Capítulo 27

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Henry

Busco frenéticamente a Layla entre el agua pero el sol aún no es lo suficientemente potente para iluminar el fondo.
Y por eso fue que no le vi.

Dioses, ella podría...

Anoche sentí una extraña presencia, pero no imaginé que se tratase de esa cosa, sino de alguien más. Y ahora por mi culpa Layla está...

—¡Ahí! —dice Morgan y antes de que el idiota decida aventarse en su rescate, me zambullo.

Y justo ahí, en el fondo flotando, está ella.
Su cabello castaño se extiende a su alrededor como pintura derramada y esos labios rosados y provocativos se ven opacos.

Mis manos se envuelven a su alrededor y jalando con fuerza, nos saco a la superficie.
Para cuando mi cabeza ha salido, Morgan ya se encuentra esperándome y cuando me la quita de entre los brazos y su peso desaparece, hago a un lado el cansancio y me apresuro a seguirle.

Veo como la deposita con suavidad sobre la hierba y el horror se apodera de mi al verla.
Los labios los tiene entre azul y morado y la piel de un bonito color almendra se encuentra de un enfermizo tono gris.

No, no, ella no puede...

—Pasé tanto tiempo cuidándola todo para que en una sola noche. Una noche, echaras a perder todo mi trabajo —me reclama Morgan mientras veo como recorre su cuerpo y toca su cuello buscando el pulso—. Demonios, no pudiste cagarla más. ¿Cómo demonios no te diste cuenta que estaba ahí?

Porque estaba demasiado a gusto disfrutando de su calor. De su cuerpo junto al mío y sintiendo su piel bajo mis dedos...

—¿Ella está...?

—No lo sé —niega y cuando sus labios se posan sobre los de ella, trato de no lanzarme a su cuello.

Demonios, a veces la maldición apesta.

Estoy preocupado por ella porque le prometí a su madre que estaría bien. No puedo llegar y decirle que una bestia marina la ha matado. En primer lugar no me creería y segundo... bueno, ella es una buena chica.

—Debemos regresar a la casa —niega Morgan tras ver cómo de sus labios sale un hilo de agua por un costado—. Esta muy débil y estar dentro de la propiedad la ayudará.

—¿Despertará?

—¡No lo sé, Henry! No lo sé —me grita y me sorprendo realmente lo afectado que parece.

—¿Por qué estás así con ella? ¿Por qué te importa tanto?

—¿Qué? —me pregunta alzando su mirada a la mía.

—¿No habrás...?

—No, no es igual que la otra vez. Todo con ella es diferente. Además, es natural que me preocupe por su bienestar —susurra volviendo a posar su mirada en ella y veo como acaricia su mejilla con delicadeza, pero aún así siento la incomodidad en el gesto—. Pase años observándola. La conozco más de lo que ella se conoce así misma. Controla los malditos celos por una vez, ¿quieres?

—Será mejor que vayamos emprendiendo el regreso —digo sintiendo un nudo estrangular mi cuello y estrujar mi corazón. Cuando veo que hace ademán de tomarla entre sus brazos, me acerco y poso una mano sobre su hombro—. Es suficiente, yo la llevaré. Ve a encender el carro.

Siento como se tensa bajo mi mano pero no se niega ni discute como usualmente lo haría. Como lo hubiera hecho antes.
Me lanza una mirada molesta haciendo que sus ojos azul cielo ahora oscuros centelleen y trato de no gruñirle.

Cuando está lo suficientemente lejos, miro un momento a Layla para después girarme en dirección a los árboles y arbustos qué hay cerca.

—¿Ahora estás contenta? —le digo a la nada pero sé que ella está ahí—. ¿Eso era lo que querías? ¡Dioses! Si hubiese sabido que harías algo así...

—Cuidado, querido —susurra esa voz suave y melodiosa. Mi voz.

«¡No! Mía ya no.» me recuerdo y aprieto la mandíbula.

—Quien hubiese imaginado lo que mis ojos están viendo en este momento, y si no te conociera tan bien, hasta pensaría que en verdad te está gustando la mortal.

—¿Por qué?

—Estoy encerrada aquí, y eso puede llegar a ser muy aburrido. Pero con este pequeño contratiempo... ahora las dos nos encontramos en el mismo terreno. Ahora que serán justas las cosas.

—Esto no...

—Adiós, querido —susurra y el viento se lleva su voz.

Aprieto con fuerza mi puño y tratando de calmarme, me agacho al lado de Layla.
Estoy por tocar su piel, pero me retracto en último momento. No. Si ella llega a morir, si ella no despierta..., esto será mi culpa.

Y no creo poder cargar con más.

Así que, tomándola entre mis brazos; comienzo a caminar hacia la entrada de la propiedad donde veo a un nervioso Morgan esperando.
Tal vez debí de escoger a otra. Ella ha tocado muchos corazones, entre ellos el mío a pesar del poco tiempo que llevo estando a su lado, pero cuando ella falte...

¿Qué fue lo que hice?

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora