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–   Yo... – suspiré – es muy lindo todo lo que me dices – mentí – pero yo no siento lo mismo que tú.

–   Eso lo sé.

–   Y me siento algo incomoda cuando me lo dices. – pause un momento – No es por ser grosera, pero no puedo confiar en ti después de todo.

–   ¿Entonces si puedes confiar en Randall? – preguntó enojado.

–   Él no me ha hecho nada a comparación de ti.

–   Él quería acercarse a ti solo para follarte ¿Eso es lo que quieres?

–   Basta – suspiré cansada – necesito descansar.

–   ¿Qué tanto le dices de mí? –
Randall se posicionó detrás de él y este se quedó estático. Quería reírme, porque a pesar de que Harold odia al pejelagarto se notaba que le daba miedo.

–   Estaba diciendo que solo querías follartela, eso dije – se acercó – ¿Algún problema?

–   Te encanta hablar siempre de mí, parece que te gusto – sonrío con arrogancia.

–   No te creas tan importante, lo hago para que Chelsea se aleje de alguien como tú.

–   ¿Y tú eres un santo? – alzó la ceja.

–   No me provoques, porque me conoces.

–   Y tú también me conoces imbécil y te puedo romper esa maldita cara de idiota que...

–   ¡Ya por favor! – chille. Me sentía agotada y ellos dos discutiendo no ayudaba en nada – al menos lárguense a otro lugar a discutir.– Los dejé con la palabra en la boca y me metí a mi habitación. Lo único que quería era dormir, me sentía un poco mal y ellos discutiendo como animales no ayudaban en nada. Me dispuse a acomodar mi cama para caer en profundo sueño. 

–   ¿Te sientes bien?

–   ¡Carajo! – grité de una manera impresionante. Era Randall y como siempre lograba asustarme.

–   Admito que fue error mío asustarte. – comenzó a reír.

–   ¿Cómo se te ocurre espantarme de esa manera?

–   Quería saber cómo te encontrabas – se encogió de hombros.

–   ¿Dónde está Harold? – el apretó la mandíbula.

–   ¿Te importa? – me miro ¿dolido?

–   No, pero estaban a punto de golpearse allá afuera, hace como dos minutos. – reclame.

–   Se fue enojado ¿Ya te sientes mejor? – volvió a preguntar.

–   Si, solo me duele el golpe, pero con sus gritos hicieron que me doliera de nuevo la cabeza.

–   Lo siento, pero ese idiota me saca de mis casillas.– gruño.

–   Si, ya lo note – sonreí sarcásticamente – pero bueno ¿Nada más estas aquí para preguntarme como estoy o para pedirme disculpas?– lo miré fijamente.

Vuelve a mí (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora