Capítulo 14 Secuestro

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Estaba todo muy tranquilo en el parque alrededor solo estaba un señor con gorra y abrigo negro en un pequeño puesto en la esquina y un auto que se veía bastante lejos, estaba algo sedienta y Felipe pareció notarlo.

—¿Quieres algo de agua? —me preguntó.

—Estaría bien —dije con amabilidad, fuimos al puesto y pidió una botella de agua con algunos chocolates porque empezaba a hacer frío—. Muchas gracias —agradecí al señor. 

—-A usted... señorita —dijo levantando lentamente la cabeza con una voz ronca y debido a que la capucha cubría la mitad superior de su rostro tan solo mostró una peculiar sonrisa mientras volteábamos muy similar a la de la mujer en el cine que me causó otro escalofrío.

Felipe destapó la botella y me la dio.

Le agradecí —Pero yo podía hacerlo —agregué tomando un sorbo.

—Quería impresionarte —bromeo sonriente e intentando abrir el chocolate sin éxito.

—Parece que aún necesitas mi ayuda —comenté pidiéndole el paquete y abriéndolo para luego devolvérselo.

—¿Quieres uno? —me preguntó probando uno con una sonrisa.

—Perdón —lo rechacé —No como dulces

—¿Te causan algún problema de salud?

—No, no es por eso, no pruebo dulces ya que de pequeña comía demasiados —empecé a contarle mientras continuábamos caminando.

Cuando era niña solían consentirme mucho y pedía caramelos con frecuencia porque me gustaban mucho poco a poco llegué a dejarme llevar consumiéndolos en extremo sin que se dieran cuenta y eso no resultó en nada bueno. Desde ese entonces, mi consumo de azúcar es muy limitado aunque mis padres jamás me lo prohibieron, fue una decisión que tomé por mi cuenta y me sentí más responsable de mi misma con ello, sentía algo de miedo de volver a aquello.

—No he tenido problemas desde entonces aunque sigo teniendo un poco de miedo de no poder controlarme —terminé diciendo con algo de nervios.

—Ya veo, que te prives de algo no me parece algo bueno pero respetaré tu decisión si te hace sentir bien.

—Gracias por entender, algún día venceré este miedo y podré comer dulces otra vez aunque... tal vez tarde un poco.

—No te preocupes, pero, quiero que me prometas una cosa

—¿Qué cosa?

—Cuando decidas avanzar y superar tu miedo... quiero ser la persona con quien compartas ese dulce —dijo observándome fijamente con una mirada y sonrisa amables que demostraban confianza.

Sonó como una frase demasiado profunda para mi gusto, pero preferí no mencionarlo en voz alta —Lo prometo —dije levantando el dedo meñique y haciendo una pequeña señal de promesa cruzando nuestros dedos, fue un agradable momento que fue interrumpido por un repentino mareo.

—Ya es algo tarde, te parece si te llevo a casa —dijo quitándose el abrigo y cubriéndome a mí.

—Buena... idea —dije algo mareada y cayendo por debilidad, Felipe me atrapó y sentí un dolor enorme en mi cabeza, se lo dije mencioné por lo que me acompañó a sentarme en una de las bancas.

Sentí que alguien nos seguía y pude visualizar la silueta de un señor escondiéndose detrás de uno de los juegos a varios metros de nosotros.

—Debemos irnos.

—¿Te puedes poner de pie? —preguntó preocupado, pero me sentía realmente débil y al intentar pararme no pude así que negué con la cabeza.

Luego de mi respuesta disculpándose se arrodilló mostrando su espalda y pidió que subiera, lo hice y se levantó con cuidado sujetando mis piernas a ambos lados de su cuerpo con sus brazos mientras yo me sujetaba de su cuello con la poca fuerza que tenía para no resbalarme porque él me lo había pedido.

Comenzó a caminar lentamente, pero al voltear un poco para ver hacia atrás noté que un hombre se acercaba caminando bastante rápido.

—Creo que nos está siguiendo —le dije débilmente.

—También lo sentí, ¿Puedes ver su rostro? —preguntó volteando con sutileza y vio también al hombre entonces cruzamos miradas y agité la respuesta en negación.

—Sujétate bien, por favor —pidió antes de empezar a caminar más rápido, luego a correr, me sujeté con fuerza, pero de un momento a otro Felipe bajó la velocidad, sus ojos se empezaron a cerrar y volver a abrirse porque además de cansado estaba por desmayarse cayó primero de rodillas y trató de bajarme a su lado derecho con cuidado antes de caer al piso mirando hacia abajo, me acerqué, lo volteé mirando hacia arriba y repetí su nombre varias veces, pero no respondía, vi al hombre acercarse se quitó la gorra junto con el abrigo y me di cuenta que no era un señor sino una chica alta disfrazada de cabello gris.

Pregunté —¿Quién es usted? 

A lo que respondió con tranquilidad —Ya lo recordarás — pude escucharla antes de desmayarme.

Desperté amarrada de manos y pies al techo de una habitación vacía con una ventana al exterior luego de intentar moverme se soltaron las manos y terminé de cabeza con las manos atadas entre sí y los pies atados al techo, hablé sin causar tanto alboroto por un rato luego una voz del otro lado de la pared contestó.

—¿Lya? —logré reconocerla rápidamente.

—FELIPE, ¿ESTÁS BIEN? —grité, me dijo que sí pero que sus brazos estaban atados a una barra y sus piernas entre sí, debido a que estaba de cabeza la sangre llegaba a mi cerebro por lo que sentía que volvía a desmayarme entonces debido a mi entrenamiento de pequeña a pesar de todo lo sucedido tenía algo de fuerza, traté de levantar mi cuerpo y mis manos llegaron hasta mis pies.

Felipe se mantuvo hablándome sobre lo que trataba de hacer para soltarse, al acercar mis manos pude desatarme los pies y tomé la cuerda para no caer hasta que mis pies llegaran al piso, entonces me solté para caer en una sentadilla.

—Ya me solté —le notifiqué —¿Y tú?

—Sólo las piernas con un clavo en el piso —me dijo mientras yo trataba de abrir la ventana, pero estaba asegurada, las paredes eran de madera por lo que traté de romperlas sin lograrlo, me acerqué a la ventana y la rompí con el codo y luego de hacerlo escuché un ruido de la habitación donde estaba Felipe.

—¿Felipe?  —no recibí respuesta y entonces escuché pasos acercándose a la puerta donde yo estaba, usé el vidrio en la ventana para desatarme las manos y salté a través de ella cayendo sobre un arbusto, tomé un palo que se encontraba afuera y entré de nuevo a la casa que tenía la puerta abierta para sacar a Felipe porque no pensaba abandonarlo.

El Destino De La SeñoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora