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Faltaba una hora de camino y podré decir que es lo más incómodo de todo el mundo. Randall no me hablaba, solo contestaba lo necesario y era un pesado de primera. Me rendí al instante. Me la pasaba escuchando música, leyendo algunas páginas de mi libro favorito, pero aún así no se me quitaba lo aburrida. Creo que no sabe hacer citas, si es que esto se le puede llamar cita y si se preguntan ¿Intentaste de nuevo salir del auto y escapar? La respuesta es no, en primera porque Randall puso el seguro a todo el auto y en segunda porque ya nos encontrábamos en la carretera.

Ni loca me bajaría ahí.

–   Raquel me dijo que eres capitán del equipo de Boxeo.

–   Raquel y su bocota.

–   ¿No te gusta que lo sepan? – pregunté confundida.

–   No es eso – dijo – y sí, soy el capitán.

–   ¿Te gusta mucho?

–   ¿Qué si me gusta mucho golpear a personas? Joder, sí. – sonrió de lado.

–   Siento que la violencia no resuelve nada.

–   Lo dice la que golpeo a Harold.

–   Él se lo merecía – me defendí.

–   Ahí lo tienes, la violencia a veces si resuelve muchas cosas y mi filosofía es que muchas personas merecen mis golpes. – reí.

–   Eres un caso perdido y eres aburrido. – bromeé.

–   Y tu tan preguntona. – contraatacó.

–   Lo hago porque me aburro – me percaté que habíamos llegado a un establecimiento de gasolina, también había una tienda y sanitarios. Lo que necesitaba, comida y hacer mis necesidades.

–   Llenaré el tanque – me comentó – puedes hacer lo que quieras.

–   Esta bien – tomé mi cartera y salí del auto.

Corrí de inmediato a los sanitarios, hice mis necesidades y salí dispuesta a entrar a la tienda. Quería llevar muchas cosas, pero eso era imposible y no quería atascarme. Mi madre me mandaba de vez en cuando dinero y lo he estado ahorrando por si llega a pasar una emergencia. Supongo que el hambre es una de ellas. Tomé una enorme bolsa de papas, dos barras de chocolate, una botella de agua y dos sándwiches. Miré por la ventana para ver donde se encontraba Randall, porque no quería que me dejara aquí sola, pero me alivie cuando lo vi recargado en su auto esperando a que se llenará el tanque. Pagué todo y salí de la tienda.

–   Te traje una barra de chocolate – sonreí, quería ser amable con él y se la di.

–   No me apetece ahora – lanzo la barra a la parte trasera del auto y siguió con lo suyo. Yo tratando de ser buena con él y al parecer le vale mil hectáreas de...

–   Esta bien – respire profundo – solo tenías que decir que no.– Subí al auto sin decir nada. Terminó de cargar gasolina y parecía estar murmurando entre dientes, pero no alcanzaba a escuchar. Guardé mis cosas en la mochila y tomé la barra de chocolate que no quiso para empezar a comerla.

Vuelve a mí (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora