Amelia comenzó a temblar, todo su cuerpo se colocó en situación de defensa consciente de que en aquellas cuatro paredes no había nada que pudiera hacerla sentir segura. La repentina marcha del agente la había alertado de tal manera que su piel había comenzado a erizarse en señal de peligro. El inspector la miraba todavía fumándose aquel cigarrillo y sus ojos la escudriñaban de tal forma que la estaba incomodando sobremanera. Todos sus sentidos se agudizaron de pronto, hasta tal punto que era capaz de escuchar a lo lejos el caminar pausado de alguien que recorría un pasillo. Deseó por un momento que aquella persona viniera hacia ella, al menos, para no pasar ni un solo segundo más en presencia de aquel hombre.
Cuando hubo terminado su cigarrillo, el inspector se volvió a incorporar de su asiento y se acercó lentamente a la vedette, sentándose, como anteriormente, encima de la mesa que estaba enfrente de ella. Amelia se puso más en guardia y miró hacia los lados como intentando buscar algo a lo que aferrarse en caso de verse acorralada. Su respiración se agitó a medida que sentía a aquel hombre más próximo a ella. Para su decepción, no encontró nada que pudiera ayudarla a resguardarse en caso de que sus malos presentimientos se cumplieran.
- Siempre me han llamado mucho la atención las vedettes, ¿sabe usted? –dijo deslizando las palabras de su boca con una sonrisa un tanto siniestra que lograba que Amelia sintiera una desidia sin igual.
- ¿No me diga? –preguntó Amelia echando su cuerpo hacia atrás intentando mantener la calma y alejarse, al mismo tiempo, todo lo que podía del inspector.
- Sí –tragó saliva y entornó los ojos mientras la miraba como si tratara de averiguar algo de las facciones de Amelia que se le escapaba- Pero nunca había tenido una vedette que fuera invertida, ¿sabe? Supongo que me intriga.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Amelia de la nuca hasta los pies. La mirada intimidante de aquel policía la hizo poner una expresión de puro asco al imaginar en qué otras situaciones se habría encontrado aquel hombre y a qué pobres chicas habría tenido que interrogar. El hombre colocó una de sus manos en el hombro derecho de Amelia y la joven comenzó a respirar todavía más fuerte. Sus ojos seguían cada movimiento que el inspector hacía para acercarse a ella y su cuerpo intentaba evitar todo contacto con él.
- ¿Qué hace? –le preguntó alarmada.
- No se preocupe, señorita Ledesma, a partir de ahora va a estar usted en buenas manos.
***
Manolita y Marcelino estaban desesperados intentando que Quintero encontrara una solución para sacar a las chicas de la cárcel. El abogado había averiguado que habían sido denunciadas por su casero, el cual había recibido, a su vez, unas fotografías bastante incriminatorias de ambas en actitud cariñosa. La realidad es que las instantáneas estaban tomadas desde dentro de su hogar, por lo que la persona que las había hecho se había tomado muchas molestias en cazarlas in fraganti. Manolita apenas había podido pegar ojo durante la noche y se veía exhausta física y mentalmente. Marcelino tampoco estaba especialmente tranquilo, pero su sentimiento, más allá de la preocupación, residía en el enfado que le producía la inconsciencia de Luisita y su empeño en mantener una relación a contracorriente.
- Quintero, dinos que tienes buenas noticias, por favor –rogó una abatida Manolita.
- Pues a ver, novedades traigo, pero en realidad, no sé si serán buenas. He encontrado una forma de lograr que suelten a las chicas –Marcelino y Manolita se tomaron de las manos, más esperanzados que nunca- Tienen que retractarse de su condición sexual.
- Bueno, es un paso, entonces hay esperanza, ¿no? –Manolita empezó a sentir que recobraba las fuerzas perdidas.
- Técnicamente sí, con que firmen un escrito afirmando que no son homosexuales, el juez debería dejarlas marchar.
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Y bailar juntas bajo la luna
FanfictionFinales de 1975. Plaza de los Frutos (Madrid). Amelia Ledesma y Luisa Gómez se conocen en un bar y, desde ese momento, la vida de ambas dará un giro radical. Una historia de cómo un encuentro fortuito puede cambiar la vida de dos personas, en una ép...