Capítulo 38

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Caronte nos lleva a una parte sumamente tranquila al parecer, ya que Mason se voltea a mirarme sin preocuparse en lo que podamos chocar.

—Vamos, suéltalo —me exige y me pongo de jarras mientras lo miro con el ceño fruncido.

—Suéltalo —contraataco y me mira con cautela—. Oh, vamos, pude dejarte ahí y decidí arriesgarme a salvarte.

Eso es mentira.

Si que hubiera intentado salvarlo de todos modos. No lo pensaba dejar a su suerte. No cuando fue en parte mi culpa el que terminara en el agua.

—Bien, ¿qué quieres saber? —cede y una sonrisa se instala en mis labios.

—¿Qué eran esas cosas?

—¿Eso es lo que quieres saber?

—No —niego y trago con fuerza—. Pero..., esas cosas no se veían amigables.

—Espectros —dice mirando a lo lejos—. Almas que quedaron varadas aquí, en el Páramo por no dar un pago al subir. Eso pasa cuando intentan engañarnos a Caronte y a mi.

—¿Por qué te refieres a Caronte como la barca? —le pregunto más intrigada por este hecho que por cualquier otro.

—Porque la barca fue nombrado "Caronte" —me explica cambiando de peso entre una pierna y otra—. Yo solo soy su barquero.

—¿Qué diferencia hay entre tú y los otros? —suelto otra pregunta y le veo dudar antes de decidir responderme.

—Yo llevo en su mayoría almas problemáticas. Ayudo a Hades a llevar el orden de este lugar y de llevar a aquellos malditos al Tártaro. Soy algo así como una especie de barca..., madre. Un jefe. Yo guío a los demás y ellos me obedecen.

—¿Cómo llegaste...?

Suficiente de mi. Te toca —niega y más preguntas bullen pero sé que he agotado mi oportunidad.

Y así, sin más que agua y alguna que otra alma a nuestro alrededor, le platico desde el momento en que Henry llegó a mi vida y me vi envuelta en todo esto.

También le platico sobre lo que Perséfone quiere que haga, y a lo cuál no le di respuesta, pero no dice nada. Simplemente me escucha.

Decidiendo que ya tenía suficiente de mi por un día, acordamos que me daría un rápido recorrido mostrándome los lugares más importantes de este lugar, y sí, muy a lo lejos pude distinguir lo que podría ser el Inframundo pero nunca nos acercamos lo suficiente.

Al regresar a los muelles, desde la distancia pude observar cómo nos espera Henry en el mismo lugar donde me dejó.

—Prométeme que no dirás nada —le exijo a Mason mientras nos acercamos y parte de su expresión fría ha caído en estas últimas horas—. Por favor, solo quiero salvarlo. Déjame salvarlo.

—A veces es bueno darse por vencido cuando el problema es más grande de lo que imaginamos.

—Yo no soy así. Además, no todo está perdido —niego y nos detenemos—. Él está ayudando a mi mamá, no puedo quitarle eso a ella, y él debe de tener una oportunidad y si soy yo esa oportunidad, estoy dispuesta a dársela.

—Podrías morir —dice y sí, una parte de esa idea me asusta pero la otra parte, ese lado altruista se mantiene sereno—. Debes tener cuidado con los dioses, Layla. Pueden llegar a ser muy egoístas.

—Los humanos también lo somos y a veces de ello salen cosas buenas...

—A veces es bueno rendirse —vuelve a repetir, interrumpiéndome, pero al parecer ve algo en mi rostro que le hace suspirar—. Si decides aceptar el trato de Perséfone, si hay algo en lo que pueda ayudarte, no dudes en acudir a mi.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora