46. Un regalo muy especial

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Amelia la miraba apasionadamente. Luisita suspiró como hacía cada vez que su novia le clavaba la mirada de esa manera. Tenía el poder de trastocar todos sus sentidos con solo un ligero vistazo. Luisi notó cómo de pronto la temperatura de su cuerpo subía lentamente y decidió que ya era el momento perfecto para darle a Amelia el regalo más especial que le tenía preparado para su cumpleaños.

Muy lentamente, la joven hizo desaparecer toda la distancia que las separaba y se aferró a la cintura de Amelia. Con su otra mano, la tomó con delicadeza de la mejilla y dejó un beso apasionado en sus labios. Su novia le devolvió el gesto y la rodeó con fuerza atrayéndola todavía más hacia su cuerpo. Los besos se iban tornando más apasionados en el transcurso del momento y sus lenguas se abrían paso en una batalla por erigirse vencedora. Sus manos empezaron a entrar en acción, comenzando a desnudarse mutuamente sin dejar que sus labios se separaran más que para tomar un poco de aliento.

Cuando los besos se interrumpían, las miradas apasionadas se decían todo lo que callaban cuando estaban en público. Amelia, en un rápido giro, se colocó tras la espalda de Luisita, buscando con ansía la cremallera que cerraba aquel vestido que tan buen recuerdo le traía, pues era el que Luisita llevaba en Nochebuena, cuando la recibió en mitad de la plaza tras volver de Zaragoza. Inmediatamente, deslizó sus dedos y la bajó para hacer desaparecer cuanta tela salía a su paso, mientras, al mismo tiempo, acariciaba con su mano libre el cuello de Luisita y le acomodaba con cuidado el pelo sobre su hombro derecho. Mientras tanto, sus labios marcaban el camino que instantes atrás estaban cubiertos por la tela del vestido. La piel de Luisita se erizó casi de inmediato al notar la calidez que desprendían entorno al viso que todavía llevaba y que cada vez le molestaba más. Luisi tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener en su boca un gemido de placer.

Amelia dejó que la tela del vestido cayera por efectos gravitatorios y fue entonces cuando invitó a Luisita a que la mirara a los ojos. Cuando la tuvo frente a sí, se encontró a su novia mordiéndose con fuerza el labio inferior, algo que la volvía completamente loca, por lo que decidió que debía ser ella quien llevara a cabo tal acción. Mientras los besos continuaban, Amelia le bajó los tirantes del viso y consiguió que fuera a parar al mismo lugar que el vestido. Luisita la cogió del escote del uniforme, que ya estaba desabrochado, y retiró de un gesto rápido la parte superior del mismo, dejando al descubierto la ropa interior de Amelia.

Presa del deseo, Luisita deslizó su mano por el cuello de Amelia hasta su nuca y la acercó haciendo más profundo aquel beso. Al aproximarse, sus pechos ya al descubierto entraron en contacto con los de Amelia y ambas sintieron que la tela estaba de más. Antes de que Amelia pudiera reaccionar, Luisita le había bajado la cremallera de la falda y dejó que ésta se deslizara por completo hacia el suelo.

- Donde las dan, las toman –le susurró al oído haciéndole que todo su cuerpo se alterara.

Amelia la tomó de la mano y le dio la vuelta haciendo que quedara de espaldas a la cama. Entonces, la beso apasionadamente y la empujó con sutileza sobre la cama, colocándose con cuidado sobre ella.

- Ya lo creo –sentenció mientras se mordía el labio.

Sus manos comenzaron a acariciar cuanto hallaban a su paso por el cuerpo de Luisita, jugando primero con su espalda y después acariciando con delicadeza los pechos de su novia. Aquellas caricias estaban excitando a una ansiosa Luisita que sentía que su cuerpo se incendiaba por momentos. La lengua de Amelia recorría cada espacio de su boca, y sus manos, sugerentes, bajaban por cada curva de su cuerpo rozando juguetonas todos los recovecos de su ser. Mientras se sentía presa de su novia, Luisita decidió que la ropa seguía siendo una invitada non grata, así que se deslizó por la espalda de Amelia y consiguió desproveerla de su sujetador, dejando en libertad sus pechos. Amelia no pudo evitar soltar un suspiro sugerente, mientras que Luisita dejaba volar libres sus manos, ahora que no había nada que pudiera impedirles recorrer el cuerpo de Amelia. Las yemas de sus dedos dibujaban el camino por los pechos de Amelia, mientras sus labios dejaban un pequeño mordisco en su labio inferior para terminar besando su cuello.

