Al descender del avión, lo primero que me golpea es el calor.
No es un calor sofocante, pero teniendo la cantidad de ropa que traigo, parece querer asfixiarme.
—¿Señorita Moneereh? —un hombre con el traje de chofer negro a la perfección sostiene una pequeña pizarra con mi nombre escrito en fina caligrafía—. Déjeme ayudarle.
Sin darme tiempo a negarme, se acerca y me quita de los brazos las pequeñas maletas, no sin antes darme un pequeño ramo de flores silvestres muy hermosas. Al observarlas no puedo evitar sonreír y al acercarlas hasta mi nariz, un aroma dulce me envuelve.
—Gracias —susurro y cuando un señor me golpea en las piernas con su enorme maletín, recuerdo en donde me encuentro: el aeropuerto.
Al verme libre del peso, aprovecho a quitarme un poco del exceso de ropa mientras hago malabarismos con mis nuevas e increíbles flores.
En verdad no quiero que se estropeen. Nunca antes había recibido flores así.Mi piel parece volver a respirar cuando me veo libre de todo, y solo espero que comience a trabajar rápidamente en regular mi temperatura.
¡Cielos! Y también solo espero poder llegar rápido a mi destino y poder tomar una muy buena ducha.
—¿Está lista? —me pregunta el hombre y en este momento reparo en qué no sé cómo se llama—. ¿Sucede algo?
—No... yo no —niego y siento mis mejillas comenzar a arder—. Solo estaba pensando en qué no sé su nombre.
Mis palabras parecen tomarlo por sorpresa pero se recompone rápidamente. Las arrugas vuelven a colocarse en su lugar, y me doy cuenta que este hombre bien podría ser mi abuelo.
—Puede llamarme Stan, señorita Moneereh —asiente, y cuando intenta agarrar mi ropa, me muevo.
—Entonces puede llamarme Layla —sonrió alejándome de su alcance y veo como suspira y comienza a seguirme—. Ahora, ¿dónde está el carro?
Stan me da indicaciones mientras nos movemos entre la gente y mientras trato de buscar el carro, platico con él. Al parecer enviudó hace ya siete años y desde entonces ha trabajado para Henry. Sus nietos no viven en Rodas, así que prácticamente está solo.
Al escuchar esta parte no puedo evitar ablandarme. Si mi abuelo aún estuviera con nosotros, jamás lo dejaría. Siempre lo visitaría, prácticamente viviría con él si me lo permitiera, y estoy segura que él lo hubiera hecho.
—Es ese, señorita Layla —asiente señalando un hermoso clásico color negro estacionado a unos centímetros de nosotros.
No reconozco la marca, pero se ve muy costoso. Demasiado.
Cuando veo a Stan pasar a mi lado, me apresuro a abrir las puertas, que, curiosamente no tienen llave.
—No es necesario señorita, yo puedo...
—Al menos déjame hacer algo —le suplico mientras lo ayudo a meter mi maleta en el maletero junto con la demás ropa que me acabo de quitar—. Es raro tener gente haciendo cosas por ti. Y en verdad no me importaría hacerlo.
Cuando lo ultimo de mis cosas queda guardado, no espero a que me abra la puerta, sino lo hago yo mismo.
—Señorita...
—No te preocupes, Stan —niego, sonriéndole amablemente—. Llegando a casa o a donde sea que me lleves, te dejaré hacerlo. Lo prometo.
—Está bien, pero al llegar, no más —accede aunque no lo escucho muy convencido.
Cuando Stan se pone al volante, nuestra platica parece haber llegado a su fin, y estoy bien con ello.
Mientras recorremos las calles, no puedo evitar maravillarme con la hermosura de esta ciudad. Desde donde estoy, alcanzo a ver lo azul del mar y todo mi cuerpo parece llenarse de expectación y alegría.
Ojalá mamá estuviera aquí.
Este pensamiento logra ponerme triste al instante, y en cuanto tenga oportunidad, debo llamarla.
Cuando miro a mi alrededor me doy cuenta de que nos hemos alejado de la población.
El camino cada vez se vuelve más y más curvado y todo está lleno de vegetación. Es como si estuviera en otro lado y la playa haya quedado olvidada.Cuando nos detenemos, echo un vistazo por la ventanilla: frente a nosotros se encuentra una majestuosa y enorme verja negra.
Y justo en el centro dentro de un enorme círculo partido en dos por las puertas, se encuentra un león con las fauces abiertas a mitad de un rugido.
—Bienvenida a la casa, señorita Moneereh —dice Stan mientras las puertas comienzan a abrirse y el auto vuelve a caminar—. Bienvenida al Edén.
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El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️
Fantasi"Y su joven corazón no puede ayudar; en sus venas la sangre se detiene y se congela y el ánimo perdido abraza la fe. Cae sintiendo el beso de la muerte. Fuerte como el león, frágil como el cordero. Uno de los secretos más oscuros de los dioses." ⚜...