Capítulo 18

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La noche llegó de manera rápida. Ahora me encontraba esperando por Daphne en su sala de estar, mientras jugaba con mis manos de manera nerviosa, observando a mi alrededor; quise entrar con ella a su habitación y esperarla ahí, pero ella había insistido en que no podía verla, quería verse bonita y que, con mi fealdad iba desconcentrar su belleza. Bah. Le insistí en que llevase algo casual porque hacía algo de frío, muy además de que era una buena excusa para que otros tipos no la vieran. Comencé a tararear alguna canción infantil, mientras observaba al techo; aburrido, muy aburrido. Un rato después, los pasos de alguien resonaron en todo lugar; Daphne.

Me levanté rápidamente. Llevé mi mano derecha hacia mi rostro, frotándome el ojo derecho; me estaba quedando dormido... Y es que esperar a Daphne Hurley no era nada divertido. Mis ojos observaron primero sus pies, analizando unos bonitos pero caros zapatos. Sin tacones. Un vestido rosa cálido, casi pastel; no llevaba mucho maquillaje, algo suave y que la hacía lucir bastante natural. Su sonrisa me embobaba; se veía preciosa.

—Dios, Daphne, ¿no tienes frío?

Espeté acercándome a ella. Su sonrisa cayó y se cruzó de brazos con cara de póquer.

—¿Es enserio?

—Está haciendo frío —digo.

—Me preparo, me alisto para ti, ¿y me sales con esto?

Daphne se preocupaba por lucir linda para mí, y amaba que hiciese eso, que quisiera impresionarme; pero ella no sabía que para mí en todo momento me impresionaba, que en todo momento era hermosa.

Se giró sobre sus talones con los brazos cruzados por sobre sus pechos, y me dio la espalda.

—Eres un inútil —murmuró por lo bajo con molestia. Me acerqué a ella riendo despacio. Pasé mis brazos por debajo de los suyos, abrazándola, y apoyé mi barbilla sobre su hombro, teniendo que inclinarme un poco al verse más pequeña sin los zapatos altos.

—Estás preciosa, Daphne, siempre lo está y lo sabes —susurré en su oído, y por un momento, sin verla siquiera; pude sentir que sus mejillas ardían.

—No me toques, tonto —gruñe ella, queriendo reír pero negándose a hacerlo. Forma un puchero en sus labios.

—Eres hermosa, ¿sí? —besé su mejilla. Ella sonríe abiertamente y se gira a verme.

—¿Lo crees? —pregunta, sus ojos brillando tiernamente. Ella era hermosa de la manera que fuese.

—Claro que sí —presioné mis labios sobre los suyos de manera fugaz.

—Lo sabía —alardea y rueda los ojos, riendo luego—. Bonito labial —me guiña, jalando luego de mi mano derecha. Relamí mis labios sin resistirme; fresa.



Gruñí por tercera vez. El viento golpeaba contra sus piernas y juraba que se estaba muriendo del frío, pero ella seguía negando con la cabeza sin importarle eso siquiera. Negaba y negaba como una mula, no queriendo hacer caso.

—Ya no quiero entrar, ya no quiero entrar —dice por terciaba vez, jalando de mi mano en contra de la puerta.

—Daphne, te vas a congelar. Entremos ya —le insistí nuevamente.

—Ya, bien —asintió como animándose a sí misma y sonreí aliviado. Jalé de su mano nuevamente—. No, no, espera, ya no quiero —negó de nuevo. Comenzaba a colmar mi paciencia.

—Daphne, sólo estaremos un momento, cenaremos y listo, a casa —intenté animarla.

—Me tomarán de loca —mordió su labio, nerviosa. Me acerqué a ella y besé sus labios nuevamente.

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