5. Hugo y Amelia

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Natalia estaba todavía más perpleja tras la confesión de Amelia. Se hizo un pequeño silencio que Amelia interpretó como una falta de aceptación ante la información que le había proporcionado a su compañera. Pero nada más lejos de la realidad. Tras unos instantes de asimilación, Natalia se acercó a ella y le dio un fuerte abrazo.

- No te preocupes, Amelia, no me parece mal que te gusten las mujeres. Es solo que no me lo esperaba, la verdad.

- ¿Seguro? –la miró un tanto insegura- Mucha gente no lo sabe y no todos los que conocen mi secreto lo han llevado bien.

- Te aseguro que no es mi caso. Quédate tranquila, no voy a decir nada.

Amelia sonrió aliviada y se sintió por primera vez segura de hablar libremente de sus sentimientos. Le contó a Natalia cómo descubrió que era lesbiana y la importancia que tuvo para sí misma dar el paso de dejar su compromiso con Hugo. También le contó lo difícil que le resultó a su familia aceptarlo, al menos, a su madre. En el caso de su padre, Amelia no tenía la certeza de que supiera algo de su orientación, pero tampoco estaba dispuesta a preguntárselo. Era un hombre rudo, de mente cerrada y fuertes creencias que se escandalizaría si supiera todo lo que había detrás de la ruptura del compromiso. Quizá por todo eso, la relación de Amelia con su progenitor no era precisamente buena.

- Entonces, ¿crees que ha venido a pedirte explicaciones?

- No sé, Natalia, pero no quiero descubrirlo, de verdad que no. Lo peor es que siento que he sido muy brusca con Luisita –empezó a pensar en su amiga y cómo la había tratado

- Ay, pobre, pues habla con ella.

***

Al día siguiente, Amelia volvió al King's dispuesta a disculparse con Luisita cuando se topó con alguien familiar.

- Hombre, Amelia, esto no me lo esperaba.

- Hugo... ¿qué quieres?

- ¿No te han dado mi recado? –preguntó tranquilamente.

- Sí, pero preferí ignorarlo. Ya te dije que no quería saber nada de ti cuando nos vimos la última vez en el pueblo.

- Amelia –dijo con un hilo de voz, implorando- necesito que hablemos por favor, necesito preguntarte muchas cosas.

- Por favor, Hugo, no hay nada más que hablar.

En ese momento, Luisita entró en el bar y presenció desde lejos la conversación entre ambos. Por la comunicación no verbal, veía que Amelia no estaba precisamente cómoda con aquel encuentro y decidió acercarse a ayudar a su amiga.

- Vaya, otra vez por aquí –dijo en tono socarrón- ¿Qué se le ha perdido de nuevo por el King's, señor...?

- Hugo Román –contestó sin apartar su vista de Amelia- Y solamente quería hablar con ella.

- Sí, eso parece –continuó Luisita- Pero algo me dice que ella no quiere hablar con usted. Así que si me hace el favor de abandonar el local, nos quedaríamos todos más tranquilos.

Hugo miró fugazmente a Luisita y luego volvió a observar a Amelia. Se acercó a su oído derecho y le susurró algo que la joven camarera no logró escuchar. Entonces se dio media vuelta y salió del local. Luisita se acercó a su amiga y esperó a que reaccionara tras el encontronazo.

- Gracias, Luisita. Menos mal que has venido.

- No hay por qué darlas –sonrió tímidamente- No me gusta que te molesten.

Amelia sonrió ante aquello, otra genial respuesta espontánea de Luisita que la hacía reír. A veces la hacía sonreír con esas locuras y esos acelerones que tenía cuando intentaba arreglar verbalmente alguno de sus desastres. Daban ganas de abrazarla fuerte y no soltarla.

- Yo venía a pedirte perdón por cómo te hablé ayer. No tenía por qué. Lo siento.

- No pasa nada, Amelia, entiendo que no era agradable verle –hizo un parón- sea quien sea para ti.

Luisita estaba indirectamente intentando que su amiga se sincerara con ella y le contara quién era para ella Hugo y por qué no quería tratar con él de nuevo. Amelia había entendido las intenciones de Luisita, pero no le iba a contar todo lo que le había dicho a Natalia. Imposible. Tenía muchos motivos para no decirle toda la verdad.

- Era mi prometido, Luisita, nos íbamos a casar.

- ¿Cómo? –la cara de Luisi se convirtió en un poema- Bueno, bueno, bueno... Pero anda que me dices algo... ¿Y por qué no os casasteis? ¿Y qué hace aquí? Madre mía, Amelia, madre mía.

- A ver, cariño, tranquilízate –Amelia la paró suavemente cogiéndola de los brazos- Es mejor así, no funcionó y punto.

La joven trataba de que Luisi desistiera de querer saber más. Y María llegó para ayudarla en su propósito. Venía de una prueba en una película y estaba como loca por contarle a su hermana cómo le había salido.

- ¡Luisi! Ven para acá, tengo que enseñarte algo.

- ¿Qué tal la prueba, María? –preguntó curiosa.

- Fenomenal –dijo con una gran sonrisa- ¡Ay, hola, Amelia! Me han dicho que me confirmarán hoy, pero mi agente dice que lo tengo casi hecho. Estoy emocionada, chicas.

- Pero vamos a ver, María, que es para una película de vampiros... -Luisita trataba de calmar a su hermana.

- Lo que importa, Luisi es hacerse hueco –dijo con una amplia sonrisa la mayor de las hermanas.

Amelia las miraba divertidas cada vez que tenían una conversación como esas. María era más experimentada y menos tímida que Luisita. El mundo del espectáculo, más concretamente del cine, era su pasión y tenía dotes para ello. Luisita, por su parte, siempre había sido más reservada, pero muy inquieta en cuanto le apasionaba algo. En cierto modo, admiraba a su hermana mayor porque deseaba poder tener tan claro como ella a lo que quería dedicar su vida.

- Bueno, voy a llamar a Ignacio para contarle cómo ha ido todo. Hasta luego, chicas.

- Hasta luego, loca –murmuró Luisita por lo bajo- Ay, de verdad, qué envidia me da.

- Envidia, ¿por qué? –preguntó Amelia.

- Porque sí, porque sabe lo que quiere y vale para ello. Mírame a mí, aquí estoy, poniendo bebidas y sin saber a qué dedicarme. En cambio, María y tú sois grandes artistas, seguro que triunfaréis tarde o temprano –apostilló con cierto pesar.

- Hay que ver, Luisa, cómo se nota que no te ves como te vemos los demás. Tú vales mucho, eres maravillosa, Luisi. Eres divertida, cariñosa, tratas fenomenal a los clientes y te haces indispensable. Por no hablar de lo buena persona que eres. Desprendes luz con solo mirarte.

Luisita se quedó asombrada con tal cantidad de halagos dirigidos hacia su persona. Fue tal la impresión que comenzó a notar cómo se le subían los colores rápidamente y la risa nerviosa empezó a apoderarse de ella. Amelia, por su parte, sintió que había sido demasiado sincera con su amiga. Pero lo más sorprendente para ella no fue haberle dicho todo aquello, sino comprender que realmente haberlo llegado a pensar y manifestarlo pudiera significar algo.

Y bailar juntas bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora