Capítulo 3

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    Parpadeé un par de veces ante lo recientemente oído, ¿acaso había escuchado tutor y Harry Styles en una sola oración? No, no podía ser posible. ¡No! Sonreí ante aquello resistiéndome a golpear al chico raro a mi lado. Elevé un poco las cejas y forcé mis labios a formar una sonrisa.

    —¿Perdón?

    —Lo que ha escuchado, Hurley.

    —¡Es que no puede! —Sorpresivamente me levanté de la silla, golpeando mis manos sobre su escritorio—. ¡Usted no puede hacer eso!

    —Sí, sí puedo, acabo de hacerlo ahora mismo, señorita Hurley. Ahora, tenga la amabilidad de tomar asiento, ¿entendido?

    —¿Sabe usted acaso con quién está tratando? —Solté un bufido, lleno de ironía—. Señora Collins, puedo hacer que la despidan en este mismo momento, ¿lo sabe, verdad? —Chasqueé los dedos—. Con un solo movimiento de dedos y mi padre podrá ponerla fuera de ésta escuela.

    —Sería un verdadero gusto que el señor Hurley visite la escuela, señorita Daphne, podría mostrarle sus magníficas notas, ¿sabe? —dijo con sarcasmo en la voz, cruzándose de brazos y demostrándome que, tal vez, no me temía.

    —E… ¿Está amenazándome? —espeté con indignación.

    —Tómelo como desee, señorita Hurley. —me contestó con indiferencia. Tomé mi bolso y me dirige a la puerta.

    —E… Esto no se va a quedar así, ¿me oye? —Traté de intimidarla, pero parecía ser inmune a mi acto—. Estás muerto, Marcel. —gruñí cuando éste me sonrió.

    —Señorita Hurley, usted le pone un solo dedo a Harry y no dudaré en mandar a llamar a sus padres. —Me dijo ésta por último, Marcel me miró con gracia, demostrándome victoria en la mirada—. Muchas gracias, Harry, puede retirarse.

    Harry tomó su mochila en manos y se lo colocó al hombro, y después de un breve despido educado a la rubia, salió del aula.

    —No tienes idea de cuánto te odio —susurré cuando éste cerró la puerta detrás suyo, librándome de la mirada de la mujer gruñona.

    —No puedo hacer nada si te mueres de envidia. —sonrió una vez más, dándome una de esas tantas sonrisas que detestaba.

    —No te creas mucho. Mejoraré y no tendré que ver tu horrible rostro, ¿me oyes, idiota? —miré directamente a sus verdes ojos, los cuales no había notado lo bonitos que eran… No, no eran bonitos, de hecho, todo en él era demasiado feo. Me giré dispuesta a irme, no queriendo verle más.

    —Buena suerte con eso…, Fresita.

    Me volví.

    —¿Cómo me has llamado? —fruncí el ceño, acercándome de manera retadora a él, éste mantuvo su sonrisa socarrona—. ¡Eres un idiota! —Él rodó los ojos.

    —¿Serías tan amable de cambiar eso? La verdad es que aburre que siempre digas lo mismo, ¿no puedes ser un poquito más… Original?

    —Eres un… ¡Un arrogante, feo! —apreté con fuerza mis dientes, queriendo aguantar más, resistir, pero era casi imposible con alguien tan arrogante como Marcel en frente.

    —Okay —rodó los ojos por segunda vez. Ahora mismo juraba que mis mejillas ardían de la furia. Posé mis dedos sobre su cuerpo pretendiendo empujarlo, pero me alejé casi de manera instantánea al hacer contacto con él.

    —J-joder —susurré de manera nerviosa, él me miraba confuso. Me giré sobre mis talones y me alejé de manera rápida.

    Observé mis manos de manera atontada aún, había tocado su cuerpo… Su malditamente bien formado cuerpo, y deseaba hacerlo nuevamente, quería tocar al estúpido de Marcel.

NERD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora