3. Ready to run

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—¡¿Harry?! —exclamo sentándome de golpe en la cama al ver el vacío a mi lado.

—¡No grites! —escucho su voz a lo lejos.

—¡¿Dónde estás?!

—¡En la cocina! ¡Silencio! —responde.

Bajo a regañadientes de sobre el colchón y camino hasta nuestra pequeña cocina al lado de la habitación.

Harry estaba frente a las hornillas, batiendo unos huevos en la sartén.

—Hace meses no tomaba así, maldita sea. —admite con la mirada puesta en la comida.

—Tú nunca tienes resacas, ¿Cómo le haces? —balbuceo abrazando su torso desde su espalda.

—Créeme cuando te digo que la cabeza va a estallarme. —espeta mientras apaga la hornilla.

—¿Trajimos pastillas para el dolor? —pregunto, tocando mi frente.

Lo veo buscar dos platos para poner nuestro desayuno en ellos. —Creo que en mi mochila hay. Busca, está dentro del armario.

—Buenos días, por cierto. —recuerdo, dándole un beso en la mejilla.

Doy vuelta sobre mis pies para dirigirme a la habitación. Cuando siento su mano envolver mi muñeca, atrayendome a su pecho.

—Buenos días, bebé. —dice sobre mis labios, antes de depositar un beso sobre ellos.

—No me he lavado los dientes. —aviso. Apartando el rostro.

—Me importa una mierda, ven aquí.  —refuta, tomando mi cintura, impidiendo que me vaya.

Hoy era nuestro último día en Tailandia. Por fin volveríamos a nuestro lugar: Londres.

—Hice el desayuno. —suelta orgulloso. Despegando nuestros rostros.

Ladeo la cabeza para ver los alimentos tras de él sobre la encimera.

—¿Hiciste una caja de jugo de manzana y pan? —suelto burlona.

Sus labios se pegan, creando una línea fina. —Yo preparé los huevos. —agrega en tono dulce.

Sonrío enternecida. —Todo un chef, cariño. —ruedo los ojos graciosa, dándome vuelta para regresar a la habitación.

—¡Deberías quedarte así, eh! —lo escucho gritar, pícaro.

Es donde recuerdo que sólo llevo mis bragas y un polo de pijama.

—Pervertido. —respondo abriendo su mochila.

—Tenemos que tener un día para andar desnudos todo el día. ¿No te gustaría? —escucho su propuesta desde la otra habitación.

—No gracias, no tengo mucho que ver... —miento sólo para molestarlo.

Encuentro el frasquito de pastillas de dolor de cabeza al fondo entre toda su ropa. Lo saco y me pongo de pie.

Harry estaba recostado en el marco de la puerta, cruzado de brazos, observandome con una ceja encarnanda.

—¿No tienes nada para ver? —repite incrédulo. En un rápido movimiento se quita el polo que lo cubría. —Amor, estoy más bueno que pan con Nutella. —chilla señalando su torso.

Río entretenida observando su pecho. Se me ocurre la traviesa idea de provocarlo, así que me saco el polo de igual forma, quedándome sólo en brasier y bragas.

—Y yo estoy más buena que la Nutella sola. —bromeo, defendiendome.

Su boca se abre de par en par, queriendo lucir ofendido. —Ey, el que tiene el ego alto en esta relación soy yo. —habla señalándose.

More than LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora