2. La actuación de Amelia

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Conforme llegaba la hora acordada con Amelia, los nervios de María y Luisita se empezaban a intensificar. La mayor de las hermanas caminaba de un lado al otro del King's como si la vida le fuera en ello. Mientras tanto, Luisi se encendía otro cigarro e intentaba aparentar normalidad, pero la realidad es que ambas se jugaban mucho. Ya se habían acercado varios clientes a preguntarles de qué iba a tratar el espectáculo de aquella noche.

- Es una sorpresa –dijo Luisita para intentar salir del paso con Sebas- Quédate hasta entonces y lo descubrirás –añadió con una sonrisa poco convincente. Mientras, María la miraba desconfiada y suspirando a cada paso que daba alrededor de la barra.

- Luisi, que nos la estamos jugando. ¿Dónde está la chica? Mira que al final nos toca cancelar.

- María, no seas agorera –trataba de tranquilizarla, pero ni ella misma sabía cómo calmarse- Empezaba hoy a trabajar en el hotel, dale una oportunidad.

- ¿Cómo quieres que confíe en alguien que no sabemos qué va a hacer?

Antes de que Luisa pudiera contestar a esa pregunta, Amelia irrumpió en el bar cargada de una gran bolsa y una sonrisa todavía mayor.

- ¡Hola, chicas! Ya estoy aquí. ¿Preparadas para el espectáculo?

Las hermanas se miraron en silencio y asintieron un poco temerosas ante el riesgo que asumían dejando el espectáculo del King's de aquella noche en las manos de una completa desconocida. Luisita acompañó a Amelia al camerino para que se cambiara y ésta se aseguró de que le habían preparado todo lo que había pedido el día anterior. Antes de que se fuera de la estancia, le dijo lo que María tenía que decir para presentarla y le dio un disco con la música que tenía que poner. Luisita respiró acelerada ante tanta información y salió como una exhalación para cumplir las órdenes que le había dado Amelia. Se lo jugaban todo, la suerte estaba echada.

***

Llegó el momento que Luisita y María habían estado temiendo todos estos días y, especialmente, desde que Amelia se comprometió a hacerse cargo del espectáculo. Como cada viernes por la noche, el King's dedicaba a sus clientes una actuación especial. María tomó entre sus manos el micrófono de pie y lo elevó hasta que llegara a la altura de sus labios.

- Señoras y señores, muchas gracias por acompañarnos esta noche. Hoy tenemos con nosotros un espectáculo... diferente. Contamos para ello con la presencia de una artista reconocida a gran nivel –cuando dijo esto tuvo que tragar saliva para continuar y suplicó interiormente no haberse equivocado en la elección- Con todos ustedes: Amelia Ledesma.

El público comenzó a aplaudir y las luces se apagaron dejando solamente una luz iluminando el centro del escenario, donde se encontraba una solitaria silla de madera. De pronto una canción de cabaret empezó a sonar. María, que ya se había colocado junto a Luisi detrás de la barra, juntaba sus manos a modo de plegaria implorando a Dios que no fuera un desastre. Luisita, por su parte, se encendía el enésimo cigarro de la noche y se aferró al brazo de su hermana.

De pronto, Amelia apareció y se sentó en la silla apoyando su torso sobre el respaldo y dejando ambas piernas a cada lado de la silla. Iba vestida con un precioso corpiño y unas largas botas negras que surcaban sus estilizadas piernas. En la cabeza, portaba una especie de bombín que recordaba ligeramente a Charles Chaplin y su rostro, adornado con el maquillaje que ella misma había espolvoreado, lucía tremendamente hermoso a la tenue luz del escenario.

María y Luisita miraban atónitas los sensuales movimientos de Amelia mientras la música iba cogiendo fuerza. Se contoneaba con tanta sensualidad que era imposible dejar de mirarla. Luisita no podía creer que aquella chica que el día anterior no podía esbozar ni una sonrisa fuera capaz de bailar de aquella manera. Solamente el manotazo de su hermana la sacó de sus pensamientos.

- ¡Madre mía, Luisi! ¿Pero tú has visto esto? –le susurraba María- Cómo la mira la gente, es increíble.

- Lo veo, María, lo veo –apenas podía articular palabra, estaba boquiabierta literalmente.

Amelia continuaba bailando, subiendo y bajando de aquella silla. La trataba como si de su pareja de baile fuera, rodeándola lentamente, apoyándose en ella con la mayor de las delicadezas. Sus movimientos eran tan rítmicos y sensuales que lograba hipnotizar a quien se parara a mirarla. Cada gesto que hacía, acompañado de una mirada penetrante, lograban encandilar al público. Cuando la música se terminó, lanzó su sombrero bien lejos y fue a parar a un atónito Sebas que lo cogió para, seguidamente, aplaudir de pie ante tal espectáculo. Después de él, todos se lanzaron en un gran estruendo de júbilo ante la admiración por lo que acababan de presenciar. Amelia abandonó el escenario y la gente estuvo aplaudiendo durante varios minutos. Las hermanas Gómez respiraban tranquilas: había sido todo un éxito.

- ¡Luisita! ¡María! Tenéis que decidme de dónde la habéis sacado... -apostilló Sebas excitado- Esa mujer es una maravilla.

- Lo siento, Sebas, los secretos no se pueden revelar –dijo triunfante Luisita.

- ¿Te ha gustado? –le preguntó María.

- ¿Que si me ha gustado? Si vais a hacer un espectáculo de estos cada semana, avisadme, que quiero verlos en primera fila.

Ambas se sintieron satisfechas con aquello. La realidad es que Amelia era una excelente bailarina y María finalmente tuvo que darle las gracias a su hermana por haber confiado en ella. En ese momento, Amelia, que ya se había cambiado, apareció en la barra para preguntarles qué les había parecido el espectáculo.

- ¡Increíble! No sabía que bailaras tan bien –dijo Luisita un poco cohibida.

- En realidad, esa parte no te la conté, solo te dije que me habían echado de mi trabajo. Es que yo bailaba en otro local. A mí siempre me ha gustado bailar, vine a Madrid para eso y para lograr ser una gran artista.

- Pues, hija, talento no te falta –afirmó bien orgullosa María- Se me está ocurriendo... ¿qué te parecería actuar aquí una vez por semana?

- ¿Lo dices en serio? –Amelia estaba extasiada ante la posibilidad de bailar en el King's.

- ¡Por supuesto, chiquilla! ¿Pero no has visto el éxito que has tenido? Tonta sería si no te lo propusiera.

- ¡Pues te digo que sí! Claro que sí. –no paraba de sonreír- Muchas gracias, María, y a ti, Luisita, esta semana me habéis hecho la mujer más feliz del mundo. ¡Qué suerte he tenido en encontraros!

- Bueno, bueno, bueno –suspiró María- vayamos por partes, vente al despacho y hablamos de cómo lo vamos a hacer, ¿te parece? –se giró hacia su hermana- Luisita, atiende que se te está acumulando la faena.

- A la orden, jefa –masculló entre risas en lo que miraba divertida a Amelia mientras ella y su hermana iban a arreglar los detalles.

La noche se desarrolló con normalidad. Se acercaba la hora del cierre y Amelia y María no habían salido todavía de la oficina. Luisi comenzó a recoger el local con la ayuda de sus compañeros cuando las dos mujeres aparecieron en las inmediaciones. Ambas venían riéndose, por lo que se suponía que habían llegado a un buen entendimiento.

- Bueno, Amelia, un gusto conocerte y ver tu talento. A ver con qué nos vas sorprendiendo. Luisita, me voy a ir a casa, me ha llamado Ignacio que quiere hablar conmigo de algo importante. Te quedas tú haciendo caja, ¿vale?

- ¡Qué cara más dura, María! –gruñó su hermana pequeña.

- Sabes que lo mío no son los números –sonrió.

- Tienes muchas excusas tú...

- Nos vemos mañana, no te olvides de cerrarlo todo –sentenció mientras iba abandonando el local.

- Luisita, yo me quedo contigo si quieres. Es lo menos que puedo hacer –dijo Amelia.

- Gracias –sonrió abiertamente- pero no quiero importunarte más

Amelia negó con ternura y se quedó con ella hasta el cierre. Mientras hacían caja y recogían el lugar, Luisita y Amelia fueron hablando como si se conocieran de toda la vida. Podría decirse que desde aquella noche se empezó a forjar su amistad y empezó a crearse un vínculo entre ambas que sería muy difícil de quebrar.

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora