Algo especial.

209 10 1
                                    

Janis

Brandon me había dicho que me traería una sorpresa, después de que me despertara. Había tomado una quimioterapia y aquello me había dejado agotada. Cuando desperté no quería ni moverme, pero fui al baño. Siempre era algo duro verme en el espejo, sin cabello, ojerosa y delgada. Cada día mas débil y sin fuerza, con mi familia lejos, mis hijos y mi esposo extrañandome como yo a ellos.

Una vez salí, Bran estaba ojeando una revista de bebés al parecer. Llevábamos tres meses en un país ajeno y por lo que sabía, al parecer esperaba un hijo más.

—Al fin sales, bueno, recuestate, vamos. —me rodeó con cuidado y me ayudó a recostarme.

—¿Bebés, eh? —musite curiosa.

—Sí, Jane quedó preñada, me envió unas fotos de su pancita. —sacó un sobre y me las mostró. Crecía bien.

—Me alegro por ello, al parecer es buena para parir hijos.

—Oye, ya era hora de otro.

—Claro, como a ti no te duele. —Sonreí y tomé su mano.

—Oh, tu sorpresa no tarda en llegar, anda, ponte la peluca, no creo que quieras verte débil. —me tendió la mata de cabello oscuro pero la alejé.

—No quiero nada hoy, me siento mal, Bran, tengo pocas fuerzas.

—Ay, Jan, siempre terca...

—Sí, despiertame cuando llegue. —me giré con intención de alejarle de mí. Ya no quería hablar.

La puerta se abrió y suspuse que era una enfermera o un doctor. Ya me había acostumbrado a sus visitas.

—Jan, voltea. —Bran estaba insistente.

—Ya dejame en paz. —me hundí en las cobijas. Tenía ganas de llorar.

—¿No vas a voltear por mí? —esta vez fue la voz de Jimmy.

Volteé con los ojos llenos de lágrimas, de inmediato me abrazó, acarició mi espalda y sollozó conmigo. Debí ponerme la peluca, seguro me veía horriblemente demacrada, él no merecía ver todo eso.

—Mi hermosa reina, anda, recuestate. —me arropó y besó mi frente. —. Te extrañé demasiado, preciosa.

—Ya no me veo preciosa, Jimmy. —bajé la mirada y me hizo subirla.

—Para mi eres la mujer más hermosa que ha pisado este mundo. —sonrió y me llenó de besos.

Me había hecho falta en esos meses donde yo y él habíamos estado tan separados, porque él me había dado fuerza, pero tenerlo así de lejos me la quitaba.

—¿Quieres qué te cante? Traigo a mi Daniela conmigo. —golpeó un poco el estuche de la guitarra electroacústica y me sonrió. —. Me he esforzado mucho en tocar todos los días, para los niños y ahora para ti.

—Ay, Jimmy. —acaricié sus cabellos canosos y le abracé. —Lady Jane, por favor.

Asintió y comenzó a tocar para mi, cambiando el 'Jane' por 'Janis', haciéndome sonreír. Deseaba parar el mundo para tenerlo para mí, para que el cáncer no avanzara, para besarlo tanto como me fuera posible.

—¿Te gustó? —sonrió conmigo y me besó una vez más.

—Por supuesto, amor. —tomé sus manos y las entrelacé con las mías y sonreímos.

—Me pareces igual de hermosa que la primera vez que te vi.

Jimmy

Le llené de besos y canciones toda la tarde y parte de la noche. Una vez se quedó dormida pude mirarla con atención. Se veía tan frágil, pero para mi ella era hermosa, porque debajo de todo el dolor reflejado en su rostro  de ella, yo sabía que estaba esa guerrera implacable y hermosa que conocí.

Llamé a mis hijos, no creí necesario dejarles con su abuelo o alguna niñera, Scarlett ya era grande y James muy independiente a su edad. Ambos preguntaron por Janis, y aunque no pudieron hablar con ella le mandaron todo el amor.

Besé su frente y dormí un montón, cuando desperté eran las seis de la mañana y Jan no estaba en su cama. Las harcadas me sacaron de dudas. Fui al baño y le ayudé a limpiar su rostro pálido. La cargué y llevé a su cama otra vez. Nos quedamos horas despiertos, hablando de todo y nada.

Me ofreció recostarme con ella, a lo que acepté, le abrazaba por la espalda y platicabamos animados. Su cintura estaba mucho más fina, por lo que solamente me limitaba a acariciar su vientre.

—No se me olvida tu cara de miedo cuando James nació, estabas tan asustado. —soltó una risita y le imité.

—Estaba asustado, eras primeriza y tenías la misma cara. —besé su mejilla y sonreímos.

—Tu cara cuando entraste al quirófano fue una joyita. —volvió a burlarse y yo reí por igual.

—Mis dedos casi se mueren cuando pujaste al principio, después ya ni los sentía.

—Ay, Pagey, siempre quejandote. —me besó y acarició mi rostro.

—Quizás, pero de lo que no me quejo es que hemos compartido años maravillosos y me entregaste a un hijo increíble, hermosa. — besé su frente y volví a sonreír.

El doctor la había visitado en la mañana, y no dio una gran noticia. El tratamiento no estaba funcionando en Janis, sólo detenía el cáncer pero no lo hacía retroceder, y según estudios más recientes parecía avanzar.

Una vez aquél hombre se marchó, le abracé y dejé que llorara. Tenía miedo y odiaba que fuera de algo que no pudiera parar, que era algo que crecía dentro de ella. Horas después el médico confirmó una metástasis inminente que le dejaría a penas unos años libre. Le sugirió continuar, pero ella, siempre necia, se negó. Una vez sólos me animé a hablar.

—Jan, mi amor, ¿por qué ya no? —tomé sus manos y le miré dudoso.

—Este tratamiento sólo me está poniendo débil, prefiero vivir lo que me queda de forma plena, quizá un porro rutinario y mis hijos y tú a mi lado. —suspiró pesado y le abracé.

—¿Segura? —acaricié su cabeza y sólo me miró.

—Completamente. Ya no pienso quedarme un día mas conectada a todo esto que lo único que me provoca es deprimirme más que nada. —limpié sus ojos y besé su frente.

—Vamonos al fin del mundo si gustas.

—Prefiero Headley Grange, es bonito y muy natural, eso es lo que necesito.

Asentí. Prefería que viviera unos años feliz a poco tiempo atada a una bolsa de suero, con una mirada triste.

Una carta para Jimmy PageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora