9. Una crítica brillante

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Amelia se bajó del escenario y se fue hacia el camerino, intentando no mirar a Luisita por miedo a que se hubiera excedido con aquel detalle. No sabía cómo arreglarlo con su amiga y no quería perderla. Durante esos días que habían estado enfadadas se había dado cuenta de lo mucho que le importaba y de lo que necesitaba que estuviera bien, que fuera feliz. Mientras, Luisita seguía sin reaccionar ante aquel detalle de su amiga y se había quedado embobada mirando las flores y releyendo una vez más en su mente las palabras de la nota.

- ¡Luisita! –le gritó María- Espabila, hija, que estás en Babia. ¡Uy! ¿Y ese ramo?

- ¡Em, nada, una cosa que...! Esto, voy a ir un momento al camerino, ¿vale?

- Pero, Luisita, ¿y los clientes? –preguntó María

- ¡Hey, María, ponme un whiskey, que la actuación de Amelia me ha dejado seco! –gritó Sebas desde la otra punta de la barra.

- ¿Seco? Como se entere tu parienta que vas diciendo eso, sí que te iba a dejar ella seco –se metió en la barra- ¡Voy, voy!

Luisita corrió hasta el camerino, ramo en mano por supuesto, y entró sin llamar. Amelia, que estaba de pie intentando desprenderse del vestido rojo, se sobresaltó y se apretó el vestido medio desabrochado contra el torso intentando que no se le cayera.

- ¡Ay, perdón, perdón! –Luisita se tapó la cara avergonzada ya que poco faltó para verla como Dios la trajo al mundo- Tenía que haber llamado, me voy.

- ¡No, no te vayas! –susurró Amelia- Dime, ¿a qué habías venido?

Luisita bajó las escaleras sin desprenderse del ramo y se acercó a Amelia, quien se iba zafando poco a poco del vestido bajo su atenta mirada. La hija de Manolita y Marcelino la miraba y no podía evitar detenerse en cada una de las líneas de su silueta. Y es que Amelia desprendía sensualidad por todos los poros.

- Quería... esto, bueno, quería darte las gracias por el ramo. No hacía falta –se ruborizó cuando vio que Amelia ya se había quitado el vestido y se enfundaba una bata que tenía preparada junto al tocador.

- Era mi forma de pedirte perdón –le clavó la mirada y Luisita sintió que se ponía más nerviosa sin saber por qué.

- Siento habértelo hecho pasar mal –dijo mientras su mirada no se despegaba del suelo.

- Y yo siento haberte defraudado... Me dejé guiar por María y... me equivoqué.

- No pasa nada –dijo sonriendo- Al final me ha conseguido otra prueba, así que mañana tengo otra oportunidad.

- ¿De veras? –preguntó francamente contenta por su amiga- Lo vas a hacer genial.

- ¡Ay, gracias, Amelia! –y se lanzó a sus brazos en señal de perdón.

Amelia le devolvió el abrazo y hundió su cabeza en el hombro de su amiga. Por fin sentía un poco de paz después de tanta tormenta. Suspiró aliviada al ver a Luisita tan contenta y se propuso, de ahora en adelante, apoyarla siempre en todo y no romper nunca sus sueños, que, de alguna manera, se habían convertido en lo suyos propios.

***

A la mañana siguiente, María estaba en el King's cuando su hermana entró hecha un mar de lágrimas y, nada más verla allí, salió corriendo hacia el despacho. La mayor de las Gómez sospechaba ligeramente lo que había pasado, así que la siguió dejando a un desconcertado Gustavo a manos del local.

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora