12. Un clavo no siempre saca otro clavo

1.4K 70 1
                                    

La luz de la ventana la despertó envuelta en unas sábanas que no eran las suyas, pero que sí le resultaban ligeramente familiares. Miró a su acompañante y suspiró, tenía que irse ya, pronto comenzaba su turno laboral. Se incorporó de la cama y empezó a buscar su ropa intentando hacer el menor ruido posible. Se vistió como pudo y se peinó con una rapidez extrema, necesitaba salir de allí. Sentía que lo que había sucedido era un error y se arrepentía, así que debía salir de allí antes de que Sara se despertara.

Mientras iba caminando hacia la puerta, pequeños flashes de lo ocurrido el día anterior se le venían a la mente. Cuando acompañó a Sara a la habitación y la joven la invitó a pasar a tomar algo. Luego cuando ya habían consumido una copa del mini bar y estaban hablando de cosas banales. Después cuando Sara la besó con calidez, poniendo su mano sobre la pierna de Amelia. Fue exactamente cuando recordó ese momento, cuando se le vino la imagen que tenía en la cabeza y no era otra que la de Luisita.

Abrió la puerta con extremo cuidado y miró a ambos lados del pasillo esperando a que no hubiera nadie que pudiera reconocerla. Entonces, salió y la cerró con cuidado. Antes de que hubiera llegado al ascensor, Sara salió a su encuentro enfundada en un albornoz.

- ¿Te ibas a ir sin despedirte de mí?

- Es que es tarde y tenía que trabajar. No quería despertarte –mintió Amelia.

- Me he despertado al ver que no estabas –la rodeó por la cintura y le dio un beso en los labios.

- ¡Cuidado, Sara! Podrían vernos y yo trabajo aquí.

- Ay sí, perdona. Es que lo de anoche fue maravilloso –la cara de Sara reflejaba el brillo propio de la emoción, mientras que la de Amelia era de completo póker- ¿Nos vemos luego?

- Sí, sí, pero ahora me tengo que ir.

Las jóvenes se despidieron en el pasillo y Amelia salió rápidamente en dirección a su habitación para iniciar una nueva jornada laboral. Mientras tanto, Luisita, ajena a lo que había sucedido con su amiga, estaba a punto de recibir una noticia maravillosa relacionada con su prueba para Romeo y Julieta.

***

Amelia entró en el cuarto de la limpieza todavía con el corazón en la garganta de lo que había tenido que correr para no llegar tarde a su puesto de trabajo. Se colocó bien el uniforme y se recogió el pelo rápidamente. Allí estaba Natalia planchando las sábanas y se detuvo para mirarla divertida.

- ¿Dónde has pasado la noche? Me acosté tarde y no habías venido y dudo mucho que esta mañana hayas madrugado –inquirió en plan madre con tono burlón.

- ¡No me hables! Uf, si se entera Domingo de que llego tarde, me mata.

- Eso no contesta a la pregunta –la miró divertida.

- He conocido a alguien...

- Madre mía, Amelia, ¿y os habéis...? –hizo el gesto con las manos como intuyendo que su amiga había hecho algo más que conocer a una persona.

Amelia asintió con cierta pesadumbre para terminar relatándole a su amiga toda la historia del día anterior. Natalia sentía empatía por su ella y comprendía lo que le había llegado a hacer aquello, pero también era consciente de que no siempre un clavo saca a otro clavo y, pudiera ser, que en esta ocasión Amelia no hubiera logrado sus objetivos pasando la noche con Sara.

- A ver, cariño, solo puedo decirte que si lo has querido así... -le dijo comprensiva.

- No sé, Natalia, la verdad es que solo podía pensar en Luisita, pero es que para ella solo soy su amiga, su gran amiga –repitió las palabras que había dicho Luisi el día anterior- No puedo esperar que se fije en mí.

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora