Luisita apenas pudo pegar ojo en toda la noche. Por su cabeza rondaban los peores escenarios posibles tras haber llamado a casa de Amelia en Zaragoza. La sola idea de que el padre de la vedette supiera del estado de su hija le hacía ponerse a temblar. No quería ni pensar cómo se iba a poner su novia si se enteraba de que, finalmente, había llamado a su casa para avisar de que estaba en el hospital.
En cuanto colgó la llamada se arrepintió de que la línea telefónica no hubiera fallado de inmediato o, incluso, de que Devoción no le hubiera cogido el teléfono como tantas otras veces le había pasado a Amelia. Pero, para su mala suerte, su suegra sí estaba detrás del teléfono aquella noche y, aunque, visiblemente nerviosa, le agradeció cariñosamente que la llamara para informarla. A pesar de todo, Luisita no pudo evitar sentir un escalofrío por toda la espalda en cuanto colgó el teléfono.
- Luisita, has hecho bien, lo sabes –le decía Manolita mientras le servía un café que, a juzgar por su aspecto, le hacía más falta que nunca.
- No sé, mamá, tengo un mal presentimiento... -seguía mortificándose después de la llamada.
- ¡Anda! ¿Ahora vas a creer tú en esas supercherías? Si nunca has sido de esas... -respondió con una mueca
- No te rías, mamá. No sabes lo que puede pasar. El padre de Amelia es un desalmado.
- Por poca alma que tenga, no creo que un padre desampare a su hija cuando lo necesita, ¿no crees? –Manolita, como siempre, estaba convencida de la buena voluntad de las personas.
- No las tengo todas conmigo, mamá.
- Sabes que tenías que llamarles, cariño. No dejan de ser su familia, tienen que saber que su hija está ingresada. Además, mientras esté en la UCI, más no puedes hacer, Luisita.
- Ya lo sé, mamá –dijo con tristeza- ¿Pero tú crees que su padre va a hacer algo? ¿O va a dejar que Devoción venga a estar con ella? ¡Es un tirano, mamá! Amelia me lo dijo... No sabemos de lo que es capaz.
- Sea como sea, es su padre y seguro que, en una parte de su ser, quiere a su hija por encima de todo.
- No se ha encargado mucho de ella en estos años, mamá. La ha repudiado, le impidió entrar en su casa en Nochebuena cuando se fue a Zaragoza. No quiere saber nada de ella.
- Pero cuando la salud está en riesgo... -Manolita seguía insistiendo, como si quisiera autoconvencerse de que habían hecho lo correcto avisando a la familia de Amelia.
De repente, el sonido del teléfono interrumpió el debate moral entre madre e hija y, por poco, el café de Luisita no acabó volando por los aires. En cuanto reaccionó y evitó el desastre, la joven fue como un rayo a contestar la llamada, deseosa de que fueran noticias sobre el estado de salud de Amelia. Con un claro nerviosismo, Luisi descolgó y su cara cambió radicalmente de la preocupación a la alegría. Era la enfermera con la que había pactado que la avisara del estado de su novia. Tan eficiente, la sanitaria le informaba de que Amelia estaba de vuelta a planta y podían ir a visitarla. Había pasado lo peor.
- Gracias, Julieta, muchísimas gracias. ¡Que Dios te lo pague! –decía más contenta que unas castañuelas.
- ¿Buenas noticias, hija? –preguntaba Manolita todavía expectante.
- ¡Las mejores, mamá! Me voy al hospital.
***
En cuanto llegó al hospital, Luisita pudo entrar a ver a Amelia, que todavía estaba sedada y permanecía dormida en la cama. Tenía mejor aspecto que la última vez que la visitó, eso desde luego, aunque verla con esa fragilidad hizo que Luisita se conmoviera. Lo primero que hizo fue colocar unas flores que había comprado de camino al hospital en un jarrón que había junto a la cama. Después, sentándose cerca de ella, dejó un pequeño beso en la frente y acarició su pelo en silencio. A pesar de que todavía tenía una mascarilla cubriéndole el rostro, Amelia se veía como un auténtico ángel, en espera de que la enfermedad cesara y le volvieran la energía y la vitalidad. Por lo menos eso le parecía a Luisita, quien la miraba conmovida y sentía que había vivido las peores horas en su corta relación con la vedette.
- No vuelva usted a darme ese susto, ¿me oye, señorita Ledesma? –le susurró con ternura- Que sea la última vez que pretendes alejarte de mí –sentenció apretando el ceño para después sonreírle con dulzura y acariciarle la mano- He tenido tanto miedo, Amelia. Los médicos dicen que te pondrás bien, pero vas a tener que descansar mucho –dijo con cierta severidad- Y yo me voy a encargar de que nada malo te vuelva a pasar, ¿me oyes, Amelia? –dijo acercándose a su oído muy lentamente y como esperando que Amelia despertara de su letargo y le asintiera afirmativamente- Eres el amor de mi vida, Amelia. ¿O acaso crees que con lo que me ha costado encontrarte iba a perderte a las primeras de cambio?
Luisita se acercó a su novia y volvió a dejar un beso en su frente mientras una pequeña lágrima furtiva se deslizaba por su rostro para terminar chocando contra el cabello de la vedette. Aquella escena tan tierna sería cortada en seco por el sonido de la puerta, que hizo que Luisita pegara un respingo del pánico y soltara la mano de Amelia instintivamente.
***
Manolita se encontraba sirviendo las mesas de El Asturiano mientras Pelayo iba al mercado, cuando Marcelino entró como una exhalación en el bar y, tras los saludos de rigor a los habituales parroquianos, se acercó a su mujer y brindarle un sonoro beso en la mejilla.
- ¿Y tanta efusividad, Marcelino? -preguntó contrariada- Estás muy contento, ¿no?
- ¿Cómo no voy a estarlo? Hace un día precioso, Amelia está mejorando, tú estás más guapa que nunca... Y además...
- ¿Además? –preguntó con una pequeña sonrisa mientras se acercaba seductoramente a su adulador marido.
- Pues que mira lo que tengo... –dijo exhibiendo nerviosamente dos pequeños papeles que había sacado del bolsillo de su pantalón.
- A ver, Marce, si no te estás quieto no puedo ver qué tienes en la mano -dijo con cierta resignación al comprobar que ella y Marcelino no se referían a lo mismo.
- Pues ya te lo digo yo, Manuela: ¡Dos entradas para el próximo partido del Atleti! ¿Qué te parece? –sentenció el hombre, más orgulloso que nunca.
- ¿Tú crees que es momento para pensar en el fútbol, hombre? ¡Que Amelia está todavía en el hospital, hombre!
- ¡Pues claro que sí! Porque voy a ir con ella, con mi yerna. Le prometí que iríamos a ver un partido al Calderón y ahora que está mejor, la voy a llevar -concluyó más entusiasmado si cabía.
Manolita lo miró enternecida. No podía enfadarse con él, aunque a veces le resultara algo vehemente en sus actos. Marce era su marido, pero, en ciertas cuestiones, era como un niño más entre su prole. Impulsivo, a veces irracional, pero todo corazón al fin y al cabo. Quizá todavía era pronto para pensar en hacer planes con Amelia, sin embargo, cuando se trataba del Atleti, no había mayor demostración de amor para Marce que ésa.
- Amelia, el Calderón y yo. A ver, Manuela, dime si no puede haber un plan mejor...
***
Aquel hombre bien vestido y de porte regio la miraba con semblante serio intentando con esa mirada silenciosa y fulminante que le explicara quién era y qué hacía allí junto a Amelia. Luisita sintió lo mismo que cuando iba al colegio y una de aquellas monjas la castigaba por haber hecho alguna diablura. Tenía la impresión de que había cometido un delito, pues la mirada intransigente del hombre la escudriñaba de tal manera que la hacía sentirse intimidada. Además, el mismo escalofrío que sintió cuando llamó a casa de Amelia comenzó a recorrerla de arriba abajo, e, inevitamente, el pulso se le empezó a acelerar. Seguidamente y aún bajo a la atenta mirada del desconocido, tragó saliva e intentó expresar algo que tuviera un poco de coherencia. El misterioso hombre se le terminó adelantando:
- ¿Quién eres tú y qué haces aquí, niña? –preguntó finalmente con una voz brusca y sin mutar ni lo más mínimo el semblante.
- Soy Luisa Gómez... –dijo un poco titubeante- Una amiga de Amelia. –respiró mientras se apartaba instintivamente de la cama intentando que no se notara, al menos espacialmente, que había más que una amistad entre ellas- Y usted supongo que será...
- Tomás Ledesma –contestó con ciertas ínfulas y sin el más mínimo ápice de simpatía- Soy su padre.
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Y bailar juntas bajo la luna
FanfictionFinales de 1975. Plaza de los Frutos (Madrid). Amelia Ledesma y Luisa Gómez se conocen en un bar y, desde ese momento, la vida de ambas dará un giro radical. Una historia de cómo un encuentro fortuito puede cambiar la vida de dos personas, en una ép...