La vedette cambió su posición y la invitó a incorporarse sobre aquella pequeña cama de 80 centímetros que, a pesar de antojarse algo pequeña, les estaba ayudando perfectamente a dar rienda suelta a su pasión. Una vez quedó Luisita sentada, Amelia hizo lo propio sobre ella dejando que sus largas piernas rodearan el cuerpo de su novia. Ahora tenía la espalda de Luisita a su disposición, pero Luisi aprovechó la oportunidad para volver a besar el cuello de Amelia y, colocando sus manos sobre su espalda, se lanzó a recorrer con su lengua los pechos desnudos de la vedette. Aquel movimiento provocó que Amelia gimiera de placer y bajara sus manos para acariciar como buenamente podía el torso de Luisita. Su mano, curiosa, llegó hasta las braguitas de su novia y decidió explorar lo que había bajo ellas.

Ese gesto hizo que Luisita acentuara el trabajo que estaban desarrollando sus labios sobre el cuerpo de Amelia y sus manos bajaron hasta su trasero, apretando con fuerza su cuerpo al de ella. La vedette, mientras tanto, dejaba que las suyas jugaran bajo la tela de Luisita con pequeños movimientos y notaba cómo su novia estaba presa de la excitación por los pequeños gemidos que ahogaba en su pecho. Su espalda se curvaba y le costaba respirar, por lo que Amelia paró abruptamente de acariciar su sexo, a lo que Luisita reaccionó al instante.

- ¿Pero por qué paras? –la miró implorante.

- Te sobran cosas –sonrió pícara.

Luisita no pudo evitar escapar un bufido pero también una carcajada incrédula. Amelia se levantó con cuidado y procedió a retirar el último vestigio de tela que quedaba sobre su novia. Lo hizo con tal cuidado que a Luisita le pareció un momento eterno. O tal vez fuera producto del deseo que sentía. Una vez perdida de vista la prenda, Amelia se deshizo muy lentamente de las suyas mientras le dedicaba la mirada más indecente que Luisita hubiera podido ver jamás. En aquel instante, sintió que se quedaba sin aliento y trató de recobrarlo observando en silencio el cuerpo desnudo de su novia. Craso error. Al recrearse en la sensual imagen de Amelia sin ropa, Luisita se lanzó a sus brazos y la animó a fundirse con su piel, la cual cada vez ardía con más intensidad.

Amelia se sentó sobre ella nuevamente y dejó que su boca guiara el camino de sus pasos. Sus lenguas jugaban entre sí, sus cuerpos se acoplaban perfectamente dejando que sus sexos ahora desnudos se acariciaran y sus manos traviesas sintieron la necesidad de ir a buscarse mutuamente allá donde la humedad había empezado a hacer acto de presencia. Amelia llegó hasta el sexo de Luisita, del cual se había alejado instantes atrás, y retomó su labor ejerciendo pequeños movimientos circulares sobre su clítoris, haciendo que la intensidad la marcara la excitación de su novia.

Luisita, quien ya no podía evitar que los gemidos se escaparan de su boca, hizo lo propio jugando con el clítoris de su novia, a la cual la visita sorpresa de Luisi la descolocó por completo. La joven, que a duras penas se sostenía sobre la cama apoyando su mano izquierda sobre el colchón, buscaba con anhelo que sus labios saciaran la sed que tenía de sus besos. Los pechos turgentes de Amelia se movían al ritmo que lo hacían sus manos, la excitación que sentía hacía que su espalda se dejara vencer hacia atrás inexorablemente, pero su mano no se detenía en la exploración del cuerpo de Luisita. Ésta, desde su posición inferior, aceleraba el ritmo de sus dedos sobre el sexo de Amelia con el único objetivo de que el clímax les llegara al mismo tiempo. Sus cuerpos habían entrado en una dinámica de excitación tan grande que sus gemidos se hacían cada vez más notorios. En otras circunstancias, hubieran tratado de ser más prudentes, pero era tal el deseo que ni ellas mismas podían controlarse.

Sus espaldas, curvadas, estaban expectantes ante lo que estaba a punto de suceder. Las piernas de Amelia, aún sobre las de Luisita, hacían todo lo posible por aguantar sus envites, mientras que ésta trataba de incidir con más profundidad en el calor de su sexo. Las respiraciones de las dos se aceleraban a medida que sus manos aumentaban el ritmo frenético que las estaba volviendo locas. Sería finalmente Amelia la que se vería envuelta en una descarga de placer a la que Luisita no tardó mucho en acompañar.

Todavía con sus respiraciones entrecortadas, las dos se fundieron en un abrazo y dejaron que sus cuerpos recobraran la normalidad. Luisita dejó su frente reposar sobre el pecho de una Amelia que se aferraba con fuerza al abrigo de su novia para tratar de recuperar el aliento. Tras deshacerse de aquel abrazo, ambas se profesaron pequeños besos apasionados y furtivas sonrisas cómplices.

- Gracias por el mejor cumpleaños de toda mi vida, mi amor.

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Bon profit, que diríamos por estas tierras jajajaja. Que lo disfrutéis, bandidas 🔸🔸😏😂

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora