38. El dilema de Amelia

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Alentada por los consejos de Pelayo, Luisita fue a ver a Amelia al hotel. Sabía que algo le ocurría a su novia por la extraña forma de marcharse de su casa. Podía intuir que tenía que ver con la situación en la que la habían colocado sus padres. Cuando llegó a la puerta de su habitación, tocó dos veces, como solía hacer de costumbre.

- ¿Quién es? –contestó Amelia desde dentro.

- Soy yo, Amelia. ¿Puedo pasar?

Amelia no estaba en condiciones de hablar con Luisita. Desde que se marchó de allí, había estado llorando sin cesar y todavía lo seguía haciendo. Por un momento, estuvo tentada a no abrirle la puerta, pero tampoco quería dejarla así sin motivo. Se levantó con cierta lentitud y dejó pasar a Luisita. Inmediatamente, tomó asiento al borde de su cama.

- No hacía falta que vinieras –dijo en un susurro.

- ¿Ah no? Pues viéndote yo diría que sí... -suspiró- ¿Me vas a decir qué ha pasado para que te hayas marchado así?

- Nada, no me sentía bien y me he ido.

- Ya veo, ya – bufó Luisi

- No es nada, en serio.

Luisita la miraba expectante, esperando que Amelia le diera una explicación. Mientras tanto, la vedette no conseguía levantar la vista del suelo para evitar que su novia consiguiera sonsacarle el motivo por el que estaba así. Luisita cogió la silla que había junto al escritorio y se la acercó para sentarse frente a Amelia. Una vez cara a cara, la joven se propuso sonsacarle a qué había venido todo aquello.

- Podemos estar aquí todo el día, pero no me voy a ir sin que me des una razón de por qué estás así –suspiró- Aunque creo que sé por qué es.

- ¿Por qué? –la miraba por primera vez a los ojos mientras dos lágrimas caían lentamente por sus mejillas.

- Por lo que han dicho mis padres. Lo de casarme y tener hijos.

Amelia suspiró y sintió cómo su corazón se le quebraba todavía más en ese instante. Luisita confirmó sus sospechas y tomó entre sus manos las de Amelia intentando tranquilizarla como podía.

- Amelia, que a mí me da igual lo que quieran mis padres. Yo solo te quiero a ti, quiero estar contigo –sentenció.

- Ya, cariño, pero no eres consciente a todo lo que estás renunciando por estar conmigo... -sollozaba y las palabras se le atascaban.

- ¿A qué? Dime a ver...

- A casarte, a tener hijos... Tú siempre has querido una familia, yo no te puedo dar eso –su llanto se intensificaba.

- Te equivocas, Amelia –la miraba mientras le secaba las lágrimas- Tú y yo ya somos una familia. A mí no me importa nada más que no seamos tú y yo.

- ¿Y tu familia? Yo no quiero que te rechacen por lo que sientes. Ellos tienen tantas expectativas para ti, que cuando vean que no se van a cumplir...

- Pero es que es mi vida, Amelia, yo decido cómo vivirla... Y es contigo con quien quiero pasar el resto de mis días.

- Yo tengo la culpa de todo –Amelia parecía no querer escucharla y seguía obcecada a encontrar trabas en el asunto- Si no me hubiera cruzado en tu camino...

- ¿Cómo? –Luisita dejó de dulcificar su tono y pasó a la acción- No, no, no quiero que digas eso, cariño... Tú no me has obligado a nada -volvía a dulcificarse- Soy yo la que, contra todo pronóstico, me enamorado como una loca de ti.

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora