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Lauren
Miami

Tomé el pequeño muñeco de colores y pagué por el. Resultaba tan patético estar haciendo eso. No acostumbraba regalar cosas tan estupidas pero sabía que a Camila le gustaría. La mayoría de los chicos con los que salió le habían regalado osos de peluche y rosas, salía con ellos después, debía funcionar.
Salí de la tienda y arrojé el mono al asiento del copiloto, ahora debía ir a su casa y preguntar por ella.
Sinu se sorprendió al verme ahí afuera. Sonrió amablemente.

-Lauren, que bonita sorpresa, pasa.

-¿Esta Camila?
Pregunté directa. Negó pero no pude evitar pasar para seguir sus pasos.
No me traía buenos recuerdos entrar a esa casa. Muchas imágenes aparecían en mi mente, sabía exactamente el camino que había recorrido la humillante noche.
Aquí estaba otra vez. Con Sinu frente a mi. Casi quería reclamarle que llamara para contarle a mamá que yo no había actuado correctamente con su hija.

-Salió temprano a la clínica, supongo que te contó de su trabajo.

-Así fue.

-Aunque no debe tardar, estará aquí para la comida. Asentí.
En ese momento Alejandro entro por la puerta. Yo me puse de pie para saludarlo.
Estaba sorprendido realmente.

-Hola Alejandro.

-Por dios, con razón mi hija no deja de hablar de ti.
Me dió un abrazo corto.
Solía llevar una buena amistad con ellos también. Eran como mis segundos padres al pasar tanto tiempo detrás de su preciada hija.
-Estás tan...

-Guapa, cariño,es la palabra que buscas.
Alejandro asintió y sonrió para luego dejar un beso amable en la mejilla de Sinu y disculparse para subir.
-Tienes que quedarte a comer, nada de negarse ¿Prefieres esperar aquí o en la cocina mientras termino?

-Estoy bien aquí, de cualquier forma debo regresar al auto para traer algo.
Sinu asintió y yo aproveché para salir y buscar la cosa espantosa de colores. ¿No era Camila muy grande para estos regalos? Mierda. Pensé por un rato pero ya no tenía opción.
Volví adentro y espere sentada mensajeando un rato con Normani para contarle lo que había comprado.
La puerta volvió a escucharse y miré a la ventana, había estado tan distraída con el móvil que no me di cuenta del auto que se estacionó frente al de mamá.
Camila caminó directo por el pasillo sin mirar a la sala, por lo tanto me dejó ahí sin saber que hacer.
Segundos después ella retrocedió dos pasos y me miró. Yo sonreí. Ya tenía algo bueno de mi. Sus ojos brillaron un poco.

-Hola.

-¿Que haces aquí Lauren?
Respondió a la defensiva y yo lo entendía. Ahora debía actuar de forma dulce para que me perdonara, por tratarla como se merecía.

-Yo...bueno, tenía que disculparme contigo. Dejó su bolsa y chaqueta ligera en el otro sofá.
-Es...por lo de ayer, fui demasiado grosera contigo, debes saber que volver a la ciudad no ha sido del todo fácil, estaré poco tiempo y pensé que sería mejor solo estar con mis padres, pero tienes razón, sobre tu y yo, es...bueno saber de ti también.
No dijo nada. Sólo se cruzó de brazos a punto de caer en la trampa. Sabía que la convencería. -¿Puedes aceptar esto? Lo compré para ti Camz.
Yo misma me tensé por usar ese sobrenombre, extendí el oso de colores a sus manos. Ella sonrió levemente.

-Gracias Lauren, es muy lindo.
Listo. Lo había logrado. Tenía que ser un caramelo dulce de ahora en adelante.
-Si fuiste demasiado cortante ayer.

-Lo se, es que...
Despeine mi cabello para mirarme desesperada.
-No importa, ahora solo quería pedirte perdón y dejar en claro que si tu quieres...bueno podríamos salir otra vez.

-¿Quieres?

-Por supuesto, hay muchas cosas por contar.
Ella asintió y abrazó a su pecho el maldito oso. Sonrió como un ángel. Mierda no. Yo no podía volver a pensar eso sobre ella, era el enemigo totalmente.

