Capítulo 44

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Perséfone me mira con los ojos brillantes y sin poder evitarlo, miro constantemente por encima de mi hombro.

Henry o Morgan pueden aparecer en cualquier momento. Y si ella decide abrir su boca, las cosas se pondrán feas.

—Así que dime, ¿qué es lo que decidiste? —vuelve a insistir y aprieto mis manos a los costados.

—Vayamos a otro lugar —respondo en su lugar y la sonrisa de Perséfone se desvanece.

—Bien. —accede y comienza a caminar saliendo de la oscuridad.

Me debato un poco entre pedir ayuda o no, pero vamos, no puedo decir ni una sola palabra, aunque si me gustaría tener un poco de apoyo en esto. Ella puede ser un poco impredecible.

Cuando veo que ya está a punto de salir de la habitación, me apresuro a seguirle el paso y pronto le doy alcance.

Nos guía por un pasillos diferente por el que fui con Hestia y cuando nos detenemos, estamos al aire libre.

—Bien, te escucho. —dice, girándose en mi dirección y no pienso acceder tan fácilmente debe de haber otro modo de evadir esta propuesta.

—¿Por qué insistes tanto en qué hagamos un trato? —le pregunto y veo cómo pone los ojos en blanco.

—Porque te estás quedando sin tiempo, Layla.

—Tú no sabes eso. Yo...

—Tú eres la que no sabes cosas. Henry es demasiado bueno y caballeroso para decirlo, pero yo no: el tiempo se está acabando, y si no encuentras una salvación a finales del mes, el inframundo es mío.

—¿Qué? —digo sin poder entenderlo y cuando hago cuentas, me doy cuenta que solo queda una semana a lo mucho para que el mes llegue a su fin.

—Henry perdió mucho tiempo contigo, y cuando tú aceptaste por fin, bueno, las cosas no salieron tan bien, ¿verdad? —se burla y no puedo evitar apretar la mandíbula.

—No entiendo, ¿por qué deseas ser tanto reina?

—¿Alguna vez deseaste algo tanto que darías lo que sea por ello? —me pregunta y sé que no espera una respuesta ya que continúa—. Todos en esa habitación, todos estos..., dioses malditos, se burlaron de mi. Viste como me trato Hestia. Me despreciaron por siglos. Y quiero venganza. Pienso soltar al titán Atlas pero solo el regente de este lugar puedes abrir las puertas del Tártaro y liberar de sus cadenas a quien él desee. Y tengo planes que atender. Planes que tú me impides completar, estúpida mortal. Así que, dime, ¿aceptas?

El insulto me molesta y estoy a punto de acercarme lo suficiente como para golpear su bonito rostro pero me contengo.

Sí ella quiere que acepte este trato, es porque debo de estar cerca de descubrir algo, ¿no?

Pero si yo no estoy cerca de nada y dejo pasar esta oportunidad..., Henry lo pagará.

Dije que lo salvaría de un modo u otro. Y si esta es la oportunidad que necesito...

—¿Qué es lo que tendría que hacer? —le pregunto y su sonrisa socarrona y altiva regresa.

—¿Eso es un «sí»?

—No, pero primero quiero saber que es lo que voy a hacer. Bien podrías medirme la muerte y yo no podría negarme.

—El consejo piensa darte unas tareas. Como se están quedando sin tiempo, Hestia quiere que tengas más oportunidades de ganar. Por eso están aquí también, van a hacerte la propuesta. Una a la cual decidí acceder. —sonríe ampliamente y la luz le da un aire demasiado gentil—. O encuentras el acertijo que envuelve todo esto, o cumples con las tareas. Son como las que le fueron conferidas a Hércules. Son tareas muy fáciles en mi humilde opinión que quieren que hagas, yo sugerí algo más complejo. Alguna que otra pelea a muerte, pero claro, se negaron. Por eso quiero hacerte un trato: acepta las tareas, diles que las cumplirás, pero necesito que falles. Solo puedes fallar una tarea, Layla.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora