Capítulo 8

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Me dejo caer sobre la cama con pesadez, y sé que no debo de demorarme.
Debo volver al hospital lo más rápido posible.

Cuando reúno la fuerza suficiente para poder moverme por toda la casa y recoger las cosas que necesito, veo que ya es tarde. Demasiado.

Después de salir del hospital, prometí que iba a volver al trabajo, pero simplemente no pude hacerlo.

Sé que estuvo mal, pero no sabía que hacer, así que simplemente estuve moviéndome de un lugar para otro por la ciudad tratando de pensar en una manera de poder solucionar esto y poder mantenernos a flote una vez estén los resultados del fallo y los doctores comiencen a pedir nuevamente sumas y sumas de dinero para los nuevos medicamentos.

Muchos en mi situación ya hubiesen abandonado a su enfermo y no entiendo como pueden existir ese tipo de personas sin corazón respirando. He visto varios enfermos abandonados en habitaciones solitarias esperando solo a morir, sin ninguna esperanza más en su pobre cuerpo y he querido gritar por ello. Mientras yo exista me aseguraré de que mi madre no se convierta en uno de ellos. Mientras yo exista mi madre siempre tendrá a alguien. A veces envidio a la gente que está forrada de dinero y en lo único que piensan es en gastarlo en banalidades en lugar de hacer algo bueno con ello. Sé que existen sistemas de apoyo, no solo para enfermos sino para muchas otras cosas, pero como sucede en todos los sistemas gubernamentales siempre existe una falla en el sistema. Para poder generar el cambio debe ser por parte de los afectados, pero nunca existe la suerte para nosotros de poder hacerlo. Se necesita poder y dinero para lograrlo, mucho de lo que gente como yo, no posee.

Continué moviéndome por la ciudad en un círculo vicioso y no fue hasta que comenzó a caer la noche, y esa parte entumecida de mi decidió despertar, que decidí volver a casa.

Encontrarla vacía y oscura produjo algo en mi demasiado grande y desde que llegué hace unas horas, la sensación no ha desaparecido.

¿Así será mi vida si ella desaparece? Dios, prefiero morir. No creo siquiera poder soportarlo el imaginar que ella ya no podría estar aquí. No podría...

—¿Estás segura que esta es su dirección? —me detengo al escuchar los murmullos que provienen de mi puerta principal, pero debo de estar soñando.

Porque esa voz se parece mucho a la de Morgan. Y sé que Morgan no puede estar ahí parado en mi pórtico.

—¡Por supuesto que sé si esta es la dirección correcta! —esa sin duda es la voz de Kim.

Oh, Dios mío. ¿Qué hacen ellos aquí?

Acorto la distancia qué hay entre mi cuerpo y la puerta, y al abrirla, encuentro a los dos, cara a cara y acalorados por la discusión.

—¡Hey! ¿Qué hacen aquí? —murmuro mirándolos un poco nerviosa.

—¡Layla! —Kim se me arroja al cuello y cuando deja de estrujarme en un abrazo casi fatal, miro a Morgan tratando de entender su presencia en mi casa.

—De ella creo entender el por qué está aquí, ¿pero tú?

—Bueno, es extraño cuando faltas, así que decidí ver si estabas bien —su voz va disminuyendo poco a poco, y veo como se gira hacia Kim, colérico—. Fue su idea. Yo no...

—Lo que él no tiene el valor de decir es que no estaba seguro de venir, así que le di un pequeño empujón —se encoge de hombros mi amiga y me mira preocupada—. ¿Qué fue lo qué pasó? ¿Por qué no regresaste?

—Ya sabes, asuntos familiares.

—¿Tú mamá otra vez? ¿Cómo está? —me pregunta, y sé que todo rastro de diversión se ha borrado por completo de su expresión y con lo único que me mira en estos momentos es con genuina preocupación.

—Bien, nada grave —miento a medias y en verdad me incomoda tener a Morgan aquí. Lo siento como una violación a mi vida privada. Una mezcla rara—. En serio me complace tenerlos aquí, pero debo arreglar algunas cosas.

—Claro, linda. No te preocupes —asiente Kim, y veo como empuja a Morgan lejos de mi puerta, lista para llevárselo—. Si necesitas algo, llámame. Espero que pronto regreses al trabajo.

—También yo, gracias —asiento, y antes de cerrar, les ofrezco una de mis sonrisas falsas.

Cuando la puerta se cierra, me quedo recargada sobre ella y justo cuando voy a moverme, escucho un murmullo:

—¿Qué es lo que le sucede a su mamá?  —escucho preguntar a Morgan, y sé que mi amiga no está cómoda con esto.

Está enferma —gruñe—. Tiene una enfermedad rara. Creí que ya lo habías... descubierto y por eso habías decidido venir. Layla no suele hablar sobre ello, es muy reservada con su vida así que espero por el bien de tus bolas, que no hagas alguna clase de broma estúpida sobre esto. Ahora, vámonos. No creo poder estar mas tiempo a tu lado sin querer golpearte y ni siquiera preguntes por qué, simplemente quiero hacerlo.

Escucho algunos pasos sobre la gravilla del camino, y cuando esta deja de sonar, sé que se han ido esta vez.

Una clase diferente de lágrimas amenaza con surgir tras escuchar a Kim y parte de la pesadez que aún seguía conmigo parece haberse ido. En esta ocasión, hacer la maleta se vuelve fácil, y cuando salgo con ella, me aseguro de dejar todo en orden.

Mañana tendré que ir a trabajar si quiero permanecer dentro del museo. No creo que mi jefe tolere un segundo día de ausencia. Si quiero poder seguir pagando el hospital de mamá, debo hacerlo. Y sobre todo, debo de acallar las preguntas que esto, estoy muy segura, debió levantar.

No quiero tener gente extraña en el pórtico de mi casa preguntándome ni trayéndome cosas por compasión. Realmente no necesito eso en mi vida... aparte de Kim.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora