Capítulo 66

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Mis ojos tardan en ajustarse al cambio de luz y al mirar a mi alrededor, veo que nos encontramos en el mismo valle del muelle donde Mason me dejó cuando fui a realizar las tareas. Y en efecto, a mis espaldas se encuentran las puertas al Inframundo.

Sólo que esta vez no está Caronte ni Mason esperándome al final del muelle. No hay nadie y eso incluye a los malditos espectros que merodean a las almas y esto simplemente lo puedo agradecer.

El corte en mi mano ha dejado de sangrar y al mirar mi palma, encuentro una cicatriz fina y muy curada para ser reciente. Examino mi piel algo consternada por esto tratando de ver si hay alguna pista sobre por qué ha sucedido esto, pero es Elowin la que me ofrece una explicación.

—Es la sangre del señor del Inframundo la que esta haciendo ese trabajo. Puede que no te haya dado suficiente, pero es muy poderosa, mortal. Estamos hablando de la sangre de un dios. El dios de los muertos.

Su apariencia ha cambiado a como se encontraban en la superficie mas humanos que monstruos y ahora tiene la apariencia con la que los vi esa vez: rodeados de sombras y con cuernos.

—¿Eso quiere decir que tengo alguna clase de poderes ahora? —le pregunto y es el otro servidor de Ker quien me responde.

—No. La sangre desaparecerá y tu podrás ser asesinada con la misma facilidad de siempre. La sangre es muy poderosa, así que cuidado a quien se la ofreces y con quién haces tratos.

—Hablando de tratos, ¿qué sucede con el que hicimos ese día en el valle? ¿Qué...? ¿Qué es lo que me pedirán a cambio? —le pregunto a la pelirroja quien se encuentra esculcando sus dedos, aburrida.

—Abraxor se encargará de eso. Él fue quien te ofreció el trato y él será quien lo cobre. Y no podrás evitarlo mortal. Sea lo que él te pida, tendrás que cumplirlo. ¿Ahora entiendes la insistencia del barquero para que te mantuvieras lejos de ellos? Ni siquiera Zeus puede romper un trato de esos —mientras lo dice su sonrisa se ha vuelto la de una depredadora y no puedo evitar reprimir un escalofrío al comprender la magnitud de esto.

—¿Qué...? ¿Qué estamos esperando? ¿Por qué no nos estamos moviendo? Debemos ir a la casa —comienzo a decir al ver que ninguno hace movimiento alguno y al mirar a la pareja le veo muy tranquilos.

—Y es porque no podemos hacer nada. Solo estamos acompañándote hasta que venga el barquero por ti. Sheda nos dio ordenes de no perderte de vista hasta entregarte en manos seguras y eso es lo que hacemos. Debes esperar al barquero. Sin él no podrás irte de aquí. Nuestro dominio termina aquí y no podemos ir más allá por mucho que lo deseemos —dice Elowin y mi estómago se desploma—. Y a menos que sepas de algún modo para llamarle o sepas  usar esa sangre o cómo navegar por los ríos del Inframundo, tienes que esperar por él o te perderás.

—¿Qué? No. No podemos quedarnos aquí así como así. No hay... No hay tiempo —niego y recuerdo haber visto una vieja barca varada en este lugar.

Comienzo a caminar por el muelle tratando de buscar debajo de éste y en lo que puedo ver de la orilla del valle, simplemente comienzo a buscar.

Paso varias veces por el muelle, comenzando a dudar de que realmente lo haya visto, pero cuando a lo lejos distingo lo que parece ser un objeto –y en verdad agradezco que no existan los cuerpos como tal y solo almas, porque sin duda alguna eso en otra condiciones parecería un cadáver–, me detengo a mitad de camino, vuelvo sobre mis pasos y me dirijo en esa dirección.
Tengo que mover montones y montones de hierba, ramas y flores extrañas con espinas que no había visto antes para llegar al lugar, y cuando mis dedos tocan algo sólido en mi búsqueda a ciegas, me apresuro a quitar lo demás.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora