52. Un sacrificio con recompensa

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Luisita estaba que se la llevaban los demonios. Al terminar el turno en el King's fue derecha a su casa a enfrentar a sus padres y dejarles bien claro que la decisión de irse a vivir con Amelia estaba completamente decidida. Cuando llegó, sus progenitores y su abuelo Pelayo estaban sentados en el sofá del salón con caras de pocos amigos, algo que el enfado de Luisi no logró captar.

- ¿Os parece bonito mentirme? –sentenció llena de rabia- ¿Qué os creíais que no me iba a enterar de que no necesito autorización para vivir con Amelia? ¡No puedo creer que me hayáis engañado de esta manera!

- Luisita, hija –empezó a hablar Pelayo.

- Abuelo, usted no tiene culpa de esto, déjeme terminar –se paró un instante- ¿Creéis que soy una cría? ¿Acaso pensáis que reteniéndome siempre con vuestras mentiras vais a lograr algo? ¡Me parece increíble!

- ¿Te quieres callar ya, Luisita? –la cortó abruptamente Marcelino- ¿No te das cuenta de que tenemos problemas más graves que ése? ¿O acaso crees que todo gira a tu alrededor?

Manolita comenzó a llorar desconsoladamente y Pelayo intentó consolarla como pudo mientras Marcelino la rodeaba con el brazo. Luisita comprendió que había pasado algo verdaderamente serio y que debía serenarse.

- ¿Qué ha pasado? –preguntó más relajada.

- Que ha venido una inspección al bar y la cocina no la ha pasado. Ahora tenemos que hacer obra y pagar la multa correspondiente –le comunicó Pelayo todavía con el semblante serio.

- ¿Pero no decíais que estaba todo en orden? –preguntó Luisita arrepentida.

- Se ve que no, charrita –dijo resignado su abuelo- Pero yo creo que aquí hay gato encerrao, ya te lo digo yo.

- ¿Los De la Vega? –preguntó Luisi.

- ¡Estoy convencido!

- Esa mala gente, no dejan de hacernos la vida imposible, te juro que pienso devolvérsela –sentenció Marce- No sé cómo ni cuándo, pero lo pienso hacer.

- ¿Qué vamos a hacer, Marce? –preguntó una desconsolada Manolita- Todo son problemas.

Luisita se sintió más descorazonada que nunca y apenas pudo pronunciar un 'lo siento' en voz baja que pareció quedarse en el aire de aquel salón embargado por las desavenencias del destino. Se fue a su habitación con un sentimiento de culpabilidad terrible. Tumbada en la cama, Luisita estuvo pensando en una manera de ayudar a sus padres, hasta que la encontró, aunque  eso conllevara tomar una decisión que le resultaba muy dolorosa.

***

- Buenos días, cariño –la saludó efusiva Amelia al entrar en el despacho.

- Hola, Amelia.

- Uyyyy, ¿hola, Amelia? ¿Qué pasa, Luisita? –La vedette tenía un detector de problemas en cuanto veía que su novia no la saludaba efusivamente.

- Es que tengo malas noticias –una cabizbaja Luisita estaba haciendo un esfuerzo enorme por aguantar el llanto.

- ¿Qué ocurre, mi amor? ¡Me estás preocupando! –Amelia se sentó sobre la mesa del escritorio donde estaba Luisita y se colocó frente a ella.

- Que no me voy a poder ir a vivir contigo...

- ¿Por tus padres? –preguntó con tranquilidad Amelia, que no se sentía ofendida por lo que le había dicho Luisita- No quieren que te vengas a vivir conmigo, ¿no? -dijo con resignación.

- No, no es por eso, Amelia -tomó aire- Es que a ver, tenemos un gasto importante que hacer en el bar, porque tenemos que hacer reforma para pasar una inspección muy importante y claro... Mis padres necesitarán el dinero –Luisita no podía contener ya las lágrimas- Y he pensado que les voy a dejar el dinero que tenía ahorrado para independizarme contigo...

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora