—¿Estás lista? –me pregunta Henry mirándome desde lo alto y mi corazón no tiene intenciones de ralentizar su desenfrenado bombeo.
Me encuentro tendida sobre nuestra tina de proporciones épicas demasiado quieta para mi gusto con él a mi lado sosteniéndome en ropa de dormir.
Los dos estamos en ropa de dormir, pero al encontrarme en el agua..., me siento prácticamente desnuda.—¿Layla? —vuelve a preguntarme y tras tragarme el nudo en la garganta, asiento—. Bien, no debes tener miedo, solo cierra los ojos. Es como si durmieras.
Su petición suena demasiado fácil, pero algo me impide hacerlo. Mi corazón se niega a ralentizar los latidos y comienzo a sentir como mi cuerpo empieza a doler por la tensión.
No estoy lista.
No puedo hacerlo.—Creí que hablaría con mi madre –murmuro tratando de pensar en otra cosa que no sea en él y en nosotros demasiado cerca. Eso no ayuda mucho a calmarme, y en verdad no quiero tener un colapso—. ¿Cómo esto me va a ayudar a hablar con mi madre?
—Bueno, yo tengo mis métodos –me sonríe tranquilamente y siento sus dedos en la lateral de mi mejilla—. Confía en mi, Layla.
—Bien. Está bien. Puedo hacerlo. Sólo... no dejes que me ahogue –me repito una y otra vez las palabras y con un suspiro entrecortado, cierro los ojos.
Henry desciende mi cuerpo y siento como mis hombros son engullidos poco a poco y cuando mi cabeza está por desaparecer, escucho como dice unas palabras en griego antes de que todo se envuelva en silencio.
Siento como mi espalda toca el fondo de la tina y cuando mis pulmones comienzan a exigir por aire, mis ojos intentan abrirse debido al miedo al intentar levantarme y fracasar, pero cuando parecen ser capaz de separarse y los abro, ya no me encuentro en el cuarto de baño.
La habitación se parece a mi cuarto de niña, el que tenía en Los Ángeles antes de que nos mudáramos a Nueva York.
—¿Hola? —pregunto y escucho como unos pasos se acercan por la pequeña puerta qué da a la mini sala de juego donde me sentaba con papá y mamá a tomar el té y leer cuentos.
Recuerdo que en esa pared tenía estantes enormes con jugueteros colgando de ellos. Y ahí, ordenados, estaban todos mis personajes favoritos.
Tenía una enorme colección de Disney.Escucho como se acercan unos pasos con suavidad. Cada vez más y más cerca.
Toco mi rostro y mi cabello pero lo encuentro seco.
Al poner más atención en ellos, distingo que son demasiado ligeros para ser de un hombre; y la verdad no sé qué es este lugar. Se parece a un viejo recuerdo, pero no sé cómo funcionan las cosas en este lugar.
El pensar en ellos como dioses..., como esos personajes poderosos, es caótico para mi mente.
Una parte de mi está deseosa por saberlo todo, exprimir cada gota de información de ellos, pero siempre se sobrepone a este sentimiento el miedo y la cautela.—¿Layla? —al escuchar la suave voz mi mirada se dispara como un látigo en esa dirección, y ahí, parada joven y sana, se encuentra mi madre.
—Mamá —susurro y mis ojos se llevaba de lágrimas mientras me acerco a ella y la envuelvo en mis brazos.
—Oh, Layla —susurra contra mi cabello y las lágrimas corren por mis mejillas mientras la siento bajo mis brazos.
No está débil y quebradiza.
Se le ve fuerte y alegre, justo como se veía antes de la enfermedad.Se ve radiante.
—Estaba preocupada por ti, mi niña —dice, separándose de mis brazos—. Quería llamarte, pero Flore dijo que todo estaba bien. Sentía..., sentía que algo estaba mal.
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El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️
Fantasía"Y su joven corazón no puede ayudar; en sus venas la sangre se detiene y se congela y el ánimo perdido abraza la fe. Cae sintiendo el beso de la muerte. Fuerte como el león, frágil como el cordero. Uno de los secretos más oscuros de los dioses." ⚜...