71. Dudas y una oportunidad

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Tras la cena de la reconciliación, Marcelino y Luisita recobraron su excelente relación del pasado. De tal manera que la joven aprovechaba todos los momentos que tenía libres del King's para pasarlos con su padre y que le diera consejos culinarios o le contara historias que poder llevarse consigo a Estados Unidos. A falta de dos días para embarcar rumbo a San Francisco, la extraña sensación de felicidad y tranquilidad de Luisita estaba dando paso a un sentimiento nuevo desde que habían tomado la decisión de poner tierra de por medio. La incertidumbre y las dudas se agolpaban en su mente y, de pronto, ya no le parecía tan necesario separarse de su familia, aunque continuar en Madrid les impidiera vivir su amor como lo había hecho anteriormente.

Por otro lado, sentía que ya era tarde para dar marcha atrás a todo lo planeado con Amelia y no se atrevía a decirle, después de todas las veces que le había reiterado su seguridad, que estaba empezando a arrepentirse de ir a hacer las Américas con ella. Por un momento recordó todos los sufrimientos que Amelia había tenido que pasar en la cárcel y, solo al pensar en ello, se autoconvenció de que se lo debía, aunque eso supusiera abandonar a su familia. Además, todavía tenía la necesidad de empezar una vida nueva donde poder vivir aventuras juntas y aquel pensamiento la hacía desistir de confesarle sus temores.

- Luisita, ¿estás bien? -le preguntó Amelia mientras guardaba un pantalón vaquero en la maleta que estaba apoyada en el sofá.

- Sí, sí, perdona. Estaba pensando en mis cosas y no sé qué me estabas diciendo -contestó Luisi.

- Llevas días un tanto abstraída. ¿Te preocupa algo, cariño? -le dijo dejando la ropa a un lado y sentándose junto a ella en el sofá.

- No es nada, solo estaba pensando en que ya nos queda poco para irnos -contestó con una sonrisa.

- ¡Sí! Dos días nada más -estaba radiante imaginándose ya en San Francisco.

- ¿Tú crees que nos aclararemos con el idioma? -preguntó dubitativa Luisita.

- Hombre, yo creo que nos va a costar, pero podremos con ello. Si Lola Flores pudo, nosotras también -dijo con cierta sorna, a lo que Luisita contestó con una sonrisa a medias- Cariño, ¿me vas a decir ya lo que te pasa?

- ¿A mí? -se hizo la sorprendida- ¡Nada, nada!

- Luisita...

Luisita sabía que cada vez que Amelia pronunciaba su nombre de aquella manera era porque sabía que estaba ocultándole algo. La vedette tenía un radar especial para detectar el disimulo o las pequeñas mentiras piadosas que Luisita se inventaba para evitar algún conflicto. No sabía si le gustaba o le preocupaba que fuera tan obvia a ojos de su novia, pero desde luego, no había vez que no consiguiera pillarla.

- Está bien -dijo suspirando- Pero prométeme que no te vas a enfadar conmigo...

- Cariño, no puedes ocultarme cosas pensando que me voy a enfadar. ¿Qué te digo siempre de contarnos lo que nos preocupa? -aseveró con un punto entre la ternura y la reprimenda.

- Lo sé, lo sé. Lo siento -se excusó Luisita.

- A ver, dime -dijo tomándola de la mano y acercándose a ella.

- Es que he estado pensando en algo que... A lo mejor no te gusta. Pero que solo ha sido una idea, que no es que quiera hacerlo, solo digo que se me ha pasado por la cabeza... -Luisita empezó a mover las manos con nerviosismo y hablar tremendamente rápido.

- ¡Luisita, al grano, cariño! -le pidió Amelia, que cada vez estaba más intranquila.

- Bueno, es que he estado pensando... ¿Qué te parecería si pospusiéramos un poco el viaje a California?

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora