22. Un acercamiento inesperado

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Tras los correspondientes papeleos, Luisita al fin fue liberada. La joven pidió perdón a su familia por su reticencia en firmar aquella declaración, pero pronto la absolvieron al entender los motivos que tenía para permanecer en la DGS. Manolita, en cambio, aún no había logrado salir de allí y la familia temía que se demorara todavía más en el tiempo.

Quintero, quien recibió la ayuda de Carlos, les comunicó que no se preocuparan, que Manolita no tardaría en volver. Pero la realidad era que los Gómez estaban empezando a perder la esperanza de pasar las Navidades con la matriarca en casa. Afortunadamente, Justo tenía razón y, cierto día con la mayoría de la familia reunida en la plaza, el abogado les preparó una grata sorpresa.

- ¿Qué pasa, que nadie me va a dar un abrazo? -preguntó indignada Manolita, haciendo su aparición ante su familia.

Todos corrieron a su encuentro y vieron respondidas sus plegarias al lograr que la mujer fuera puesta en libertad. Manolita se abrazó a cada uno de ellos y les besó con cariño tras el tiempo que había pasado encerrada. Quintero apareció tras ella y les informó que el fiscal había decidido ponerla en libertad después de que considerara suficiente castigo el tiempo que había estado presa.

***

La vuelta de Manolita a casa conllevó que las aguas volvieran a su cauce poco a poco. Luisita y María dejaron de ocuparse de sus hermanos y recuperaron sus vidas, así como su trabajo en el King's. La pequeña de las hermanas se encontraba en el despacho escribiendo en un cuaderno cuando la llegada de Amelia la sorprendió.

- Luisita, no quiero molestarte, solo vengo a dejar la ropa para mi próximo número -dejó el vestuario en lo que Luisita la miraba sin mediar palabra- Oye que quería decirte que me alegro mucho de que lo vuestro se haya arreglado -hizo una pausa- lo tuyo y lo de tu madre.

- Gracias -al fin se atrevió a decir.

Amelia se giró con intención de marcharse cuando Luisita le pidió que se quedara.

- Creo que hemos estado un poco raras últimamente, ¿no? -dijo mientras se aproximaba a ella.

- Sí, han pasado muchas cosas.

- Yo, creo que debo pedirte perdón por todas las cosas que te dije cuando viniste a verme a la cárcel.

- Solo estaba preocupada por ti, Luisita -confesó.

- Perdóname, de verdad, estaba ahí encerrada y supongo que no podía ver las cosas con claridad.

- ¿Y ahora te has aclarado? -espetó sin miramientos.

- ¿Qué quieres decir? -no esperaba aquella pregunta.

- Bueno, ehm... que... -intentaba reconducir el tema- que entiendo que te sientas incómoda conmigo. Me lo dijo Sara... -estaba logrando el reunir el valor para terminar aquella frase.

- ¿Te dijo eso? -preguntó extrañada.

- Sí, me dijo que estabas intentando distanciarte y que... bueno, que no te sentías a gusto.

- Amelia, yo eso no se lo dije nunca. Debió inventárselo.

Los ojos de Amelia se abrieron como platos. Todo lo que había estado imaginando sobre la incomodidad de Luisita con respecto a ella nunca existió. Las invenciones de Sara habían logrado hacerle creer que su amiga se estaba intentando apartar de ella, cuando en realidad no era ésa su intención. Notó como aquel nudo que llevaba formado en su corazón se deshacía por completo y sus ojos empezaron a mirar a Luisita con la necesidad de quien no puede dejar de contemplar lo que anhela.

- ¿Y ella te dijo algo de mí?

- ¿De ti? No. ¿Por?

- Es que creo que Sara ha estado enredando más de la cuenta...

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora