93. La despedida

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La situación en casa de los Gómez se estaba volviendo un tanto extraña. Amelia continuaba en sus trece con Luisita, y Devoción se sentía bastante incómoda por la forma en que su hija trataba a la joven. Tanto así que llegó hasta el extremo de plantearse si su presencia era acertada en aquella casa. Amelia ya le había transmitido en alguna ocasión la necesidad de conseguir su propio hogar, un sitio en el que establecerse ambas, ya fuera en Madrid o en otro lugar. A Devoción la idea la contrariaba porque, por un lado, no quería irse de aquella manera tan desagradecida de casa de los Gómez; mientras que, por otro lado, le parecía aprovecharse de su confianza y más cuando su hija no estaba correspondiendo todas las atenciones de Luisita. Había tenido aquella conversación mil y una veces con Amelia.

- Amelia, hija, intenta ser un poco más cercana con Luisita –le suplicaba- ¿No te das cuenta de que la estás haciendo sufrir?

- Mamá, no puedo, no me pidas cosas que no puedo dar –le repetía por enésima vez la vedette- Te lo pido por favor.

- Pero, cariño, ¿es que no ves que una y otra vez se da contra un muro contigo? ¡No se lo merece! –aseguró la mujer bastante entristecida.

- Tal vez no, pero por eso es mejor que nos vayamos –apuntó Amelia cambiando claramente de tema- ¿Has pensado en lo que te dije de irnos con la tía Elisa a Burgos?

- Sí, pero no sé si nos podemos quedar con ella –mintió descaradamente.

- ¿No? Pues qué curioso, porque ella me ha dicho que estaría encantada de recibirnos mañana mismo si hiciera falta –dijo cruzándose de brazos.

- ¿Es que has hablado con ella? –inquirió.

- Claro, porque sabía que, si no lo hacía, tú no ibas a hacerlo nunca, mamá.

- ¿Por qué te empeñas tanto en huir de todo, Amelia? –inquirió.

- Ya te he dicho que es lo mejor. Allí podremos empezar una nueva vida.

- ¿Y la terapia? ¿Y tu carrera de vedette? Dudo mucho que en Burgos puedas seguir con ella –apuntó frunciendo el ceño.

- La terapia ya no me hace falta. Además, no pienso subirme a un escenario de nuevo, mamá. Eso se terminó para mí.

- ¿Cómo? –Devoción puso el grito en el cielo- No puedes estar hablando en serio. Tienes que seguir la terapia y tienes que continuar haciendo lo que más te gusta, cariño.

- ¡Basta ya, mamá! –saltó abruptamente- ¡Para! Deja de decirme lo que es mejor para mí, porque esa vida no es lo que me conviene. No quiero volver a ese camino, ¿lo entiendes?

- Pero, hija... ¿Y qué pasa con Luisita? -se atrevió a decir en un hilo de voz.

- No lo sé, mamá, no lo sé. Pero no puedo estar más con ella, ¿es que no lo ves? 

- Pero tú la quieres, cariño. Mira dentro de ti y verás que eso no ha cambiado -apuntó.

- Por favor, mamá. No insistas. No puede ser -repetía sin querer escuchar los consejos de su madre, pero sufriendo por la negación que se había empeñado en vivir ella misma.

- Le vas a partir el corazón, hija -le dijo visiblemente emocionada Devoción.

- Mamá, por favor –ahora ligeramente más calmada- Tú siempre has respetado mis decisiones, ¿no? Pues no dejes de hacerlo ahora. Te lo suplico.

***

Cuando Amelia y Devoción comunicaron sus planes de irse a Burgos, la noticia cayó como una bomba en casa de los Gómez. Aunque ambas intentaron maquillar su marcha bajo el pretexto de un viaje corto para visitar a la familia, aquella información intranquilizó un poco más a Luisita, especialmente cuando anunciaron que la fecha de partida era al día siguiente.

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora