Capítulo 16

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Al principio el sonido de la campana me tomó por sorpresa y realmente no supe qué hacer. Esto es muy nuevo para mi. Es más de lo que tengo en casa. Mucho, mucho más.

A veces me sorprende mi capacidad para volverme una persona despistada. Algo que me sucede muy seguido ahora que lo pienso.

Tras mirarme al espejo y considerar que me veo bien, presentable en mi vestido de tirantes fresco para el clima, decido bajar.

El pasillo está en silencio y al descender por las escaleras, escucho el sonido de trastes y risas.

Risas de niños.

Veo que algunos de los ventanales están abiertos refrescando la casa arrastrando un aroma dulce al interior y sé que mi elección ha sido la correcta.

Sigo el sonido de las voces y todo el movimiento y al doblar, encuentro a más gente de la que vi al llegar.
Los niños están corriendo entre las sillas, y nadie parece percatarse de mi presencia. Y al menos estoy aliviada por eso.

No sabría qué hacer si ellos me ven, qué explicación darles. Sería algo...

—Estoy muy seguro de que era ella —escucho decir al niño... Jack, me pareció que así lo llamó la niña, Lily—. Sino, ¿por qué habría de estar alguien más ahí? Esa habitación es...

—No era ella —niega Lily y sonrió al verla con su vestido celeste de manga corta—. ¿Recuerdan ese cabello tan bonito y rubio que nos encantaba trenzar?

—Dirás, que te encantaba trenzar —la interrumpe Jack, pero Lily le ignora y continúa.

—Pues esta no lo tiene así, tiene un bonito cabello castaño, parecido al color de ese árbol que nos gustaba...

—Estoy muy seguro de que era ella, tal vez la luz no te dejó ver bien, Lily y por eso...

—Buenas noches —escucho decir a alguien cerca de mi oído y al girarme con el corazón desbocado, encuentro a Morgan—. Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí?

Henry no me mira más de la cuenta y cuando los demás criados y los niños se percatan de nuestra presencia, todos se ponen tensos.

—Señor, no lo esperábamos tan rápido. Si nos permite...

—Recojan todo, hoy no cenaremos aquí —niega, y mi boca cae por la sorpresa.

¿Qué no vamos a comer aquí? ¿De qué demonios está hablando? Ellos ya tienen prácticamente todo listo y la comida...

Estoy por adelantarme a reclamar, pero la mano de Morgan me lo impide.
Me giro dispuesta a exigirle que me suelte, pero este niega simplemente.

Henry posa su mirada en nosotros y sin decir una sola palabra, comienza a moverse.

—Vamos —me alienta Morgan y decido comenzar a andar.

Cuando miro discretamente sobre mi hombro no veo a los niños.
Han desaparecido.
Bueno, será en otra ocasión en la que pueda hablar con ellos. En especial con Lily.
Me pareció una niña muy dulce y alegre.
Me recuerda a cuando era una niña.

«Ese cabello rubio.» suenan sus palabras en mi mente mientras camino detrás de Henry.

Salimos de la casa y la frescura de la noche me sorprende. ¡Oh, cielos!

Titirito levemente y rápidamente trato de cubrirme con mis brazos para mantener mi calor.
No esperará que hablemos aquí, ¿o sí?

Seguimos un camino lateral y descubro que nos dirigimos a la parte trasera de la casa. Veo luces salir de una estructura parecida a una pequeña casa, y ahí fuera estacionado, se encuentra un deportivo color plata con negro.

«Un Lycan.» susurra una voz.

—¡Oh, genial! Vamos a dar un paseo en este bebé —aplaude Morgan y cuando su brazo pasa rozando el mío, titirito—. ¡Cielos, Layla! Estás helada. Ven, déjame.

Morgan pasa sus brazos a mi alrededor y me encuentro envuelta en su agradable calor. Mis mejillas se colorean por la cercanía, pero no me alejo. Debo admitir que mi frío me puede más que cualquier otra cosa.

Henry ha llegado hasta el auto y veo como se mueve al asiento del copiloto, cuando se gira en nuestra dirección, su expresión es neutra mientras habla.

—Morgan, suéltala. Ahora —la orden es simple y directa y un tanto fría, sin emoción pero a la vez... no lo sé, es como si hubiera algo ahí.

Morgan está por replicar pero tras un gruñido, me deja ir y el viento vuelve a atacarme.

Camino rápidamente lo que queda de distancia y cuando llego a su lado, espero.

—¿Morgan no...? —pregunto con timidez y cuando sus ojos oscuros miran a los míos, mi boca parece convertirse en un desierto.

—Me temo que Morgan tiene asuntos que atender en la casa —niega y su rostro cambia ofreciéndome una pequeña sonrisa—. ¿Entras?

—Layla, espera —me detiene Morgan justo cuando estoy por inclinarme dentro del asiento, y para mi sorpresa, veo como comienza a desabotonarse la camisa que lleva.

—¿Qué estás...? —susurro consternada pero su mirada no está puesta en mi cuando su pecho queda desnudo.

No.

Su mirada se encuentra sobre la de Henry. Y ninguno se ve contento.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora