7. La gran decepción de Luisita

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Amelia odiaba la plancha con todas sus fuerzas y, aquel día de octubre que había amanecido especialmente lluvioso, le pareció que tenía todas las sábanas del mundo por planchar. Resoplaba a cada pasada que daba y no conseguía hacer desaparecer las arrugas de la tela. Mientras se disputaba aquella batalla, le pareció escuchar una voz familiar desde fuera del cuarto de la colada.

- ¿Amelia? –la voz familiar tenía cabellos rubios y una sonrisa de oreja a oreja- ¡Te estaba buscando! He salido corriendo nada más saberlo, tenía que contártelo.

- ¡Hola, Luisita! –de pronto aquel día le pareció más radiante que nunca- ¿Qué me querías contar?

- ¡Voy a hacer una prueba para la película de María! Es un papel pequeño, pero estoy segura de que lo voy a conseguir... -esperó a la respuesta de su amiga-¿Me has oído, Amelia? ¡Que voy a ser actriz!

Luisita la abrazó con tanta fuerza que a la plancha le faltó poco para salir volando. La oportuna llegada de Manolita las hizo separarse.

- Pero, hija mía, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar ayudando a tu abuelo?

- ¡Ay, mamá, necesitaba contarle a Amelia la noticia! –dijo tomándola de las mejillas como quien achucha a niño pequeño- ¡Pero qué guapa eres, madre!

La joven salió canturreando y parecía que hasta iba dando pequeños saltos. Amelia y Manolita la miraban perplejas y no pudieron evitar reírse ante la escena. Daba gusto ver a Luisita tan ilusionada, tan centrada en un proyecto. Amelia se alegraba tantísimo por su amiga que Manolita tuvo que sacarla del despiste y recordarle que le quedaba todavía mucha tarea por hacer.

***

- ¡Ahhhhhhhh! ¡NO VENDRÁS A POR MÍ, VAMPIRO DEL DEMONIO! –gritó Luisita en una desmedida sobreactuación más propia de un programa de parodia que de una película de terror- ¿Qué tal lo ves, María?

- Emmmm, a ver, creo que en la actuación hay que ensayar mucho y formarse siempre, Luisi – María estaba completamente horrorizada y su cara reflejaba el horror que había presenciado –Mira, voy a hablar con Gustavo, a ver cómo va.

María salió del despacho dejando a Luisi en pleno apogeo interpretativo y mascullando algo parecido a "¡Qué desastre!". Llegó a la barra y se cruzó por el camino con Amelia, que le preguntó por Luisita.

- No preguntes, Amelia.

- ¿Pero qué ocurre? –preguntó asustada.

- Ocurre que es un desastre, una hecatombe, un horror. Creo que no tenía que haberle conseguido la prueba.

- ¡Hala, hala, María! Eres una exagerada.

- Amelia –la miró con seriedad- Hablo en serio, Luisi es malísima y no es que yo tenga miedo de que me deje mal, a mí eso no me importa. Pero conozco a mi hermana, y como vaya esta tarde a esa prueba, va a hundirse.

- No sé, María, yo creo que le falta practicar –Amelia se negaba a truncar el sueño de su amiga.

- Que no, de verdad, que es nefasta. Dicho desde el cariño, Amelia. Luisa es una persona maravillosa, pero no tiene ningún mecanismo para la actuación -sonó el teléfono del King's y María se dispuso a descolgar- ¿Dígame? Sí, pero yo soy su hermana. Ajá, sí... entiendo. Vale, no te preocupes, yo se lo digo. Gracias.

María colgó el teléfono y se quedó pensando por un instante. Amelia la miraba intrigada, mientras notaba que su cara de preocupación se había tornado menos tensa. 

- ¿Y bien? -inquirió la vedette mientras arqueaba una de sus cejas. 

 - Que creo que tenemos una oportunidad para evitar que haga el ridículo. ¿Cuento contigo?

***

Eran cerca de las nueve de la noche cuando Luisita entró en el King's. En la barra estaban Ignacio, María y Amelia comentando la última jugada de Jesús en la recepción de La Estrella. La joven venía con semblante serio, casi taciturno. Aquel estado de ánimo contrastaba con el manifestado por la mañana. Seguramente si la hubiera visto Pelayo hubiera dicho que estaba como el tiempo, negro y lluvioso. Luisita había perdido toda la luz que emanaba por la mañana.

- ¡Hombre, Luisita! ¿Cómo ha ido la prueba? –preguntó Ignacio con gran interés.

Amelia y María se apartaron levemente de la escena, sabedoras de que la respuesta no era positiva. Se miraron como quienes habían realizado una mala acción y estaban a punto de pagar las consecuencias.

- No sé de qué prueba me hablas. No ha habido ninguna prueba. Aunque supongo que si quieres saber más, le puedes preguntar a María, ¿verdad? –la miró con una mezcla de decepción y tristeza que rompía el alma.

- ¿Cómo? –Ignacio se volvió hacia su esposa- No entiendo nada, ¿por qué dice eso Luisita, María?

- Luisita, cariño...

- ¡Ni cariño ni nada! ¿Qué pasa? No querías que siguiera tus pasos, ¿no? Solo lo querías para ti, ¿verdad? –la decepción se había transformado en enfado y ya no podía controlar lo que decía. Apretaba fuertemente los puños mientras intentaba que las lágrimas no brotaran de sus ojos.

- Solo queríamos que no sufrieras...

- ¿Queríamos? -preguntó Luisita extrañada- O sea, que no actuaste sola, ¿no? Sabías que era mi ilusión...

- Luisita, por favor, - Amelia intentó echarle un capote a María- déjala que se explique.

- ¡Ah, claro, tú eres su cómplice! Ahora lo entiendo todo, seguramente llamaron mientras estaba ensayando para avisar que habían cambiado la hora de la prueba, ¿verdad? Y habéis decidido que mejor que no fuera, ¿no?- bufó-  ¿Acaso es que no queréis que sea feliz? ¿Es que disfrutáis haciéndome daño? –las lágrimas habían decidido salir por su cuenta y ya no podía detenerlas.

- Cariño –intentaba calmarla María-, lo hicimos por ti, no queríamos que sufrieras.

- Tarde, ya lo habéis hecho –se enjugaba las lágrimas- No quiero saber nada de ninguna de las dos.

Luisita salió furiosa del King's. María fue tras ella, mientras Ignacio movía la cabeza de lado a lado en señal de desaprobación. Amelia, quien no dejaba de oír en su cabeza las últimas palabras de Luisi, sintió un vuelco en el estómago por haber participado en aquello y haber truncado los sueños de alguien tan importante para ella. Tenía que arreglarlo, de alguna forma, pero no podía soportar la idea de que Luisita se alejara de ella. 

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora