Capítulo 55

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Henry.

Muevo mi brazo con lentitud y ahí donde mis dedos deberían tocar piel y huesos, solo encuentran el vacío.
Abro los ojos con urgencia y miro extrañado que el lado de Layla se encuentra vacío.

Es extraño porque no le sentí moverse, y por lo general soy yo quien se despierta antes, no ella.

—¿Layla? —pregunto a la habitación, mi voz resonando contra las paredes pero no escucho ningún susurro.

La puerta del baño se encuentra cerrada y no hay luz bajo ella así que ella no está ahí. Tal vez y...

El sonido de la puerta corta mis pensamientos y con la ligera esperanza de que sea ella, me levanto y en verdad doy pena ante la velocidad en que me muevo.
Mis dedos envuelven la manija con fuerza y al girarla y abrir, no es a ella a quien me encuentro.

—Perséfone. —le saludo y trato de recomponerme de la decepción—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Puedo pasar? —me pregunta y en verdad no es una buena idea.

Estoy por negarme, pero al parecer era una de esas preguntas sin respuestas ya que ella simplemente entra.

Debo sacarla de aquí.
Por una vez no la quiero cerca.
No cuando necesito encontrar a Layla y así poder por fin, terminar con esto.

—No es un buen momento. Será mejor que te vayas. Además, convocaré una reunión. Hay un tema que me gustaría hablar con ustedes, en especial contigo sobre las tareas. Layla y yo hemos decidido que no las realizará a pesar de lo que se acordó. —digo y en lo que hablo, con el poder oscuro que mi padre me dió, hago que el agua de la regadera comience a correr en el cuarto de baño—. Si lo que necesitas es que ella te lo confirme, en cuanto ella salga de bañarse...

—Vaya, nunca creí que este día llegaría. Y nunca creí que llegases a mentirme, ¿y todo por qué? Por una mortal. Pero debo decirte algo, cariño, tú plan lamentablemente ha fracasado. Sé que Layla no está aquí.

—¿Qué...? ¿Qué le hiciste, Perséfone?

—¿Por qué todo el mundo piensa que le voy a hacer algo? No le he hecho nada, tranquilízate. Además, jamás tocaría un sólo cabello de esa cabecita suya. Me ofendes.

—¿Qué estás haciendo aquí? Y quiero la verdad. ¿Dónde está Layla?

—¿Justo en este momento? Ella debe de estar llegando al inframundo si no me equivoco. —me responde y veo cómo una pequeña sonrisa comienza a formarse en sus labios hasta convertirse en una sonrisa seductora.

¿En el inframundo?

¡Oh, dioses benditos! Ella no pudo, ella no está..., ¿qué demonios hizo?

—Debo irme. —murmuro y cuando intento pasar por la puerta, el pequeño y delgado cuerpo de Perséfone se interpone entre la puerta y yo.

—¿A dónde vas? —susurra y pasa un brazo alrededor de mis hombros haciendo que nuestros cuerpos se peguen.

—Debo ir...

—¿Ir a rescatarla? No lo creo, cariño. —niega y en ese instante veo cómo Julián aparece a mis espaldas en una explosión oscura, y esto no es bueno.

Él no debería... él no debería poder hacer eso.

—¿Qué es lo que quieres? —le pregunto con cautela tratando de poner la mayor distancia entre nosotros, pero ella se niega a soltarme—. No tengo tiempo así que, por favor, muévete.

En lugar de hacerse a un costado como creí que lo haría, Perséfone se pega más a mi.
El suave aroma de su perfume a flores me golpea y no puedo evitar apretar la mandíbula.
Siento como la mano que se encuentra ahora en mi nuca se tensa y la otra se encuentra sobre mi brazo, sus dedos recorriéndome como una caricia y su tactos es...

—No lo creo, amor. —susurra muy cerca de mi rostro y su respiración golpea mi cuello—. Tenemos que hablar. Al parecer hay varias cosas que no me has dicho.

—Por favor. Suéltame y déjame ir.

—No. —vuelve a decir y cuando se separa, la sonrisa seductora ha desaparecido—. ¿Julián?

Siento una mano posarse sobre mi hombro y cuando me giro, el bonito rostro de Julián me saluda.

—Ella ha dicho que quiere hablar, así que, vamos a hablar. Te guste o no, Hades.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora