- Buenas tardes, suegra. ¿Me pone un café? Necesito despejarme un poco...
- Enseguida, Ignacio, hijo.
- Gracias -se sentó en uno de los taburetes de la barra- Y dígame, ¿cómo va la cosa?
- ¡Ay, Ignacio! Pues todavía pensando cómo vamos a solucionar las reparaciones de la casa, hijo mío.
- Bueno, no se preocupe, que seguro que hay alguna opción por ahí y pronto empieza a mejorar todo...
- Mejorar, mejorar... Después de que a tu suegro no lo contrataran en el Fénix, ya no sé de dónde vamos a sacar el dinero... Estos De la Vega... -fruncía el ceño cada vez que pronunciaba ese apellido.
- Suegra, tenga un poco de fe. No es su estilo ser pesimista.
- Ya, hijo, ya, pero es que vamos de mal en peor. Ya no sé qué va a pasar –se lamentaba mientras le servía a Ignacio su café-
- Paciencia, suegra, paciencia –sentenció con calma Ignacio.
- Gracias, hijo –le sonrió intentando ser amable- Por cierto, que ya he visto el regalo que le has hecho a mi hija... No sabía yo que fueras tan detallista.
Ignacio se quedó mirándola sin comprender a qué se refería Manolita. Su cara de incredulidad combinaba muy bien con el interés que tenía su suegra en confirmar lo que su sexto sentido le decía.
- ¿Cómo? –preguntó sin salir de su asombro- ¿Qué regalo?
- Sí, hombre, el ramo de flores que le has enviado, ¿eh? Eres todo un romántico, Ignacio. A mí Marce hace tiempo que no me regala nada así...
- Sí, sí... Bueno, no sé –reía nervioso sin entender nada- lo importante es mantener la magia, ¿no?
- Claro que sí, claro que sí –le decía mientras le pellizcaba la mejilla.
Manolita confirmó sus sospechas y, aunque prometió no llevar a cabo más pesquisas en torno a la intimidad de Luisi, la conversación con su yerno la devolvió al sendero del pretendiente de su hija. "Engaños a mí, a Manolita Sanabria", pensó.
***
- Hola, preciosa –sentenció Luisita cuando se cruzó con Amelia en mitad de la plaza.
- Luisita –dedicándole una gran sonrisa- que nos van a oír.
- Mujer, si eres preciosa, se dice y no pasa nada –Amelia reía ante su ocurrencia- Además, las amigas también se pueden llamar así, ¿no?
- Supongo que sí –la miraba enamorada- ¿Cómo estás, preciosa? –susurraba siguiéndole el juego.
- Pueeees... muy bien, porque alguien me ha enviado un ramo de flores precioso –se hacía la interesante ante la divertida mirada de Amelia.
- ¿Ah sí? ¿Tengo que preocuparme? –arqueaba la ceja.
- La verdad yo diría que sí, ¿eh? –sonreía sin dejar de mirarla a los ojos- Porque ha sido un detallazo.
- ¡Vaya! Pues qué suerte tienes, ¿no?
- No te imaginas cuánto... -sentenció sin dejar de perder la sonrisa.
- Me alegra que te haya gustado –susurraba después de comprobar que no había nadie cerca escuchándolas- Solo quería pedirte perdón por lo de la otra noche.
- Que no, Amelia, que no hace falta que me pidas perdón –se mordía el labio, de haber podido, la hubiera besado ahí mismo.
- Bueno, ¿quieres que vayamos a dar una vuelta? Ya he terminado mi turno en el hotel...-Amelia también se moría por estar a solas con ella.
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Y bailar juntas bajo la luna
FanficFinales de 1975. Plaza de los Frutos (Madrid). Amelia Ledesma y Luisa Gómez se conocen en un bar y, desde ese momento, la vida de ambas dará un giro radical. Una historia de cómo un encuentro fortuito puede cambiar la vida de dos personas, en una ép...