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Corrí por el pasillo todo lo rápido que pude y lo que mis pulmones aguantaban. Hacer tanto ejercicio daba sus frutos y aguantaba mas que cualquiera, el problema es que a veces mi velocidad no era buena y mi suerte aun peor.

Entré en pánico al ver al profesor caminar con intenciones de entrar en la clase pero de repente como si dios oyera mis plegarias una chica apareció para retener al profesor en la puerta y con mucho sigilo me colé por detrás en la clase antes de que se diera cuenta de que llegaba tarde.

Kendra me miró desde su sitio delante de mi y alzó una ceja divertida.

—¿Llegando tarde?

—Fue culpa de mi hermano.

—¿Que hizo el sexy y muy follable de Ian ahora?

—¡Kendra! —exclamé en voz baja horrorizada y asqueada—. Sigue siendo mi hermano.

—Eso no quita que este bueno —replica con la misma frase de siempre poniendo los ojos en blanco—. ¿Por qué tenéis genes tan buenos?

La miré enternecida por ese alago tan repentino y extraño viniendo de ella.

—Le sobran los buenos genes que tiene y le falta cerebro —pongo los ojos en blanco tomando una bocanada de aire aun sintiendo el cansancio de haber corrido sin haber calentado ni nada—. El muy idiota apagó la alarma de Adri y la mía y se quedó dormido cuando se tumbó en mi cama.

La peli negra no contuvo la carcajada que emergió de sus labios que captó la atención de todo el mundo que la miró como es lo habitual que miren a mi amiga, como si estuviera loca.

Las siguientes clases se me pasan bastante rápido, mas de lo normal. Al pensar que esta tarde tengo que entrenar y no pienso ir el tiempo pasa muy deprisa.

Me desánimo mas y mas por momentos cada vez que pienso en que no podré ir al campeonato me deprimo y las ganas de pisar el gimnasio de nuevo se me quitan completamente. Jamás se me habían quitado las ganas de ir entrenar desde que hice mi primera medio voltereta cuando tenía cinco años.

—Siento mucho que no te dejen ir —murmura Kendra a mi lado cuando estamos sentadas en la cafetería.

—¿Como sabías que estaba pensando en eso?

—Lo llevas escrito en la cara —farfulla comiéndose su patatas fritas. Traga una gran cantidad de patatas antes de mirarme—. Deberías seguir entrenando para el próximo campeonato, ganar y así demostrarle a esa fea entrenadora que fue un error sacar del equipo a su mejor gimnasta. Porque sé que tu eres la mejor y puedes darles en la cara con el trofeo

—Me vas a hacer llorar —digo dándome aire en los ojos que se me han aguado—, pero nos premian con medallas.

—¿Medallas? ¿Trofeos? ¿Que mas da? Cualquier cosa de oro brillante —dice poniendo voz de pija golpeando su pelo negro como una diva.

La última campana del día sonó, salí del aula y fui por el pasillo hacia mi taquilla. Los pasillos se fueron vaciando poco a poco, un mensaje de móvil sonó y me imaginé que sería Ian avisando que estaba fuera esperando.

Guardé los libros en la taquilla y la cerré para irme cuando me di cuenta de que estaba tan ida que había olvidado coger el libro y los apuntes para estudiar el próximo examen. Volví a abrirla para sacar el libro cuando una hoja calló a mis pies. Me agaché para cogerla y me di cuenta de que no era una hoja, era una foto. Una foto que había olvidado que seguía conservando.

La foto de la fiesta. El trozo ampliado donde Hades y yo salimos enrollandonos en un sofá antes de que pasara todo el problema.

—¿Recordando viejos tiempos? —me sobresalto al oír una voz grave tan cerca de mi oído.

Esclava del deseo ✔️ [Esclava #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora