Manolita se quedó sin palabras. En su lugar, las últimas que había pronunciado Luisita se le repetían una y otra vez en su cabeza. Su hija, enamorada de una mujer. Apenas podía comprender aquella confesión, pero, desde luego, nada bueno. Sentía cómo la habitación le daba vueltas y miraba a todos lados intentando autoconvencerse de que estaba soñándolo todo. Como por arte de magia, la imagen de Ana y Teresa se le vino al pensamiento. Aún recordaba cuando Teresa, con el mismo nerviosismo que ese día Luisita, le confesaba que se había enamorado de Ana Rivas, la dueña de los grandes almacenes Rivas. Aquello la pilló completamente por sorpresa, igual que la confesión de su hija. En ese momento, Manolita le brindó todo el apoyo que pudo a la pareja, pero, con el devenir de los acontecimientos, Ana y Teresa vieron cómo sus vidas se iban complicando hasta el punto de verse envueltas en una trama que no tendría el final esperado. ¿Acaso pudo ella evitarles el sufrimiento? No, aunque Marcelino y ella lo intentaron de todas las maneras posibles...
Manolita torció el gesto al recordar todo por lo que sus amigas tuvieron que pasar. El tiempo parecía haberse detenido, Luisita esperaba una respuesta en silencio, pero su madre no conseguía articular palabra. La felicidad que había manifestado al declararle sus sentimientos hacia Amelia se tornó en tristeza progresivamente al ver que su madre no le decía nada.
- Bueno, supongo que esto te habrá pillado por sorpresa –acertó a decir una desilusionada Luisita- Solo espero que entiendas lo que siento y te pido que intentes aceptarlo, mamá.
Aún con la mente puesta en toda la información que tenía, Manolita pensó qué era lo que debía decir en ese momento. Luisita la miraba suplicante, como solía hacer cuando era pequeña y había hecho algo malo. Manolita sentía que su pequeña seguía estando allí, pero, en cambio, miraba a aquella mujer adulta que le estaba confesando que amaba a otra mujer y, por un momento, observó con tristeza que ya no quedaba rastro de esa niña.
- Mamá, dime algo, por favor –Luisita empezó a llorar- Dime que no me vas a dejar de querer, mamá –suplicaba.
- No, cariño –la abrazó con fuerza- No voy a dejar de quererte.
Luisita sintió que se quitaba un peso de encima y se aferró con fuerza al abrigo de su madre. Cuando se separó de ella, colocó su cabeza sobre sus piernas y dejó que toda la tensión de días anteriores se esfumara en forma de lágrimas. Manolita le acariciaba el pelo con dulzura, tratando de que su hija se sintiera reconfortada, pero al mismo tiempo no podía evitar que su semblante serio hablara por ella. No estaba tranquila y no sabía por cuánto tiempo iba a poder disimular sus preocupaciones.
***
Luisita estaba radiante después de haber hablado con Manolita. Aquella conversación confirmó lo que sospechaba: su madre las apoyaba a ella y a Amelia. Estaba tan contenta que fue a decírselo a su novia. La vedette no terminaba de creerse la facilidad con la que Manolita había asumido su relación con Luisita.
- ¿Ves? Te lo dije, cariño, si es que te lo dije... -se felicitaba a sí misma por haber tenido razón.
- Que sí, Luisita, lo que tú digas, pero tómatelo con calma. Puede que tu madre lo haya recibido bien, pero hay que ser prudentes.
- ¿Prudentes? Amelia, que mi madre nos apoya... ¿Sabes lo que significa eso? Ay, tengo tantas ganas de poder llevarte a casa y presentarte como mi novia –Luisita estaba completamente emocionada y seguía sin atender a los consejos de Amelia, que se mostraba perpleja con el nivel de euforia de su novia.
- Cariño, -la tomaba de la mano- escúchame, no debes forzar las cosas. Hazme caso, por favor.
- No voy a forzar nada –la miraba segura de sus palabras- así que esta tarde te espero en casa para merendar con mi madre.
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Y bailar juntas bajo la luna
FanficFinales de 1975. Plaza de los Frutos (Madrid). Amelia Ledesma y Luisa Gómez se conocen en un bar y, desde ese momento, la vida de ambas dará un giro radical. Una historia de cómo un encuentro fortuito puede cambiar la vida de dos personas, en una ép...