-Aunque te quede poco tiempo aquí.

-He pensado que debo quedarme mas días.
Sonrió abiertamente. La voz de su madre nos interrumpió desde el comedor. Era como un maldito deja vu, solo que esta vez yo no estaba en su dormitorio escuchándola cantar bobas canciones de adolescentes.
Estaba ahí frente a mi, años después. Nada de bobadas ahora. Debía ser bastante clara con lo que quería.
Me senté junto a ella en la mesa y sus padres en sus sitios habituales. Alejandro se mostró muy entusiasmado por volver a vernos juntas.

-Así que no han cambiado muchas cosas, sigues siendo amiga de mi hija, verlas ahí me recuerda su vieja imagen, Camila parloteando sobre el colegio y Lauren, tu, si con esas gafas horrendas asistiendo a sus locuras.
Camila se quejó por las palabras y Sinu golpeó el hombro de Alejandro, para que dejara de hablar. Eso no sonaba nada divertido para mi, pero me esforcé para sonreír.
-Esta bien, esta bien, ya cambiaron y...Lauren, cuéntame de tu vida en NY.
Iba a hacer que me amarán también.

-Fue difícil al principio. Sonreí a Camila para que me correspondiera, seguimos comiendo entre charlas.
-Pase los primeros seis meses extrañando demasiado Miami, y todas las personas que estaban aquí, aunque ya me conocen, me dejé llevar demasiado por el conocimiento y estudiaba mucho, aproveche todo el tiempo, conseguí un trabajo de asistente para un fotógrafo, se llama Drake, eso fue 1 año después y desde entonces estuve trabajando para el, así que al terminar la universidad él consiguió una entrevista para mi, una oportunidad en la revista en la que estoy actualmente, comencé desde abajo y él siguió trabajando en fotografía, actualmente el trabaja para mi.

-Eso suena a que eres muy buena. Sinu aclaró. Alejandro parecía realmente orgulloso de lo que yo contaba.

-Esa es una buena razón para no volver a Miami, de otra forma no tendrías el trabajo ahora. Dijo y apoyó una mano en mi hombro como muestra de apoyo.

-¿Tu que hiciste en ese tiempo Camila?
Pude notar la tensión entre los tres. Había algo que podían contarse con la mirada pero a mi no.

-Aaa, bueno yo...en la universidad aquí, ya sabes, algo realmente tranquilo, vivía con mis padres y me incline por odontología, la clínica en la que estoy trabajando me invitó a terminar mis prácticas y luego me contrataron, nada tan interesante como lo tuyo.
Agachó su mirada al plato, incómoda.

-Si es por lo que dije ayer...no debes...
Susurré cerca de su oído. Sus ojos café miraron a los míos y fue difícil apartarlos, seguir hablando incluso. Una extraña sensación se apoderó de mi cuerpo y frente a ella a una distancia realmente corta, no podía dejar de mirarla.
Fue el ruido de una silla apartándose de la mesa lo que nos distrajo.

-¿Quieres más cariño?
Sinu me preguntó. La comida estaba deliciosa y pude haber dicho que si, pero para mi cuerpo no iba a resultar nada bien. Un plato era mi límite.
Negué amablemente.

-Tal vez necesite un tratamiento para mi sonrisa, como dijiste.
Dije con claridad y en voz baja. Bien. La tensión se fue y Camila correspondió con firmeza.

-Bien, pues ya tienes quién te ayude con eso ¿Que harán para la tarde?
Alejandro preguntó.

-No tengo mucho ánimo de salir de casa ¿Tu?
Negué. Era mi hora para irme.
Pero su tibia mano me sorprendió sobre la mía, debajo de la mesa.
Alejandro se disculpó para salir a la sala.
-¿Quieres platicar en mi habitación? Como antes.

-Será raro, pero esta bien.
La seguí escaleras arriba con mi corazón acelerado. Era una mala idea, lo sabía. Sólo había malos recuerdos de ese lugar.

Sólo tú y yo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora