11. Un admirador para Amelia

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Al día siguiente, los vecinos de la Plaza de los Frutos se vieron sorprendidos por una noticia que no podían creer: Franco había muerto. Después de casi 40 años de dictadura, el Generalísimo fallecía y dejaba un panorama incierto en la sociedad y la política del país. Aquella noticia impactó a propios y a extraños, por lo que no era raro encontrar corrillos a cada paso hablando sobre lo que depararía su muerte al futuro de España.

Aunque a Luisita le preocupaba, como a todos, que Franco hubiera muerto, aquel día estaba más interesada en su prueba de Romeo y Julieta. Tras la espantada de Amelia, apenas había podido ensayar como le hubiera gustado. Por su parte, Amelia no había podido dejar de pensar en aquella escena que había vivido con Luisita y no había dormido mucho precisamente.

- Madre mía, Amelia, vaya cara llevas... -apuntó Natalia- ¿Mala noche?

- Uf, no he pegado ojo apenas...

- Me parece que tú lo que tienes es un síndrome claro de enamoramiento precoz.

- ¿Cómo? –Amelia comenzó a ruborizarse- ¿Tanto se nota?

- Tonta sería si no me diera cuenta de lo que sientes... –sonrió cómplice- por Luisita.

Amelia estaba muy sorprendida. ¿Tan obvio resultaba que estaba enamorada de ella? Claramente sí, si Natalia se había dado cuenta también de sus sentimientos. Pero, ¿cómo había sucedido y desde cuándo? No sabía ponerle tiempo al nacimiento de todo, pero la verdad era que no dejaba de pensar en ella ni un segundo. El tiempo se le hacía corto cuando estaban juntas y Luisita conseguía hacerla reír con cada ocurrencia que tenía. Era tan obvio que se había enamorado de ella que se maldijo por no haber haberlo evitado antes. Ahora tenía un gran problema y no sabía cómo afrontarlo.

- Igualmente, ahora no puedo pensar en eso.

- Amelia...

- Déjalo estar, Natalia... -suspiró y negó con la cabeza- En fin, esta noche tengo actuación en el King's, estarás allí, ¿no?

- Ay -bufó- sí, cómo no, claro que iré a verte.

***

Aquel 20 de noviembre de 1975, toda España estuvo pendiente de lo que pasaba en el país después de que se comunicara la muerte de Franco. Una pequeña parte de la plaza de los Frutos, por otro lado, estaba ansiosa por ver la nueva actuación de Amelia Ledesma. Algunos de sus vecinos ya estaban acomodados en sus asientos y, tal y como era habitual, María dio paso al espectáculo de la vedette.

Amelia apareció en el escenario, enfundada en un traje de general y haciendo el paso militar mientras la música fúnebre sonaba en todo el local. A medida que iba avanzando como si de una marcha se tratara, la joven se iba desprendiendo poco a poco de la ropa, quedando solamente en ropa interior. Amelia cerró su número haciendo el saludo militar en honor al Generalísimo ya fallecido. Todos los asistentes se quedaron perplejos ante la polémica actuación de la joven, pero si por algo se caracterizaba Amelia era por no dejar indiferente a nadie.

Justo esa noche, tras el espectáculo, Luisita esperaba a Amelia en la barra. Ya con su ropa habitual, la joven se acercó a su amiga intentando obviar todas las revelaciones que había tenido con ella el día anterior. La hija de los Gómez estaba maravillada por el espectáculo de su amiga, aunque también un poco preocupada por la conveniencia de haberlo llevado a cabo en un día como ése.

- Madre mía, Amelia, has estado espectacular –le dijo Luisita en señal de admiración.

- ¡Gracias! –sonrió abiertamente- Me alegra que te haya gustado, Luisita.

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora