43. Dosis de realidad

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Manolita no se movió ni un milímetro después de la marcha de Amelia. Con el semblante serio, pensaba en lo que había sucedido instantes atrás. Solo la llegada de Pelayo pareció sacarla de su ensimismamiento.

- Buenas tardes, suegro –dijo finalmente para empezar a recoger los restos de aquella desastrosa merienda.

- ¿Qué ha pasado aquí? –preguntó Pelayo- He visto cómo salía Amelia con la misma cara que tendría yo si hubiera visto al chaparro.

- Suegro, no haga bromas con eso... -lo reprendía Manolita.

- ¿Qué ha pasado, Manuela?

- Nada, nada, ¿qué va a pasar? No diga tonterías.

- Mira, Manuela, yo seré viejo y todo lo que quieras, pero tengo ojos en la cara y no se me escapa una. Y esa chica salía de aquí con un mal cuerpo como si algo muy gordo hubiera pasado.

- Suegro, que no pasa nada, deje ya de ver conspiraciones y cosas que no hay...

Manolita seguía recogiendo el salón mientras evitaba deliberadamente enfrentarse con Pelayo, quien sabía que le estaba mintiendo descaradamente. El hombre se mantuvo de pie observando cada uno de los movimientos que su nuera hacía de forma nerviosa. Se ajustó las gafas y decidió tomar asiento en su sillón.

- No te ha sentado nada bien saber que están juntas, ¿verdad? –sentenció finalmente Pelayo.

***

Amelia decidió volver al hotel después de la espantada que había protagonizado en casa de sus suegros. Natalia se la tropezó nada más llegar y notó que algo no iba bien.

- Amelia, ¿qué te pasa? –le preguntó mientras la tomaba del brazo y comprobaba que había estado llorando.

- No te preocupes por mí, Natalia, en serio.

- Amelia, por favor, se te nota que has estado llorando. ¿Puedes sentarte y contarme de una vez lo que te ocurre?

Amelia obedeció sin rechistar. Natalia era su único apoyo aparte de Luisita, así que no podía intentar dejarla al margen de sus problemas porque ella siempre había estado allí para apoyarla. Ambas se sentaron en torno a la mesa que había en la sala común.

- Es por Luisita.

- Imagino –sentenció Natalia- ¿Qué pasa con ella? Estabais muy bien hace unos días...

- No, si mal no estamos. Todo lo contrario –suspiraba.

- ¿Entonces?

- Es que se lo ha dicho a Manolita, lo nuestro, ya sabes...

- Y no se lo ha tomado bien, ¿es eso?

- Pues sí, a ver yo ya sabía que no se lo iba a tomar bien –aseguró Amelia- pero me ha dicho unas cosas... -su rostro se volvía a ensombrecer.

- ¿Qué cosas?

- Que me alejara de su hija, que le permitiera tener una vida normal...

Natalia puso los ojos en blanco. Entendía lo que estaría pensando Manolita, sobre todo, porque era un pensamiento muy extendido en los tiempos que corrían. Poca gente era capaz de ver con relativa normalidad que dos mujeres pudieran quererse o, incluso, ser pareja. Los convencionalismos sociales de la época no admitían una relación así y, además, la homosexualidad estaba castigada penalmente. Por mucho que Franco hubiera muerto, la democracia era un proceso largo que todavía no había visto su aparición. Más difícil era todavía imaginar que pudieran modificarse determinados pensamientos. Para ello iba a hacer falta todavía más tiempo.

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora