26. Una visita muy especial

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Luisita huyó despavorida y fue a refugiarse en la barra, donde sabía que Amelia no podía hacerle nada, y menos teniendo en cuenta que iba a actuar en unos instantes. María estaba observándola con detenimiento y la veía abstraída, tanto que no se estaba percatando de nada de lo que le estaba diciendo. Luisita, en cambio, no dejaba de darle vueltas a la imagen que había sucedido momentos antes cuando tocaba delicadamente la espalda a Amelia. No entendía cómo se había lanzado a hacer eso, pero menos aún, cómo la había dejado allí. La sola idea de cambiar el desenlace y haberse lanzado a sus labios se le venía a la cabeza una y otra vez. Tal era su ensimismamiento que María tuvo que sacarla de él con una fuerte palmada al aire.

- ¡Luisi! ¿Me estás escuchando? ¿Que dónde está Miguel...?

- Ay, sí, perdona. Ha ido a comprar ginebra que nos hemos quedado sin ella.

- Pues espero que llegue a tiempo.

Luisita apenas estaba en lo que estaba y se había vuelto a quedar en Babia en lo que Sebas le pidió una consumición. María, consciente de que aquella abstracción seguramente se debiera a Amelia, la animó a mirar desde la primera fila el espectáculo de la vedette. Luisita se negó en redondo, argumentando que no quería dejar la barra sin atender, pero María la volvió a animar, insistiéndole en que se dejara llevar y disfrutara del show. Al final Luisi claudicó, pero escogió uno de los taburetes del fondo. No quería tener a Amelia tan cerca porque la sola idea de su presencia lograba tambalear toda su fortaleza.

Luisita cogió su paquete de tabaco y se sentó en el sitio que encontró libre. A su lado, una mujer hacía malabares para sacar del bolso sus gafas sin perder nada por el camino. Apurada, la señora le pidió que se lo sujetara mientras limpiaba los cristales para ver bien el espectáculo, algo a lo que Luisi aceptó de buena gana.

- Es que yo sin gafas no veo nada –aseguró la desconocida.

- Pues sería una pena que se perdiera el espectáculo de Amelia.

- ¿Conoces a la artista? –su voz sonaba con admiración y calidez- Me han dicho que se está haciendo un nombre en Madrid.

- Claro que la conozco, si yo trabajo aquí. ¿Y sabe qué le digo? Que cada vez viene más gente a ver a Amelia –se unió rápidamente a la efusiva admiración de la mujer.

- ¿Y a ti te gusta Amelia?

Aquella pregunta pilló desprevenida a Luisita. No estaba pensando precisamente ella en el espectáculo de su amiga, sino en lo que significaba aquella pregunta textualmente enunciada. La mujer la miraba con la inocencia de quien no sabe a qué se está refiriendo. O tal vez sí.

- ¿Cómo? –contestó titubeante mientras la mujer la miraba esperando una respuesta- ¡Ah, el espectáculo! Sí, sí, mucho... Además los espectáculos de Amelia siempre tienen detrás un mensaje muy potente. Aunque qué le voy a contar a usted, si está aquí es porque le gustan... -aprovechó para darle una calada al cigarro-

- Yo la adoro. Siempre me ha gustado el género de la revista –continuó- Aunque todavía hay muchos prejuicios con las mujeres que se dedican a ello. Pero a mí me da igual, por eso estoy aquí, deseando verla por fin –concluyó mirando al escenario como quien mira su tesoro más preciado.

A Luisita la sorprendió que aquella mujer que decía adorar a Amelia no la hubiera visto nunca. La desconocida le aseguró que todo era producto de lo bien que había oído hablar de ella. Aquel intercambio de elogios a Amelia terminó con la presentación de ambas. Devoción, le pidió a Luisi que le devolviera el bolso y, seguidamente, María dio paso a Amelia. Las dos se sonrieron ante al inicio del espectáculo y se acomodaron nerviosas, sin saber ninguna que habían estado conversando ambas con una persona muy importante para Amelia.

Las luces del King's se apagaron y Amelia apareció en mitad del escenario solamente iluminada por un foco. Estaba realmente preciosa. Luisita, quien comenzó aplaudiendo con entusiasmo junto a Devoción, sintió que se quedaba sin palabras al ver lo bella que estaba la vedette. Amelia la miraba desde el escenario y Luisi le devolvía una intensa mirada silenciosa. La canción empezó a sonar y la voz de Amelia, aterciopelada, ponía letra a la melodía mientras sus ojos no se despegaban de Luisita. Aquella canción sin lugar a dudas tenía un mensaje oculto y Amelia lo sabía. Con cada palabra deslizándose desde sus cuerdas vocales hasta el cielo del King's, la vedette trataba de hacerle comprender a Luisita que estaba deseando que le diera la oportunidad de amarla.

"Son muchos días sin verte,

Son muchas noches sin poderte oler.

Son tantas horas sin sentir tus besos

Que ya el amanecer no sabe cómo hacer para aparecer"

Luisita no podía despegar sus ojos de Amelia. La miraba con tal intensidad y deseo que, por un momento, no se percató de dónde estaba. La vedette conseguía hipnotizarla con aquella melodía y la dulzura de su voz. Mientras coqueteaba con Sebas, para que la ayudara a bajar del escenario, Luisita deseó haberse puesto en primera fila y ser ella quien tocara su mano, quien sintiera su voz como lo hacía él. Anhelaba estar a solas con ella, que la canción fuera para ella, que sus miradas fueran solo para ella. Pero sus miedos y toda la vorágine de sentimientos, que le gritaban que no desde su interior, la habían dejado paralizada. Sus ojos se humedecían mientras notaba que la mirada de Amelia volvía a clavarse en ella.

"Tantos poemas sin saberte

Que ya mi corazón se ha vuelto desalmado.

No quiero verte ya nunca más

Si no es para saber que estás aquí a mi lado.

Ya no puedo imaginar un segundo más sin tus latidos.

Ya no vuelvo a degustar una sola copa más si no es contigo"

Amelia aumentó la intensidad de su voz y con aquel engrandecimiento del espectáculo, Luisita sintió que el corazón se le iba a salir del pecho. Tenía el pulso acelerado y sentía que el taburete no le bastaba para sostener su cuerpo. Amelia rodeó el micrófono con ambas manos y se preparó para la última estrofa, deseando que Luisita comprendiera que la letra era la única forma que tenía de declararse. Cada detalle de aquel espectáculo estaba estudiado minuciosamente: cada palabra de la letra, el vestido, la música... Estaba programado al milímetro para tambalear los sentimientos de su amiga. Ya que Luisita no le había dejado explicarse ni decirle por qué la había besado, esperaba que entendiera este mensaje.

"Cada vez que quiero amarte un poco más,

Mi corazón se enroca hasta gritar que vuelvas.

Él me conduce hasta encontrar un sitio donde guardarte

Para decir TE QUIERO"

Conforme la canción terminó, Amelia se quedó parada al pie del escenario y sin despegar sus ojos de una Luisita que no sabía a qué reaccionar primero. Los aplausos del público la sacaron de sus ensoñaciones y su mirada de admiración se tradujo en una mirada triste. Desde luego que había captado el mensaje. Como cada espectáculo que Amelia hacía, éste no iba a ser menos. Pero bajó la cabeza consciente de que jamás iba a poder decirle que ella también la quería. No tenía ese valor, no estaba preparada y menos cuando la miraba de esa manera. Aquello era más de lo que Luisita podía asimilar.

El público seguía aplaudiendo con intensidad y Devoción, más entregada que nunca, se puso en pie para acompañarlos con vítores hacia Amelia. De pronto, la vedette reparó en aquel detalle y comprendió que esa cara le era familiar. Apenas se encendieron las luces, Amelia salió a su encuentro con una sonrisa de oreja a oreja y una alegría desbordante. Cuando hubo cruzado el local, se fundió con Devoción en un sincero abrazo, al mismo tiempo que la saludaba con la primera palabra que pronunció en su vida: "Mamá".

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora