Capítulo 3

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Tierra llamando a Layla. ¿Hola? ¡Holaaa! —El estruendo de una voz demasiado familiar me regresa de mi pequeño momento de somnolencia y más alterada de lo que debería estar una persona normal en el transporte público, abro los ojos encontrándome con un par de pozos azules mirándome con lo que me sorprende, es preocupación—. ¿Estás bien? Ya estamos... hemos llegado a nuestra parada.

—¿Qué demonios haces aquí? —le pregunto sin sutilezas mientras me desenredo el cabello y trato de limpiarme de manera sutil el rastro de saliva que siento por un costado.

—Siempre hemos tomado el mismo camión —se explica y no puedo evitar devolverle una mirada que estoy muy segura dice: ¿qué mierda?, pero no parece ofenderle—. Bueno, no siempre pero hemos coincidido además de hoy. Siempre te quedas ligeramente dormida pero tu cuerpo parece saber cuándo despertar. Hoy fue el único día que no lo hiciste y si no te despertaba...

—Gracias —admito a regañadientes y me sorprende que nunca lo haya visto—. Fue una noche... difícil.

Y vaya que lo fue.

Mamá se puso mal. Más de lo usual y al verla entre en una pequeña crisis.
Ella me aseguró que estaba bien pero no me sentía lo suficientemente segura para dejarla sola sin un ojo encima, así que, solo alcancé a dormir un total de dos horas en toda la noche.

Cuando llegó Flore y me vió, me pidió que no viniese a trabajar, pero, si no soy yo, ¿quién? A papá no le he visto ni un pelo en ya varios días y eso es raro. Y más teniendo en cuenta que he visto aparecer nuevas facturas que antes no notaba.

¿Qué demonios está haciendo?

—Oh, yo... puedo cubrirte por un rato si quieres dormir. Puedo... —comienza a ofrecerse y no puedo evitar hacer una mueca.

—No es necesario, pero gracias —le respondo cuál limón de taquería, pero nuevamente no parece importarle así que ninguno de los dos se molesta en rellenar el silencio que ha caído sobre nosotros.

Recorremos las dos cuadras que separan nuestra parada del museo y creí que no habría más interacción entre nosotros por lo que sería el resto del día, cuando suelta una bomba en forma de pregunta del tamaño de Chernóbil.

—¿Por qué no te quedaste en Reino Unido?

—¿Perdón? —inquiero, girándome para quedar frente a frente y puede que él esté completamente tranquilo pero yo he empezado a sudar.

¿Cómo demonios sabe sobre Reino Unido?

—Estudiaste en Oxford, ¿no? —comenta tranquilamente cómo si del clima estuviésemos hablando como si yo no estuviera a punto de tener una crisis nerviosa—. Y con nada más ni nada menos que un doctorado. Algo impresionante. Debes de ser una chica muy inteligente. Así que, ¿por qué no te quedaste? ¿Por qué no aprovechaste esa oportunidad?

—¿Eres policía? Además, mis motivos no son de tu incumbencia —digo y algo se está crispando en mi interior. Algo feo y muy volátil—. ¿Eres una clase de acosador? Sí creíste que eso le sumaría encanto y que demostraría tu interés, ¿adivina qué? Te tengo una actualización: es espeluznante y para nada halagador. Más vale que comiences a hablar si no quieres que...

—Oye, tranquila, ¿vale? De casualidad escuché a Kim hablar de ello y tuve curiosidad. No soy una clase de acosador ni nada por el estilo. Solo tuve curiosidad también por saber qué tanto sabes de la mitología griega.

—Sé lo suficientemente como para mantener en pie una investigación. Soy una persona muy capaz. Sé que mi apariencia no me ayuda, pero estoy bien preparada.

—Y sin embargo estás trabajando en un museo como guía turística.

—Al igual que tú —gruño, y está vez le miro a los ojos sin vacilar—. Si lo que querías era saber qué tan preparada me encuentro, tal vez deberías de tomar uno de mis turnos bajo mi guía como cualquier otra persona para comprobarlo en lugar de estar ofreciéndote a tomar turnos antes de ofender a la persona. Créeme, nos hubiésemos ahorrado mucho tiempo y una charla totalmente innecesaria.

—¿Por qué siempre pareces estar siempre a la defensiva? —me cuestiona y quiero replicar, pero él probablemente tenga razón.

Siempre que alguien que no sea Kim quiere indagar sobre mi vida, los muros se alzan y me convierto en una completa perra, pero no quiero que juzguen mi situación con mamá antes de saberlo todo.

—No tengo por qué compartir datos de mi vida privada con la gente. Simplemente no me va.

—Ya, pero así se hacen los amigos, Layla.

—No necesito a nadie más que a mi mamá y tengo a Kim.

—Todos en algún punto necesitamos a alguien, Layla.

—No cuando nunca pareces ser una constante en la vida de alguien más aparte de la tuya. Nunca he sido necesaria para alguien más aparte de mi madre y ella también es suficiente para mi. Si la tengo a ella, no necesito a nadie más.

—Todos en algún punto necesitamos a alguien, Layla —vuelve a repetirme.

Decido ignorarlo y tras meter mi checador e identificación por el lector ingreso dejándolo afuera.

⚜️

El día se mueve lento pero al menos el cansancio no parece querer tirarme.

Al parecer la pequeña siesta camino al trabajo sirvió para darme un poco de energía. Una energía que temo, se agote más rápido de lo que me gustaría.

No cuando tengo todavía medio día que completar.

En los pequeños descansos –que milagrosamente fueron continuos–, logré dormir pequeñas siestas.

A Morgan no le vi ni un pelo en esos momentos y aunque debería estar al pendiente de los recorridos que él completa y yo no, dormir me pudo más.

No sé si hoy será otro de esos días difíciles y por si resulta de esta manera, al menos quiero tener un poco más de energía con lo cual poder ser útil.

En parte también quería disculparme con él por mi actitud infantil, porque bien pude simplemente explicarle que era un tema del cual no quería tratar, pero en su lugar me puse como una completa borde friki.

Los pequeños cuatro recorrido que me tocaron pasando el descanso de la comida fueron los únicos de mi tarde y para cuando hicimos el check de salida, estaba acabada.

Al parecer mis remordimientos han sido escuchados porque al ir descendiendo por lo escalones laterales del museo, veo a Morgan varios escalones más adelante.

Intento darle alcance tratando de descender más rápido dichos escalones, pero no traigo el mejor calzado para las frías baldosas del Museo de Nueva York, así que temiendo el caerme y lastimarme al grado de generar una factura más de servicio médico y una persona imposible de traer ingresos, desisto de mi tarea.

Mañana trataré de hablar con él y darle una explicación que no implique a mamá. Pero dado que toda mi vida gira entorno a ella y a su enfermedad, creo que será imposible explicarlo, ¿no?

Bueno, al menos tengo el camino a casa y parte de la noche para pensar en un buen motivo.

Algo que no implique dejar entrar a más personas a mi vida.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora