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–   Hola mamá – Raquel corrió a abrazar a su madre, que por cierto es muy hermosa.

–   Hola – dijeron al unísono todos mientras la saludaban de beso y abrazo. Yo fui la única que no lo hice.

–   Ya nos tenían abandonados – expresó Rox y todos rieron.

–   Te quiero presentar a mi nueva amiga. – me jalo – Ella es Chelsea Griffin.

–   Hola, mucho gusto señora Murphy – sonreí.

–   Hola – sonrió – pero mira nada más – me tense al notar que me miraba de arriba para abajo – ya entiendo porque mi hijo está loco por ti – Espera ¿Qué?, todos rieron, creo que fue por mi cara – Eres una preciosura de mujer – ella me tomó de los brazos y me abrazo – Todos los amigos de mis hijos son como mis hijos, así que no me llames señora, solo dime Rox o Roxana.

–   Esta bien y gracias Rox – sonreí algo avergonzada.

–   ¿Quieren algo de comer chicos o solo alguna botana? – comentó.

–   Solo una botana mamá, iremos a la alberca – añadió emocionada y yo sonreí incómoda.

–   Esta bien hija, pero cuando llegué tu padre, comemos. – advirtió yéndose para la cocina.

Las chicas y yo corrimos hasta la habitación de Raquel, ya que dijimos que dormiríamos juntas. No les mentiré, su cuarto era literalmente del tamaño de un departamento y sin duda me encantaba. Ahora que lo recuerdo, a los pocos minutos de que llegamos no había visto a Randall. Creo que ni siquiera se encontraban con nosotros cuando su madre nos saludó.

–   ¿Randall está peleado con sus padres? – pregunté con curiosidad.

–   ¿Por qué lo dices? – me miro.

–   Es que no saludo a tu madre.

–   Ah – sonrió – no lo sé, supongo que discutieron. Cuando mi mamá le dice sus verdades él no le habla hasta un día después.

–   ¿En serio? No sabía eso – dijo Wendy riendo.

–   En realidad todos somos así. – rio Raquel – creo que nos jode mucho que nuestros padres tengan siempre la razón.

–   Hola – la chica desconocida entró a la habitación – Brent me dijo que podía dormir aquí. – comentó un poco penosa.

–   Claro pasa – sonrió Wendy – Chels, ella es Debby.

–   Hola un gusto – sonreí. Ella sí que era hermosa, sus pequeñas pecas se podían notar y su cabello pelirrojo era demasiado perfecto.

–   El gusto es mío, he escuchado mucho de ti.

–   ¿En serio? Bueno, no me extraña – reímos. Saqué mi ropa de la maleta y la coloqué en el espacio que Raquel me había prestado. Mientras todas platicábamos algunas anécdotas, aproveché en ponerme mi vestido blanco que es perfecto para estas ocasiones. Había olvidado traer traje de baño y yo tenía ganas de meterme a la alberca.

Vuelve a mí (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora