Capítulo 56 Compartiendo opiniones

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—¿Cómo llegaste hasta aquí? —preguntó sin soltar la manija de la puerta.

—Siento que ya viví esto antes, como un deja vú, aunque hoy nadie está abrazando su torso —dije ignorando su pregunta y acercando mi mano a mi mentón con una sonrisa riendo levemente.

—No pasará otra vez, puedes borrarlo de tu mente —habló con abundante tranquilidad.

—Las situaciones divertidas no son fáciles de olvidar, como su golpe en la frente —hice el gesto dando una palmada en mi frente.

—Que yo recuerde no fui el único que tropezó esa vez, pero mi dignidad sigue intacta —ya estaba aprendiendo —Además, eso pasó hace... —logró darse cuenta que estaba cambiando de tema —En fin, solo tomaré esos papeles —manifestó volviendo a la calma y separándose de la puerta sin cerrarla.

Como ya las tenía en mis manos solo las extendí hacia él y en cuanto rosaron sus dedos aparecieron palabras llenando las hojas en blanco, ahora entendía porque antes había sentido el ligero relieve por la presión de un lapicero.

Las acerqué de regreso a mí para revisarlas sin que alcanzara a tomarlas, no entendía ni una palabra porque no reconocía el idioma, pero aun así era impresionante.

—Increíble ¿usted escribió estas cartas? —pregunté reconociendo la estructura que tenían.

Asintió —¿Entiendes lo que dicen? —preguntó lentamente.

—No, pero dijo que estaba haciendo trabajos de prueba del marquesado de Bennet así que supongo que debe ser un idioma de Cramwer —dije entregándole el grupo de hojas.

—Es un idioma antiguo que usan los hechiceros.

—Entonces ¿eso hizo que las palabras desaparecieran? —pregunté ya sin resistir la curiosidad —¿Usted también usa magia?

—Por supuesto que no —negó mi teoría muy rápido.

—Entonces, ¿cómo?

Hizo una pausa dudando en responder, yo mantuve mi mirada fija intentando convencerlo mentalmente.

Soltó un suspiro y remangó la muñeca izquierda de su suéter mostrándome su dije de ángel, el que yo ese día también llevaba. Tomó asiento en el mueble gris dejando las hojas sobre la mesa de centro y acercó el dije haciendo un círculo sobre ellas haciendo desaparecer las palabras nuevamente —Son objetos mágicos. Los niños de ese día, Ginger y G son aprendices de magia.

Quedé congelada sin saber que responder, lo soltó como una nueva bomba de información al ni siquiera estar entre las primeras diez hipótesis que tenía y acerqué mi mano al dije que llevaba en mi muñeca. Me senté en el otro sillón frente a él e imité su movimiento anti horario en las hojas, sin embargo, no pasó nada.

—En sentido horario —mencionó levantándose en dirección al librero y lo hice logrando que funcionara esta vez.

—Increíble, es más práctico que el código secreto que tenía con mi primo —mencioné a la vez que continué repitiendo la acción un par de veces para convencerme por completo de lo que estaba pasando, era realmente increíble y también pude notar mejor la caligrafía —Vaya, es muy bonita —comenté en voz alta llevando mi vista a su dirección.

—¿Bonita? ¿La magia? —cuestionó con sus manos en el librero para encontrar el libro que buscaba.

—Hablo de su letra, es bonita, casi tengo un poco de envidia.

—¿Por qué tendrías envidia de eso? —preguntó desconfiado.

—A diferencia de mi ortografía, mi caligrafía no es tan buena, es legible, pero no más que eso y tardaría mucho para que quede como la suya por eso uso el formato digital —compartí —Me impresiona que escribiera todo esto a mano.

El Destino De La SeñoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora