Capítulo 8

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    Pizarra, tizas gastadas y murmullos por todos lados; nadie prestaba atención a la clase de Arte. Después de haber salido la tipa a exponer un tema, debíamos copiar toda la clase. No entendía el hecho de llamar a esta escuela “prestigiosa”,cuando no hacíamos casi nada. Probablemente era llamado así por el hecho de haber tenido a varias personas conocidas estudiando aquí. 

    —Extraño a mi Pecky —murmullé, mientras realizaba algunos garabatos de manera aburrida sobre mi cuaderno, totalmente aburrida. Emily me mira y ríe, ¿por qué ríe? Creo que ha visto que en mi blog hay un unicornio mal hecho.

    —Creo la enviaron a casa de tu tía, ¿no? —Preguntó Maddie y asentí—. ¿Y por qué?

    —Papá dijo que debían darle un baño en la veterinaria, pero luego mi tía Rossie le ha recogido y se la ha llevado a su casa. Desde entonces no ha vuelto. De seguro le están dando galletas y está en su pedestal de reina, ¡es una traidora! —exageré. Observé el reloj del aula, pero éste no se movía. Miré a la profesora, quién sin percatarse de que nadie prestaba atención a lo que hacía, continuaba escribiendo—. ¿A qué hora acaba esta maldita clase? —espeté, fastidiada.

    —En unos cinco minutos —contestó Emily después de revisar su teléfono—. ¿Entonces no viene por qué es la engreída de tu tía?

    —¡Ajá!

    —Pero… ¿y por qué solo no le dices que la traiga? —cuestionó Phoenix.

    —Por qué le da flojera venir —rodé los ojos—. Aunque sé que esa es solo una excusa.

    —¿Y si le envía con su chofer? —propuso Maddie, elevando una ceja.

                                                                                                                                         

    —¡Mi amor! —chillé abriendo la puerta y tirando mi mochila a un lado. Mi pequeña ladró y se abalanzó sobre mí, lamiendo asquerosamente mi barbilla. Pecky era mi hermosa San Bernardo, de tan sólo tres años, pero que lucía de más. Me la había regalado mi tía cuando apenas era una cría, y le había tomado un cariño incomparable. —Nena, maldita traidora, te he extrañado mucho, ¿por qué me dejaste, eh? —ella solo respondió con un ladrido y sonreí ante aquello.

    —Buenas tardes, Daph —sonrió la bella mujer de cabellos negros y bonitos ojos caramelo.

    —Buenas tardes, Nanny —sonreí y me levanté del suelo, dejando a mi cachorra un momento. Le di un abrazo a Nanny y deposité un beso en su mejilla—. ¿Mamá y papá están en casa? —pregunté.

    —Bill ha tenido que ir a una reunión y tu madre ha salido de compras con unas amigas —contestó—. ¿Has comido en la escuela o prefieres que te sirva? —me pregunta.

    —Uh, no, no, he comido en la escuela. Gracias, Nanny —sonreí, devolviéndome hacia mi cachorra.

                                                                                                                                     

     —¿Vas a salir Daphne? —me preguntó mi nana favorita al verme cambiar las zapatillas.

    —Sí, saldré a correr un rato con Pecky —sonreí cuando terminé y luego besé su mejilla—. ¡Ya volvemos!

    —¡Vuelvan temprano!

    —¡Vale! —Contesté y tomé la correa de mi cachorra, cerrando detrás de mí la puerta—. Muy bien, nena, hagamos algo de ejercicio.

    Después de correr durante media hora sin parar alrededor del parque, decidí detenerme un poco, Pecky ha corrido demasiado y nos ha hecho agotar a las dos. En uno de los tubos de los ejercicios públicos, coloqué la correa de Pecky, mientras me sentaba sobre una de las bancas y bebía de mi botella de agua.

NERD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora