su muerte.
Estoy esperando a que se me lance al cuello pero me quedo sorprendida cuando el pequeño demonio se pega a mi costado y ahí se aovilla en una bola, ronroneando como un pequeño motor.
—Bueno, al menos espero no me mates mientras duermo —bromeo en su dirección y sintiendo todo mi cuerpo pesado, así que decido cerrar mis ojos y entregarme al sueño.
ESTÁS LEYENDO
El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️
Fantasy"Y su joven corazón no puede ayudar; en sus venas la sangre se detiene y se congela y el ánimo perdido abraza la fe. Cae sintiendo el beso de la muerte. Fuerte como el león, frágil como el cordero. Uno de los secretos más oscuros de los dioses." ⚜...